Ya seas tú el dejado o el ‘dejador’, las rupturas duelen casi tanto o más que un cólico nefrítico y aún encima estas ni con Buscapina pueden tratarse. Cuando estás en plena espiral del dolor es complicado ver la luz y hay días en los que llegas a pensar que esos pinchacitos en el estómago han llegado para quedarse y jamás te abandonarán.

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Tras unas cuantas semanas de montaña rusa y otras pocas semanas de tener que ir corriendo al baño de la ofi a echar unas lagrimillas, llega el ansiado momento. Esa mañana en la que te levantas y ya no hay kleenex a tu alrededor. Ese día en el que te acuestas y te das cuenta de que no has pensando en él ni en la pupa que te hace durante un solo segundo. ¡Mission acomplished! ¡Prueba superada! En uno de esos procesos de duelo anoté todas esas cosillas que me han ayudado a sentirme mejor. Quizás a las que ahora mismo todavía estéis en plena vorágine de sentimientos y locura os sirvan de algo :)

Tu trabajo/hobby/pasión, puede salvarte la vida. Tener obligaciones es lo mejor que te puede pasar aunque en ese momento exacto lo concibas como un coñazo. Tú preferirías quedarte en casa llorando antes que ir a trabajar, claro. Pero lo cierto es que estar ocupado es una bendición en estos casos.

La ruptura te obligará a salir de tu zona de confort, y eso es bueno, lo creas o no. Te verás obligada a centrarte en ti misma y demostrarte que eres fuerte sin tener a nadie al lado.

Las relaciones están formadas por dos personas y no siempre tú eres el culpable de todo. Es importante que dejes de pensar ‘y si no le hubiera dicho’, y si, y si, y si… Si habéis llegado a este punto y ninguno de los dos ha reculado, cualquier martirio posterior es innecesario.

A la nostalgia hay que ponerla a raya. Está bien bucear entre fotos a lágrima viva los primeros días, pero no lo prolongues en el tiempo. Soy la primera a la que le gusta regodearse en su propio dolor a veces y retozarme en el lodo de los recuerdos, pero he aprendido a frenarlo cuando ya me estaba haciendo más mal que bien. Guarda las fotos, mete en caja todos sus recuerdos y deja que la vida continúe sin su presencia constante. ¡Lo agradecerás!

A Rey muerto, Rey puesto. MENTIRA. La herida no curará si no dejas de ponerle tiritas, y más si estas tiritas son de los chinos.

El amor no muere de un día para otro. Da igual el daño que te hayan hecho, el sentimiento positivo no desaparecerá el día que te pusieron los cuernos o te dijeron ‘hasta aquí’. Y eso, hasta cierto punto, no es malo. A mi me gusta pensar que todas esas experiencias maravillosas que un día disfrutaste con tu pareja ya te pertenecen, os pertenecen solo a los dos, y eso no habrá ruptura o broncón que te lo arrebate. En tu memoria siempre podrás acudir a ese primer beso que te robó junto a una máquina de tabaco y sonreír reviviendo las mariposas en el estómago.

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Tu familia y tus amigos son más importantes de lo que piensas. Cuando estás en plena crisis existencial, cosas tan simples como coger el teléfono pueden darte perezón. Deja que te cuiden, deja que los tuyos se preocupen por ti y te traigan bolsas de chuches o se inventen findes en la sierra para airearse. Ellos te darán el único cariño que realmente necesitas en cada momento.

Amar es un verbo no un sustantivo. El amor es una acción, no un concepto emocional. Parece una chorrada, pero si todos lo tuviéramos claro desde el principio nos ahorraríamos tantísimos quebraderos de cabeza…

La gente no cambia. Y si eres de las mías (una especie de adicta a las causas perdidas), tampoco. El día que asumes que ni tú ni nadie conseguirá que X se ponga en el lugar de la gente y deje ser un egoísta de mierda, respirarás tranquila. Créeme.

Tu felicidad no depende de nadie que no seas tú. Condicionar tu estado anímico a tener pareja y estar bien con ella es lo peor que puedes hacer. Redescubre tus aficiones y el gustito que da disfrutar de tu soledad de vez en cuando.

La frase de ‘hay muchos peces en el mar’ es REAL. Esa sensación que renace tras una ruptura de que eres tú y solo tú la persona que elegirá con quién estar, y que hay cientos y cientos de personas para ti ahí fuera… eso es indescriptible. Un subidón de adrenalina que te hace sentir vivo y que quizás te haga llorar, pero de felicidad.

Nada es para siempre, pero el dolor tampoco. Te levantarás un día y por fin podrás verlo todo con perspectiva. Ya no duele y no solo eso, tendrás toda la vida por delante y un montón de aventuras nuevas por descubrir que quizás en pareja jamás habrías experimentado. Ha llegado el momento de poner en la pared ese póster que tanto te gusta: ‘the best is yet to come’.