En el post de hoy os cuento 5 comentarios machistas que me han dicho al ejercer mi profesión
Soy mujer, periodista. Me gusta el motor, el fútbol, el baloncesto…, por lo que me formé académicamente en periodismo deportivo. Y si vivimos en una sociedad machista, ni os cuento cómo son ciertos submundos profesionales como el mío. Te cuento alguna anécdota, pero me daría para escribir más novelas que Agatha Christie.
- Hola, guapa. ¿Tú estás aquí por chupar pollas, verdad?
Empezamos fuerte, pero fue de los primeros comentarios que recibí. Comencé a trabajar con 19 años, con tantas ganas e ilusión que incluso llegué a cambiar trabajo por un bocadillo a media mañana o por entradas a un evento. Tenía turnos que empezaban de noche y terminaban de noche, y los fines de semana era una leyenda urbana para mí. Afortunadamente, al tiempo llegó la recompensa: con 23 años -recién graduada, pero con experiencia- estaba en un buen puesto dentro de una competición internacional.
Después de haber sudado sangre, de haberme dejado el alma y años de vida por el camino, un día de curro se me acercó un fulano y me hizo esa pregunta: “Hola, guapa. ¿Tú estás aquí por chupas pollas, verdad?”. Ante mi asombro, agregó que “debía hacerlo bien” e inmediatamente insinuó que él estaba disponible para comprobarlo.
¿Respuesta? “Cree el ladrón que todos son de su condición”.
Aquí hay dos ataques machistas gratuitos: uno para mí y otro para Sara Carbonero. El que a mí me atañe, sugiere que yo estudié y me formé, no para ejercer bien mi trabajo, sino para pescar un marido que me mantenga; el que señala a Carbonero, se atreve a juzgar sus sentimientos, como si ella sí o sí hubiese empezado con Iker Casillas por puro interés y no amor. Mentes retorcidas.
- Si has llegado tan lejos es porque vas en shorts a los circuitos
Tú imagínate: Jerez, pleno mayo, 40 grados y todo el día al sol, corriendo de un lado para otro del paddock. Tus homónimos hombres van en pantalones cortos, pero tú no puedes. ¡Fresca, que eres una fresca! ¿Sabéis lo peor de este comentario? Que me lo han hecho más mujeres que hombres.
Compañeras que, por las razones que sean, se han visto obligadas a abandonar su carrera profesional en el periodismo o simplemente se han estancado en un puesto que no las completa, siempre me han atacado por ahí: por la forma de vestir.
Eso sí, el día que hace un frío que pela y me enfundo un chándal polar, me recriminan no ser más femenina, “que así no le voy a gustar a los chicos”. ¿Perdón? Volvemos al punto anterior, al de Sara Carbonero, el interés y la búsqueda de marido.
Que si voy en pantalón en corto, voy buscando; que si voy en polar, no encontraré.
Conclusión: me visto como me salga del coño, y que critiquen. Ande yo caliente sudando…
- Venga, va… ¿cuánto? ¡No me vengas de estrecha!
Esta es más común de lo que me gustaría. En el deporte profesional hay prostitución “de lujo”. No voy a entrar a opinar sobre el calificativo “de lujo” ni sobre la supuesta libertad de las mujeres a decidir si quieren o no ejercer esta profesión. La cuestión es que existe, que conozco a chicas que la practican y que a muchas las considero amigas.
El problema es que, al existir, los machirulos que por estos mundos se pasean se creen con derecho a “comprar” a cualquier mujer. Yo rechazo, mucho y de malas maneras, pero es que ellos suben la cuantía como si de una subasta se tratase, como si fuesen capaz de llegar a dar con la cifra que te haga dudar. Y dudas, claro que dudas, porque no has visto tantos ceros nunca; pero cuando te plantas, dices que “NO” y te das media vuelta, empiezan los insultos. Y las mentiras. Porque algunos es posible que se queden farfullando lo estrecha que eres; pero otros, empiezan a rular por todo el entorno que sí, que se acostaron contigo y que además eres una estrella de mar.
- A ti lo que te va es el marisco
Si siempre que dices que no y además evidencias indiferencia a sus mentiras, no es que ellos no te interesen, sino que eres lesbiana y “te gusta el marisco” (literal, lo prometo). Y es que, ni siendo homosexual, tendrían ellos que entrar a opinar o a cuestionar tu orientación sexual. Pero ya está, se sienten mejor con su hombría intacta.
Pasas de ser un capricho carnal para ellos, a un producto por el pujan, a una estrecha, a una estrella de mar y, por último, a una lesbiana de mierda. Claro que sí.
Y este es el mundo. La realidad de una profesión que sigue enviándote pautas para vestir en “castings de modelos” disfrazados de entrevistas de trabajo bajo el reclamo de “se busca periodista”.
Anónimo
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