¿Os podéis creer que el otro día fui a visitar a mis padres y me llamaron amargada? Fue un golpe bajo, sobre todo por las palabras que utilizó mi madre:

“Hija mía, estás amargada. Pareces un pepinillo en vinagre, pero encima de estos que son rancios y que nadie quiere comerse. No te preocupes, es algo genético. Tu abuela también era así. Yo también lo soy a ratos. Yo creo que es algo que empieza a afectarnos en esta familia cuando cumplimos 30.”

Quise preguntarle a la mujer que me parió si tenía cura o si podía hacer algo para evitarlo, pero me daba miedo la respuesta. Preferí hacer autocrítica.

Tras reflexionar largo y tendido me he dado cuenta de que sí, soy un poquito amargada, pero el primer paso es admitirlo. Ahora tengo que dejar atrás todas estas manías, costumbres o conductas destructivas:

  1. Cuando veo una pareja besándose en una cola, me entran ganas de asesinarles por ralentizarla.
  2. Si voy al cine y grupo de adolescentes se sienta cerca de mí, automáticamente me levanto y me cambio de sitio. A lo mejor son encantadores, pero no quiero arriesgarme a tener que echarles la bronca en medio de una peli cuando empiecen a dar por saco.
  3. A veces leo algunos mensajes en el foro de la web que me dan ganas de contestar “¿EN SERIO, CHAVALA?”. No lo hago por empatía y sororidad. Os juro que cuando una chica contó que le picaba el chumi por hacerlo sin condón con varios tíos casi me enveneno al morderme la lengua.
  4. Cuando veo una parejita en un reality, como Gerard y Anne en OT, mi mente automáticamente piensa “a ver cuánto duráis fuera, pimplines”.
  5. Intento ignorar a los influencers. Vivimos en un momento histórico en el que nos ha tocado coexistir, pero ni a mí me gustan ellos, ni yo les caería bien. Aun así, no puedo evitar comentar cositas malignas de vez en cuando en mi grupo de WhatsApp de amigos.
  6. Algo dentro de mí me hace criticarlo todo sin filtro. Digo que soy sincera, pero no nos engañemos, lo que soy es gilipollas.
  7. Prefiero quedarme en casa masturbándome con la alcachofa de la ducha que quedar con un tío de Tinder treintañero por fuera, adolescente por dentro.
  8. En el trabajo me duelen los ojos de ponerlos en blanco. ¿Todos los inútiles del mundo están en mi oficina? Eso sí, he aprendido a dominar la pasivo-agresividad.
  9. Sé que está feo, pero cuando mi mejor amiga me cuenta algunos de sus dramas no puedo evitar pensar que son gilipolleces. Sé que lo vive con mucha intensidad, pero como me vuelva a decir que está gorda usando una 36 del Bershka le tiro una percha a la cabeza.
  10. Me he creado un perfil con candado en Twitter para poder criticar a la gente a gusto. Si esto no es amargura, que baje Dios y lo vea.

Desde aquí hago un llamamiento a las personas amargadas del mundo: ¿TIENE SOLUCIÓN O SIEMPRE SERÉ ASÍ? Pensándolo bien, tal vez deberíamos hacer un club de Amargadas Anónimas.

 

Redacción WLS