Vamos a hacer un ejercicio de instrospección.

Pongamos que tú y tus preciosos y enormes muslos de talla grande os sentáis en el metro, en el autobús o en un banco de la calle. Y habiendo personas de pie, el sitio de tu lado permanece vacío. No es que no lo miren, de hecho hueles el deseo en sus ojos, pero nadie se sienta a tu lado.

Comienzas a comerte la cabeza, como es lógico y normal. Una de dos: o no te duchas desde hace meses o temen asfixiarse aprisionados por tu enorme culo de gorda. Es más, seguro que alguna señora mayor o algún tío crossfit-cachas que pasaba por ahí te mira apretando los labios mientras puedes leer a través de su transparente cabecita… «¿Cómo se atreve la gorda a sentarse si ocupa dos plazas?»

A todas las gordas del mundo nos ha ocurrido alguna vez, incluso cuando el asiento de al lado queda totalmente libre o mínimamente invadido. Pero eso no importa porque tú eres la gorda. Y, cariño, no te quepa duda de que si esta sociedad tiene que mirar mal a alguien, va a ser a ti.

O al de en frente, que lleva la sudadera manchada.
O a la de al lado, que lleva un bolso de 2000 euros.
O a tu primo, que cojea al andar.
O a la vecina de en frente, que lleva las faldas demasiado cortas.
O a los papás del bebé que no deja de llorar.
O al albañil que lleva 8h picando piedra y vuelve a casa sucio y sudoroso.
O a la del escote.

Mira, te voy a contar una revelación que he tenido estas vacaciones.

Resulta que me he ido unos días a Londres con mi señor marido de turisteo romántico y la verdad, he flipado.

He visto gordas con unos modelitos de los que te hacen girarte por la calle, de colores flúor, rejillas, leggings, plataformazas, escotazos y shorts. Pedazo de mujeres preciosas sin complejos que andan por la calle cual Julia Roberts por Rodeo Drive con dos lacayos cargando sus miles de dólares en compras.

Gordas que se sientan en los huecos libres del metro diciendo «excuse me» para que el que está sentado al lado se abra un poco más. Y la gente se abre, y además sonríe y dice «of course». Gordas que al pasar por delante de una panda de adolescentes cachondos se llevan fiu fius.

Pocas veces he visto yo en España que haya una aceptación social generalizada hacia todo tipo de cuerpos, estilos y apariencias. Joder, que Londres ha recibido estos días en torno a 10.000 turistas de todas las partes del mundo. ¿No os da que pensar?

Porque la impresión que yo me llevo a mi casa es que en España vivimos aún en el pleistoceno medio en lo que se refiere al vive y deja vivir. Igual la tan sufrida y debatida gordofobia está especialmente extendida y fomentada en nuestro país, ¿no?

Una talla no dice nada de ti, ni aporta ninguna información ni te da ningún valor. Pero si aún así de vez en cuando se te encoge la boca del estómago cuando el hueco a tu lado en el metro queda vacío, entonces piensa que el problema no lo tienes tú sino la gente de alrededor, que dentro de su cuadrícula mental aún no han aprendido a ver el pedazo de mujer que tienen delante.

 

María Zubiaur