Mi novio es un derrochador 

 

Amo a mi novio, pero odio salir de casa con él. Cada vez que salimos por la puerta, ya sé que volveremos con menos dinero en la cuenta. Y que conste que no es una cuestión económica, no nos sobra el dinero, pero llegamos bien a fin de mes, el problema es que creo que le gusta derrochar.

Está muy bien que te gastes el dinero en lo que te apetezca, pero algunas veces creo que no es necesario, te puedes apañar perfectamente con menos o aprovechar una oferta, y no pasa nada. A mí me encanta salir a tomar algo o ir de viaje, pero con él es mejor, como siempre decía mi madre, comprarle un traje que invitarle a comer. Os pongo ejemplos de su manera, a mi juicio, innecesaria de despilfarrar el dinero. 

  • Salimos a comer y nunca se pide el menú del día – A veces ocurre que por horarios podemos quedar para comer algún día entre semana. Si estamos por el centro buscamos un restaurante o bar donde sepamos que se come bien, y si surge que estamos cerca de un centro comercial, buscamos alguna cadena tipo Ginos porque a los dos nos encanta la comida italiana. Bueno pues siempre es lo mismo… en lugar de aprovechar el menú del día, siempre se coge algo de la carta. Y no es porque no le guste nada del menú del día, porque suele haber varios platos a elegir, él lo hace porque dice que ha visto algo en la carta que le apetece más. Los menús del día para mí son lo mejor que hay, comer bien, primer plato, segundo plato, postre y bebida, todo por un precio más que razonable. Él al final se acaba pidiendo un entrante, un plato principal y más de una bebida, y su comida cuesta más o menos el doble de lo que costaba el menú del día. 

 

  • Vamos de viaje y su cervecita que no falte –  A todo el mundo le gusta sentarse en una terraza a tomarse una cerveza cuando estas de vacaciones. Pero coincidiréis conmigo en que no cuesta lo mismo una caña en Cádiz que una pinta en Londres. Pues a mi novio le da igual, si le tienen que cobrar ocho euros por una cerveza en un bar de Paris, pues los paga tan a gusto. A mí también me gusta tomarme mis cervecitas, pero entiendo que, si estoy en una de las ciudades más caras de Europa, ese dinero que me va a costar una rubia prefiero gastarlo en otra cosa, y ya me tomaré mis cañas cuando vuelva a España.

  • Merendar en el Vips, ok, pero a la carta – Lo reconozco, soy adicta a las tortitas con nata del Vips, son de las mejores que he probado en mi vida. De vez en cuando se me ocurre proponerle a mi chico ir a merendar a dicha cadena, pero como os podéis imaginar, mientras yo aprovecho el menú de meriendas de tortitas más café por unos siete u ocho euros, él se pide un plato de la carta, una ración extra de patatas y una Coca-Cola grande. ¿Por qué conformarte un sándwich mixto y un café cuando puedes merendar algo que vale tres veces más? Al final nos acaba saliendo la gracia de la merienda por unos treinta euros. 

 

  • Vamos a la compra y huye siempre de las marcas blancas – Otra cosa que jamás entenderé es la gente que compra toda la comida de sus marcas de referencia. Yo entiendo que te puedan gustar muchísimo los yogures Danone o la leche Pascual, pero los lácteos de la marca Hacendado saben igual de bien y son más baratos. O que te niegues a comprar refrescos de cola genéricos, porque la Coca-Cola es claramente superior, pero el zumo de Zumosol vale el doble que cualquier otro y sabe más o menos parecido. Al principio de irnos a vivir juntos, nos dejábamos una verdadera fortuna en la compra semanal, ahora he conseguido que el suavizante ya no sea Mimosín porque hemos encontrado uno más barato y que huele igual, pero el fuet tiene que ser Casa Tarradellas o no compra fuet. 

 

  • Siempre que va a la compra viene con bolsas de plástico del super – Esto ya es una manía mía, lo reconozco. Siempre llevo una bolsa de tela en el bolso para no tener que comprar bolsas de plástico en el super. Es más una cuestión de ahorrarle plástico al medio ambiente que ahorrarme yo diez céntimos. Pero él no, para qué va a coger una bolsa de casa, mejor compra una en el supermercado cada vez que va a comprar, aunque haya comprado dos cosas. No os imagináis la acumulación de bolsas de plástico que tenemos en la cocina…

 

Raquel Acosta