Aunque existen ciertos estándares que aumentan las posibilidades de la gente para resultar atractiva a la vista, es verdad que la belleza es subjetiva y que, para gustos, los colores. Además, ocurre también que belleza y atractivo no siempre van de la mano. Puede suceder que una persona objetivamente bella no nos atraiga lo más mínimo. Y que otra de la que no se puede decir que sea guapa, nos parezca superatractiva. Porque son muchas cosas las que hacen que alguien nos atraiga. Es un conjunto de apariencia, carisma, lenguaje gestual y hasta química, hormonas, feromonas y un montón de variables que el ojo no ve. Nuestro cuerpo las siente, las interpreta y nos dice: hmmmmm, nos gusta. Nos gusta, nos atrae, nos pone, llámalo X.

El caso es que, con la misma facilidad con la que nuestra voz interior nos dice que alguien es atractivo, puede chillarnos también que ya no lo es. Así, de repente. Un momento estamos in love, al siguiente nos repele. Y es que hace falta muy poquito para que esto suceda. Como, por ejemplo, estas 10 cosas que hacen que una persona pase de atractiva a terrorífica en un segundo:

 

Sacarse un moco y observarlo con detenimiento. O algo peor. Uff, qué ascazo. No que tenga un moco, que eso le pasa a cualquiera, se le avisa y ya está. Me refiero a ese acto asqueroso de introducir los dedos en la nariz con toda la intención de rascar a placer hasta hacerse con la obstrucción. A que, una vez fuera, se lo quede mirando como si en esa pequeña inmundicia pudiera haber brotado algo de interés. ¿Qué hará con él? ¿Lo pegará debajo de la mesa? ¿Lo lanzará como quien tira una colilla? Por todos los dioses ¡que no se lo coma!

 

Tocarse el paquete. Por fuera o por dentro, si bien en el segundo caso es aun peor. Una vez… bueno. Si lo hace más o ya se ve que es compulsivo, hasta luego. Ay, no, no.

 

Acercarse a olerte sin siquiera disimular. ¿Sabes esa peña que se te va acercando hasta que mete la nariz entre tu cabello y aspira para captar tu esencia? ¿No? Pues qué suerte, porque existe. Estás charlado tan tranquila, se va acercando… un poco más, un poco más. Y, zas, por un instante parece que está esnifando tu pelo o tu cuello. Se queda satisfech@ y sigue hablando como si nada. Terrorífico es poco.

 

 

Ser borde con la gente. Qué feo cuando alguien es grosero, borde o maleducado con un tercero. Por muy bien que se comporte contigo, no puedes obviar cómo ha tratado a la persona en cuestión. Da igual si ha sido un transeúnte que ha tropezado con él/ella, un camarero, una dependienta o quien sea. ¿Cómo nos va a gustar alguien así? Nop. Tachad@ de la lista.

 

Masticar con la boca abierta. O hace mucho ruido al comer. O suelta perdigones por hablar antes de terminar de tragar. Ag, qué mal.

 

Eructar. No es necesario explicar nada más.

 

Hablar muy de cerca. En una discoteca y con la barrera del alcohol de por medio, podría tener un pase. Si no tiene esa excusa, va a ser que no. No mola nada.

 

Hablar demasiado alto. Lo mismo que la anterior. Todo el rato, en cualquier lugar y situación, sin ningún motivo que requiera alzar la voz… pues no.

 

Soltar chistes de mal gusto. Los chistes y las bromas ofensivos actúan como un repelente natural con efecto inmediato. En determinadas situaciones podríamos llegar a considerar los nervios como causa de uno de esos chistacos. Uno. Si llega a haber un segundo e incluso tercero, se acabó.

 

Mirar fijamente con cara de loc@. Ya sea a los ojos a a cualquier otro punto. No hay nada más inquietante que alguien que te observa fijamente, sin moverse, sin pestañear y con una mueca extraña en la boca. Se activa el instinto de supervivencia que llevamos de serie y donde veías a alguien atractivo ya solo ves un peligro del que huir.

 

¿A que tú también te echarías a correr, por muy atractiv@ que te pareciera hasta ese instante?

 

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