Lo hemos dicho tantas veces que incluso podemos llegar a repetirnos: la maternidad no es como la pintan. A lo largo de nuestras vidas la sociedad se ha acostumbrado a vendernos eso de ser madres como algo prácticamente innato en las mujeres. Esa visión con pestazo a machismo donde nosotras, las hembras, hemos nacido programadas para criar a nuestros cachorros.

Hartas estamos de decir que no una y mil veces si fuese necesario. Mujeres, sí, madres, ya veremos. Y si finalmente decidimos tirarnos de cabeza en eso de traer una criatura al mundo, nadie nos asegura que ese supuesto instinto se coma el trabajo sucio. Porque no, a ver si nos queda claro, la crianza no la llevamos en la sangre y para la maternidad no nacemos preparadas.

En mis casi cuatro años viviendo al límite el cuidado y educación de mi hija, os puedo asegurar que me he dado de morros con muchas vivencias de las que nadie me había avisado. Ojalá algo de realidad entre tantos libros como me leí, esos mismos que prometían una aventura sobre algodones al tener a mi hija en brazos.

1/ Que después del parto (o cesárea) llega el postparto.

No es por ser agorera, pero cada vez que una amiga me habla de sus miedos por dar a luz a su bebé, siempre respondo lo mismo: ‘El parto es un dolor físico que antes o después desaparece, témele al postparto, lidiar con él sí que es una jodienda‘. Ya os hemos hablado de esta silenciada etapa en otras ocasiones y no nos cansamos de decirlo, el postparto existe y es muy duro.

2/ Que la depresión postparto no es ninguna milonga.

Antes se hablaba de la depresión tras haber dado a luz como algo muy puntual que tan solo sufrían las mujeres débiles y ‘flojillas’. Nada más lejos de la realidad. Caer en una depresión postparto es más fácil de lo que casi todo el mundo cree. De hecho muchas chicas son conscientes de haberla padecido tiempo después de superarla. ¿Por qué? Porque aquí todo el mundo vende que el pasarlo mal es lo habitual y que nos toca ser fuertes y no quejarnos ¡claro que sí, guapi!

3/ Que biberón o teta, tanto me da que me da lo mismo.

Pues yo cuando sea mamá solo le daré lactancia materna‘, ‘ay no, yo paso, biberón y todos tan contentos‘… Está muy bien eso de tener las ideas claras, pero llegado el momento de la verdad todas nos damos cuenta de que si tenemos que cambiar los planes por el bien de nuestro bebé, adelante y punto. Al final lo que cuenta es hacer las cosas lo mejor posible y con sentido.

4/ Que de los mil gadgets que tengo en casa, más de la mitad son prescindibles.

Te compras el catálogo completo de la sección de puericultura de El Corte Inglés, te estudias cada elemento como si te fueras a presentar a la peor de las oposiciones… y cuando tu peque tiene algo así como seis meses te das cuenta de que no has ni siquiera desembalado la mitad de las cajas. Por el contrario ahora tienes la casa a reventar de aparatos que no quieren ni en wallapop. No os dejéis engañar, un dispensador de polvos de leche de fórmula es una carallada.

5/ Que llorarás como en tu vida.

Es decir, que dará igual si siempre has sido de lágrima fácil o no. Con la maternidad llegan los llantos de tristeza, sueño, alegría, emoción o incluso algunos sin un motivo aparente. Nuestras queridas amigas las hormonas están currando al doscientos por cien y soltar lágrimas a mares es una de las consecuencias.

6/ Que sentirás que este cuerpo no es el tuyo.

Cuando te paren por la calle para felicitarte por lo bien que te has ‘recuperado’ (de este asunto hablaremos en otro momento) del parto, tú probablemente asentirás y sonreirás amablemente. Pero en tu interior lo tienes claro, tu cuerpo no lo sientes como tuyo y tienes los bajos como la zona cero. Claro que no le vas a contar a la vecina de tu madre que la realidad es que tienes el coño en carne viva, pero la gente debería tener un poco más de tacto antes de opinar.

7/ Que deberás dormir siempre que puedas.

Recuerdo una de las visitas a la pediatra tras dos meses sin conseguir pegar ojo. En mi cara se debía leer la crispación y el estrés más absoluto porque la buena de la doctora únicamente acertó a recomendarme que durmiese siempre que lo hiciese la niña. Reí y lloré a la vez (sí, es posible) mientras le preguntaba desesperada ‘mire, ¿y si la criatura nunca duerme qué mierdas hago yo?‘…

8/ Que necesitarás estar sola y a la vez en compañía.

Me flipa cuando la gente da las cosas por sentado. Y por supuesto que como en todo en esta vida, en la maternidad las decisiones dependen de cada persona. Habrá días en los que no quieras ver a nadie y otros en cambio en los que precisarás de alguien a tu lado para no volverte loca. ¿Lo que de verdad se agradece? Comprensión y paciencia por parte de los demás. Que nos reprochen nuestras idas y venidas con aquello de ‘a ti no hay quien te entienda‘ es muy poco de recibo.

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