Lo reconozco. Si la vida fuese una serie, un libro o cualquier otro producto de entretenimiento en el que invertir mi tiempo sería un personaje secundario. No porque lo haya escogido así, es que a veces siento que la propia vida es la que se encarga de ponerme en ese lugar. ¿Tal vez el mío? No lo sé.

El otro día estaba viendo un episodio de lo nuevo de Euphoria y me puse a reflexionar. No sobre las drogas, las adolescencia ni el primer amor, sino sobre ver cómo los demás viven mientras parece que tu misión es la de estar por ahí, al fondo, como si fueses un extra en un rodaje. Aunque al menos así te llevas un bocadillo por las molestias.

La aparición de Lexi en la que se ve cómo ella plantea su vida como si fuese su propio “reality” en el que dirige a su círculo más cercano me hizo pensar en cuántas nos hemos sentido así. Insuficientes para destacar sobre el resto, pero necesarias para que la función continúe. En cuántas hemos sido las chicas que hace unos años estábamos tras la pantalla en Wattpad leyendo o escribiendo, casi siempre fanfics, en un mundo que no tenía demasiado que ofrecernos. Las cosas que nos correspondían, no nos gustaban y las que sí lo hacían, no eran para nosotras.

Este ejemplo es una “americanada” cliché, pero me parece ilustrativa. Las “otras” chicas, nosotras, no somos en las que se fijan los demás. No nos llevamos al quaterback ni a la animadora, simplemente estamos por ahí leyendo un libro o paseando mientras se lían entre ellos. Al final, ellos acaban viviendo la historia de amor que siempre soñaste para ti mientras tú escuchas toda la discografía de One Direction ese mismo verano. Y no pasa nada. O sí que pasa.

De hecho, en nosotras pasan muchas cosas pero jugamos con una ventaja y un hándicap al mismo tiempo. Nuestro lugar es el mundo interior y, claro, eso no da mucho de qué hablar. Al menos para los demás.

Cuando empecé a vivir las cosas que le pasaban a los demás pensé que no eran para mí. Sentí que era una impostora en mi propia vida, y llegué a dudar sobre cuál era mi lugar. Se podría decir que cuando tuve el poder de decidir sobre mí, no sabía cómo continuar con la historia.

Aprendí a actuar por impulsos y ni yo misma me reconocía. Para ser sincera, tampoco es algo que recomiende. Las acciones sin pensar traen consecuencias, y estas no siempre son buenas. En otras ocasiones, simplemente me quedaba paralizada. Esperando la llegada de la adrenalina para volver a reaccionar.

Sin embargo, debo reconocer que el haber observado durante tanto tiempo a aquella gente que gritaba para llamar la atención, me ayudó a prevenir muchos errores que ya había presenciado en los demás. En otros caí de lleno, aunque no me arrepiento. Cuando vives te das cuenta de que todo aprendizaje se basa en eso de “prueba y error”. 

No obstante, a pesar de esa transición, de ese robo de plano a la protagonista, sigo sintiéndome la secundaria en muchas ocasiones. He cerrado Wattpad, ya no me escondo y no tengo miedo en hacerme ver pero, cada vez que veo a esa chica sosteniendo al resto mientras pasa desapercibida, siento una conexión. Ese vínculo con lo que fui y seré no se ha roto.

Las Lexi de la historia tenemos el privilegio de decidir quiénes somos en la sombra, siendo olvidadas en el reparto de etiquetas impuesto por los demás. Cuando llega nuestro momento, lo abrazamos porque sabemos que las cosas se ven de manera diferente en primera persona. Tenemos experiencia en estar con nosotras mismas y en escribir una historia diferente para el mundo mientras este no hace más que girar. Estamos listas para defender que, aunque el foco solo ilumine a unos pocos, nosotras brillamos con luz propia. Siempre hay alguien que sabe quiénes somos. Y, habitualmente, nos reconocemos entre nosotras.

Luna Boira