Amichi:

A ti, que de pequeña te vendieron príncipes azules y a tus treinta y tantos sientes que la monarquía no vale nada;
A ti, que viviste cañas escalofriantes, cenas aterradoras, tíos para echarse a correr;
A ti, que te declaraste en huelga de sexo porque estabas hasta el moño de tíos, hombre ya, basta de conocer gilipollas y basta de ser tan gilipollas también;
A ti, que llevas tanto tiempo sin comerte un rosco que ya eres virgen de nuevo y sin haberte marcado un Leticia Sabater;
A ti, que te han nacido de nuevo las ganas de abrir el corazón pero sobre todo de abrir la entrepierna, y es que la duda de si habrán inventado algo nuevo en el sexo desde que lo dejaste no te deja dormir por las noches;
Y a ti, que te gusta Quim Gutierrez, que no tiene nada que ver con este post pero contra quien te frotarías muy fuerte;

A ti: HAY VIDA DESPUÉS DE UNA HUELGA DE SEXO.

Vamos a decirnos la verdad: a la huelga de sexo llegaste exhausta. Exhausta de borrar cada semana contactos y chats. Exhausta de cubrir con maquillaje los granitos y el ánimo. Exhausta de sentirte siempre desnuda, con el vestido arrugado y pateado hacia ese rincón debajo de la cama donde van a parar las cosas que una olvida: los calcetines viejos, el corazón. Y te declaraste en huelga. Que folle el resto. Que el mundo se arregle solito mientras tú te tumbas en la cama a ver Anatomía de Grey.

Pero recuperas las ganas. Y vuelves al mundo esperanzada, curiosa por saber cuánto ha mejorado la vida durante tu ausencia,  pero ATENCIÓN AMIGOS:

Conocer gente seguirá siendo lo peor.

Según el padrón municipal el 99.9% de la gente es un puto coñazo. Sí, seguirás conociendo gente insoportable. Sí, te volverás insoportable más veces de las que te gustaría.

Las primeras citas seguirán siendo terroríficas.

Y en ese teatro que son las primeras citas te callarás lo mucho que amas a la Swift porque qué dirán de ti y te horrorizarás de los peluquines emocionales que se marca tanta, tantísima gente.

Sí, tendrás mal sexo. DE NUEVO.

TENDRÁS EL PEOR. Querrás echarte a llorar a las calles, pero qué puta vergüenza es esta, dónde está la hoja de reclamaciones.

Sí, te seguirás comiendo la cabeza.

Pasarás noches en vela intentando descifrar cada palabra de cada conversación. Le llenarás el móvil a tus amigas con pantallazos de tus chats y mandarás whatsapps de esos que hacen que luego te quieras morir.

Y sí, te romperán el corazón. De nuevo.

Desearás que sólo te rompan la entrepierna pero no, amichi: el corazón también juega en este patio. Y desearás que se vaya. Desearás que se lleve todo. Desearás que vuelva, desearás que te follen una última vez y te cagarás en el sexo, en el amor y en todo lo que se le parezca.

PERO POR LOS CLAVOS DE CRISTO: ¿No que había vida después de la huelga?

Claro que hay vida. Igual que antes. Igual que durante. Y esa vida es una mierda: una mierda desordenada y caótica y, a la vez, lo más increíble de este mundo. La huelga de sexo se supera aceptando que la vida es eso, mierdas y maravillas, y que las maravillas sólo te pasarán si también te dejas golpear un poco por la mierda.

Así que tú, amichi, que tuviste citas malísimas o sexo desastroso, recuerda la magia de las citas posteriores y la complicidad que se forja con las segundas oportunidades. Tú, que estás hasta el moño de la gente coñazo, recuerda que si rebuscas bien y despeinas esos peluquines emocionales quizá encuentres coñazos con taras emocionales que se lleven a las maravillas con las tuyas. Y tú, que estás lista para abrir el corazón y la entrepierna, recuerda que al abrir puertas dejas entrar sexo, dejas entrar amor, dejas entrar olvido, dejas entrar decepción, dejas entrar muerte, dejas entrar todo. La huelga es sólo un descanso. La vida (jodida, maravillosa) está ahí, esperándote.

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