La mayoría de nosotras, cuando nos vemos en el espejo y nos criticamos, al principal defecto (que no lo es) al que nos solemos referir es a que estamos gordas. Nos autoflagelamos constantemente por ello como si fuese el mayor castigo divino que nos podía caer, y lo cierto es que hay muchísimas más cosas en nuestra persona que son mil veces peor que el simple hecho de tener una talla grande. En serio, ¿por qué nos empeñamos en llorar por lo gordas que estamos pero no reparamos en que hay cosas mucho peores que sí que deberíamos intentar cambiar (si se pudiera, claro)? Yo lo tengo bastante claro, porque creo que me conozco muy bien a mí misma, y te invito a hacer un ejercicio similar en el que analices las cosas chungas que tienes como persona y las pongas en comparación con las lorzas. ¡Te prometo que estar gorda te va a parecer un regalo del cielo comparado con lo demás! Y no pasa nada, porque no somos perfectas ni lo es nadie, todos tenemos muchos defectos y virtudes, y de lo que se trata es de saber cuáles son nuestras cosas malas también para que, en la medida de lo posible, podamos hacerles frente y, si nos sale del coño, cambiar algo, pero al menos que nos sirva para dejar de obsesionarnos con lo gordísimas que estamos, porque total, al final eso no es realmente un defecto. 

– Hablo demasiado alto. En plan que sin darme cuenta de repente estoy puto gritando. Y odio eso de mí misma, me gustaría tener un tono de voz dulce y melodioso que no dejase sordo a nadie cada dos por tres, pero la realidad es que Dios me puso esta mierda de amplificador en la muela y no lo puedo evitar. Yo lo intento, pero nadie puede vivir 24/7 teniendo sumo cuidado con controlar su tono de voz, lo siento. Y odio que me lo estén diciendo constantemente, ¡como si lo hiciese adrede! A veces no se puede evitar y ya está, dejad de comerme la oreja por ello. Aunque a veces viene bien para cuando alguien intenta llamar a otra persona y ésta no se entera, entonces ahí sí que recurren todos a mí para que yo le pegue un chillido, ¿no? Cabrones interesados.

– Hablo más de la cuenta. Se me calienta el pico en cero coma y soy de las que, a no ser que me hayas dicho específicamente que es algo súper secreto y me hayas hecho firmar un contrato con sangre, yo lo suelto todo, porque a veces peco de inocente y de que no pasa nada por decir tal o tal cosa pero resulta que sí, que sí pasa, y que como tengo muy poca picardía no me di cuenta de que la estoy cagando estrepitosamente. Por ejemplo, yo siempre soy la que te pregunta por tu novio al que dejaste hace 8 meses y yo no tenía ni idea, y entonces quedo como el culo. Lo siento.

– Lloro por todo. Soy una llorica de dimensiones épicas (literal y metafóricamente). Odio eso de mí misma y me encantaría ser capaz de mantenerme fría como una diosa de hielo a la que nada le afecte, pero lo cierto es que se me forma un nudo en la garganta y se me escapan las lágrimas a la primera de cambio. Y claro eso, con 32 años, es como un poco infantil, pero supongo que esa es la respuesta de mi cuerpo ante cualquier inconveniencia ¡y no lo puedo evitar!

– Soy un desastre. Lo dejo todo pa’ últimísima hora, no me organizo nada bien en general, se me echan las horas encima y vivo estresada porque siento que no llego a todas las cosas que tengo que hacer, cuando a lo mejor lo que necesitaría es un poco de organización, ¿no?

– (A veces) Soy una chunga. A ver, yo me considero buena persona e intento ser muy positiva y eso, pero a veces me sale una vena chunga de barriada que hasta yo me asombro. Con la edad me estoy volviendo cada vez más arisca y como me cojas con el culo revirao te puedo soltar una bordería de la que luego me arrepentiré a los 2 minutos y  entonces me pondré a llorar como una Magdalena repitiendo el punto 3. Y así, to el rato.

– No sé combinar la ropa. Mucha gente no me cree en esto porque consideran que casi siempre voy mona, y es verdad, pero no será por mérito propio. Soy nula para la moda, para combinar colores, para visualizar looks, y siempre necesito buscar inspiración copiar integralmente hasta las bragas a otras chicas que me gusta como visten porque yo, por mí misma, soy incapaz de llegar a una tienda y decir ‘esto con esto me va a quedar monísimo’. Por eso soy de las que se gasta medio sueldo en ropa pero nunca tiene nada que ponerse.

– No sé ni hacer un huevo frito. La cocina es un mundo tremendamente difícil para mí. Hasta las ensaladas me quedan mal. Las pechugas de pollo a la plancha me saben a mierda y se me queman. No sé cocinar NA-DA. Y quizá uno de los motivos por los que no consigo mantener una dieta saludable es por esto, porque siempre acabo tirando de mierdas o de comida rápida. Por eso uno de mis nuevos objetivos del próximo año será empezar a aprender a cocinar como una buena señora de mi casa, aunque sea dos o tres platitos sanos y nutritivos, a ver si así le cojo el gusto a esto de la cocina y empiezo a comer mejor. Eso sí, digo el próximo año porque total ya estamos en noviembre casi, la Navidad está a la vuelta de la esquina casi… Nada, que empezaré ya pa’ Enero si eso.

Y bueno, esto es sólo una pequeña lista de los muchísimos defectos que tengo, porque todo no va a ser siempre hablar de nuestras virtudes, potenciar nuestras cosas buenas y eso, sino que también es muy necesario, a veces, hacer un trabajito de autocrítica y entender que estar gorda al final no es pa’ tanto, hija, y que hay cosas muchísimo peores en las que invertir nuestra energía para mejorarlas que en intentar cambiar nuestro físico. Porque de nada te vale tener una talla X si luego eres una puta chunga, ¿estamos?

*Imagen destacada: Las youtubers Nabela Noor y Loey Lane.