¿Alguna vez has descuidado tu salud mental por estar pendiente de la de tu novio? Yo sí, y no sabéis cuánto me arrepiento.

Mi relato no es una de esas historias de superación superdramáticas con movidas dignas de una peli. Soy una chica normal con un trabajo normal y una vida normal que nunca ha tenido ningún trauma amoroso, sexual ni de ningún tipo. Me han dado palos como a todos, pero he tenido la suerte de poder gestionarlos bien.

En cambio, mi novio tiene unos cuantos traumitas que no es plan de compartir aquí detalladamente. En resumen, le pusieron los cuernos dos veces dos chicas distintas y tuvo una enfermedad que le generó muchos problemas de autoestima (enfermedad que superó mucho antes de conocerme).

Pese a haber dejado atrás su enfermedad años atrás, todavía arrastraba las consecuencias. Desde que empezamos a salir el 99% de nuestras discusiones eran por sus inseguridades. No era celoso ni nada chungo, simplemente se venía abajo con bastante frecuencia y yo me empecé a creer la salvadora del mundo (bueno, del mundo no, pero de mi novio sí).

Le daba discursos motivadores, recopilaba consejos que podían ayudarle, le mandaba artículos para que mejorase su autoestima y le cuidaba como si fuese un niño desvalido al que debía proteger. Me convertí en su psicóloga particular.

 

Obviamente en una relación es normal compartir las movidas del día a día, pero de alguna forma mi novio empezó a responsabilizarme de las soluciones. Cuando le pasaba algo, por costumbre yo cargaba sobre mis hombros con sus movidas. Le daba herramientas para solucionarlo y le ayudaba a gestionar su estrés y su tristeza.

¿Qué pasó? Que por el camino se me agotó toda mi fuerza. Me volví insegura cuando yo no había sido así jamás. Empecé a tener ansiedad y preocupaciones absurdas en mi día a día. Me convertí en otra mujer.

Tomé la decisión más valiente, o al menos así lo veo. Le dije:

Cariño, yo ya no puedo más con esto. Vete a un psicólogo y yo haré lo mismo.

Al principio fue duro asumir que necesitábamos ayuda de otra persona, pero os juro que ha sido la decisión más liberadora de toda mi vida.

Con esto os quiero decir que no sois responsables de la felicidad ni de la salud mental de nadie. No sois salvadoras de vuestra pareja y tampoco de vuestros amigos, aunque tengáis el papel de consejera del grupo y siempre hayáis sido la que soluciona los marrones. Poned punto y final y dedicaos únicamente a vuestras movidas. Os ahorraréis muchos quebraderos de cabeza.

 

Anónimo