Mi objetividad con Extremadura está en entredicho porque allí vive gente bonita de esa a la que quieres mucho, mucho y yo soy de las que dicen que las gentes hacen más bonitos los lugares.

Esto es así, no soy objetiva y podrían contratarme para una campaña de turismo de las güenas. Me haría el rosco de Pasapalabra nombrando esas cosas bonitas que tienen. Pero ese día no ha llegado y  hoy voy a ser objetiva de verdad, os voy a contar esas cosas por las que Extremadura debería estar en vuestros planes  de destinos a pisar en las próximas vacaciones.

 

1.Tienen jamón

Jamón del bueno. De ese que es casi un pecado capital, jamón de ese del que nunca te jartas y siempre te lo ponen acompañado de unos picos.

Ibérico, de bellota, de cebo…. Jamón de ese por el que te quedarías a vivir allí.

 

2. Tienen la Roma Ibérica

 

Pisar Mérida y su teatro romano es como despertarse un día en la mismísima Roma pero sin haber cogido un avión.  Es sentir que estás en una película y sentirte una parte pequeña de la historia.

Mirar para arriba en el acueducto de los Milagros o sentarse sobre las piedras del anfiteatro debe ser obligatorio.

Además, unos cuántos km más al norte de Mérida está la ciudad romana de Caparra, donde se conserva el único arco de cuatro caras de toda la Península Ibérica y ahí está, tan tranquilo, como si no hubieran pasado los años por él.

 

 

3.Casi todos los bares tienen Cruzcampo

Y puede ser que a ti que lees esto te parezca una mierda de motivo pero estoy convencida de que somos muchos los amantes de la Cruzcampo fuera de Andalucía que orgasmamos cuando la encontramos en un bar más al norte de Despeñaperros.

 

4.El  Valle del Jerte

 

El Valle del Jerte debería ser patrimonio de la humanidad y no sólo por sus cerezas, que también. Este valle es la Extremadura verde, que existe de verdad, la de las cascadas,la de los puertos de montaña, la de veinte mil rincones maravillosos en unos cuántos kms cuadrados. Los cerezos de Japón están quedan muy bien en el Instagram pero ya os digo yo que los de aquí, son otro rollo.

 

5.Inventaron el botellón

Como lo habéis leído. Allá por los años 80 mientras todo el mundo se volvía loco con la movida madrileña los extremeños estaban en Cáceres aprovechando las noches al fresco para dar a luz al botellón.  Por nuestro yo interior adolescente amaremos Cáceres por los tiempos de los tiempos.

 

6. Sus piscinas naturales

 

De otra cosa no sé, pero de calor en Extremadura saben un rato así que han llenado su bonita tierra de piscinas naturales en las que refrescarse.

 

7. ¿He dicho ya que tienen jamón?

 

8.Tienen playa.

En Orellana, cerquita, cerquita de Portugal por si quieres ir a comprar toallas, tienen la playa de interior y agua dulce, más grande de este nuestro país. Con su chiringuito y todo.

 

9.Perderse en su Dehesa

 

Dejarse llevar por ella, por esas carreteras rectas, y casi fantasmas, y disfrutar de un atardecer en ella debería ser obligatorio.

 

10. Sus castillos

 

Visitarlos, tocarlos, imaginarlos en sus días de gloria… Vivirlos un poquito y luego ya decidir si sois más de príncipes o de guerreros, de cruzar la muralla o saltarla sin avisar, si es que puedes, claro. Castillos de esos rehabilitados y aquellos que han llegado a nuestros días en ruinas, enseñándonos un poquito de lo que fueron.

 

+1. Su gente

 

Los extremeños son gente buena. Anfitriones de libro que harán lo que sea porque te sientas como en casa. Gentes de esas que te llevaran de juerga hasta que aguantes y al día siguiente se preocuparan por tu resaca, que están dispuestos a compartir contigo ese campo que aman, y que, dicen ellos, tanto nos falta a los de ciudad.

 

…y comerte un plato de migas, o unos caracoles, recorrerse alguno de sus pueblos en soledad a la hora de la siesta, sonreír cuando alguien te llame forastero, beberse una copita de vino extremeño junto a torta del Casar. Desayunar tostadas, conocer la Vía de la Plata, correr la aventura de coger uno de sus trenes, darlo todo en el Womad o en cualquiera de sus festivales, llevarte un puñado de sus olivas para aliñarlas y pararte el tiempo que haga falta para ver sus gaviotas, disfrutar de su luz y de sus sombras y dejar que alguien te enseñe eso tan, tan extremeño de “ quien no diga jacha, jigo y jigüera no es de mi tierra”

 

Y sobre todo, volver.