El otro día compartí en mi muro de Facebook un artículo de Vice que hablaba de la gente que no quita el nórdico en verano. Me hizo mucha gracia porque a mí mis colegas siempre me han tachado de loquer total y yo siempre me he sentido sola y abandonada en este amor profundo mío por las plumas y lo blandito en pleno agosto.

El caso es que además de los 4 personajes de los que hablaba Vice y de mí, por supuesto, me di cuenta de que miles de personas a mi alrededor me daban la razón; se reían y daban like como con miedo. Sí, con miedo, porque así somos las personas, que parece que nos da vergüenza admitir ciertas cosas. Puede que estemos un poco de la olla con esto del nórdico con 45 grados a la sombra, pero chica, peores son los que le echan ketchup al entrecot. ¿O no?

Los motivos de esta ida de olla son muchos y muy variopintos: desde que somos unos putos vagos, hasta aquellos que afirman que lo hacen solo por estética.

La realidad es la siguiente: EL NÓRDICO NOS PROTEGE DE LOS MALOS, y todos sabemos que lo primero que atacan los malos son los pies.

Va a venir un malo y les va a atacar por los tobillos. AL TIEMPO

Puedes dormir en bragas o con el chichi al aire, pero los pies tienen que estar tapados por el nórdico. No, no valen las sábanas, que esas se atraviesan con nada y menos, tiene que ser algo consistente, algo que cueste mover. Y aquí no me negaréis que si hay algo que cueste mover en el mundo es el nórdico, que yo cada domingo tengo agujetas en los brazos de cambiar la funda.

Hay gente más estricta que otra con esta teoría del nórdico todo el año; algunos duermen con él modo escafandra y se levantan sudando como los pollos. Yo sinceramente solo lo necesito para conciliar el sueño, en julio se mantiene en los pies cuando me levanto; pero en agosto acaba en el suelo de ley.

La sensación de meterse en la cama y acomodarse sobre algo blandito y gustosito no tiene nada que ver con la imagen de una sábana bajera y una colcha cutre. No dan ganas de tumbarse ahí y tener sueños bonitos, es imposible.

Así yo cuando intento dormir con sábanas

Cuenta la leyenda que hay gente que duerme con aire acondicionado o ventilador y arropada con el nórdico. Es verdad. Lo confirmo. La sensación de arroparse es mejor que muchos orgasmos (Ojo, declaraciones) y sentir el fresquito por la noche cuando llevas sudando la gota gorda todo el día es un placer de los dioses. Acurrucamiento solitario.

La cosa cambia cuando duermes con alguien. En este caso el nórdico pasa a mejor vida en el momento del retoce; te sobra hasta la sábana bajera. Quizá los que son de cucharita para dormir lo tengan más jodido; pero yo que soy de la de cada uno para un lado no tengo problema en tirar de la esquinita y acurrucarme con el nórdico mientras el mozo está a dos metros de mi (porque me da calor, obviamente) durmiendo plácidamente. No, no es lo mismo el calor humano pegajoso que el adorable tacto de esa nube de algodón llamada nórdico.

¿Y no quitas entonces el nórdico jamás? Sí, la semana que lo llevo a la tintorería y saco la colcha rancia (porque mira que son feas las colchas) que me regaló mi abuela por la comunión. De flores, de raso. EL HORROR.

Yo entiendo que esta filosofía de vida es difícil de entender por algunos, pero qué le vamos a hacer. Nos podéis criticar todo lo que querías, pero a mí mientras no me quitéis el nórdico…

Con las sábanas podéis hacer lo que queráis.