Hace poco recibí una foto por DM en Instagram. Era una foto que podría estar sacada de un banco de imágenes como “Familia ideal”. Se veía una mujer con un vestido largo, ceñido, mirando con amor a su marido, que a su vez dirigía su mirada a sus dos pequeñas gemelas de unos 7 años que reían sentadas delante de ellos. En los brazos de él, un pequeño bebé diminuto, recién nacido y al lado de las niñas un hermoso perro de pelo reluciente que parecía sonreír al fotógrafo. No sabía por qué había recibido aquella instantánea casi de película hasta que, quien hizo la foto, contextualizó aquel mensaje.

Quería saber si estaba interesada en saber cómo aquella familia de postal había llegado hasta aquella imagen si, diez años antes, el padre de familia había escondido a su mujer ante los ojos de todos sus conocidos. Y a mi, que me gusta más un cotilleo que a un tonto un lápiz, allí me quedé, móvil en mano, escuchando los audios que aquella desconocida me enviaba… Y es que, cómo engaña una imagen, qué importante es conocer a las personas de verdad, y cuanto están dispuestas algunas a aguantar para conseguir lo que siempre soñaron, cuanto pueden sacrificar, hasta dónde pueden dejarse humillar. Pero ella lo consiguió, ganó. Al menos según ella. Yo creo que no opino igual y … Vosotras decidiréis cual es vuestra opinión.

Mario y Julia se conocieron en el super, de la forma más casual. Julia buscaba una empresa de mudanzas porque tenía poco tiempo para hacer su cambio de vivienda y estaba sola para hacerlo, así que le preguntó a la frutera, con la que tenía cierta confianza. Ella le dijo que creía que uno de los clientes habituales de última hora, una vez le había dicho que trabajaba haciendo mudanzas, así que le pidió que se pasase al día siguiente y le daría el teléfono. Casualmente esa tarde, mientras embalaba sus cosas se fijó en las ventanas y se dio cuenta de que no tenía suficiente limpiacristales para dejar todas las ventanas decentes antes de irse, así que bajó corriendo al super.

Mientras buscaba entre los productos de limpieza, escuchó su nombre y, al girarse, vio a la frutera intentando llamar su atención. A su lado, un chico alto, bastante atractivo y con cara de estar muy cansado, sostenía una tarjeta que ofrecía a la frutera. Ya no debía volver al día siguiente, allí estaba el chico de la empresa de mudanza. Ella le explicó la urgencia, él le dijo que andaba bastante apurado, pues su empleado estaba de vacaciones y estaba haciendo el trabajo él solo y de vez en cuando su hermano le echaba una mano, si podía. Ella prometió no tener muchas cosas y, entre charla y charla, salieron del super. Ella le dijo que vivía justo encima y él pidió, si no le importaba, ver los muebles que debía desmontar. Ella le dejó subir, disculpándose por hacerlo trabajar a deshora. A subir le ofreció algo de beber y le enseñó la que pronto dejaría de ser su casa. Le contó que su ex novio se había ido hacía un año y que necesitaba salir de aquellas 4 paredes que le traían malos recuerdos. Él le contó que se estaba separando y que entendía bien lo que decía. Se quedaron charlando un rato agradable y quedaron en verse ese fin de semana y hacer juntos la mudanza.

Ese fin de semana hicieron esa mudanza como si fuesen amigos de siempre, charlando, haciendo alguna pausa para refrescarse… Finalmente él le cobró el transporte, pero en realidad pasó el sábado y parte del domingo con ella, ayudándole a colocar los libros de las estanterías y a decidir qué tipo de bombilla poner en el recibidor. Claramente se habían gustado. Se dieron los teléfonos y siguieron charlando varias semanas. Él le hablaba de su ex, con la que tenía buena relación, se separaban por aburrimiento absoluto, ya no tenían nada en común. Pero también le habló de cine, de literatura, de sus aventuras en los viajes con sus amigos… Pasado poco más de un mes quedaron para cenar. Y lo que no es cenar también. Era más que evidente la atracción y la conexión que había entre ambos. Cenaron en casa de ella, a fin de cuentas aquella mesa la había colocado él.

Se siguieron viendo a diario durante semanas. Siempre en su casa, siempre solos. Un día ella propuso salir al cine y él la llevó a una sala que había en las afueras. Ella empezó a sospechar que algo pasaba y acabó poniendo las cosas claras. El confesó que no había contado a su familia que su ex se había ido, así que no entenderían que estuviese con otra chica ya. Debía ir diciendo lo de su ruptura y, con calma, contaría lo suyo. A ella le pareció bien… Pero pasaron los meses… Hasta que llegó su cumpleaños. Ella cumplía el mismo día que el sobrino de él y creía que sería un buen día para formalizar la relación. Entonces él confesó que ellos todavía no sabían que su ex ya no estaba. Sentía aquella ruptura como un fracaso y creía que su familia lo juzgaría. Nunca le parecía buen momento para contárselo, así que no lo había hecho. Ella lo dejó pasar y pasó su cumpleaños con sus amigas, que le preguntaban por Mario ya creyendo que se lo estaba inventando.

Semanas más tarde él accedió a conocer a sus amigas para calmar sus dudas sobre la relación pero no fue hasta los cuatro años de relación que él contó en su casa que estaba conociendo a alguien. Durante esos años cada fecha especial, navidad, cumpleaños de él, de ella, festivos especiales, siempre los habían pasado separados. Él era su novio pero solamente lo sabían sus amigas de siempre. Tuvo durante años una relación clandestina con alguien que claramente le decía sentir vergüenza de no haber acertado a la primera. Ella les contaba a sus amigas que sabía que él sería el protagonista de su amor de cuento de hadas, que serían la pareja ideal y tendrían una familia preciosa. Ellas le intentaban quitar la idea de la cabeza y le intentaban hacer entender que aquello no era normal, que debía darle su lugar. Se había ido a vivir con ella, pero conservaba su piso, donde quedaba con su familia en las fechas señaladas. Eso no era sano para ella.

En su cuarto aniversario ella le dio una sorpresa. En una caja, un anillo, en otra la tarjeta con el teléfono de la empresa de mudanzas que él había traspasado dos años antes. El regalo era una elección: O se casaban y le presentaba a su familia, o se iba de su casa. Sus amigas estaban preparadas para recoger los pedazos del corazón de Julia cuando ella apareció con un anillo brillante y la ilusión de cumplir sus sueños.

Tardaron todavía dos años más en casarse, pues a ojos de la familia de él, llevaban juntos muy poco tiempo. Pero pronto todo se normalizó y fueron la envidia de todo el mundo.

Nadie recordaba aquello que había pasado a espaldas de la mayoría. Nadie, excepto su amiga la fotógrafa, que cada año retrataba la estampa navideña familiar más idílica que podáis imaginar, con su amiga de protagonista y su extraño marido a su lado.

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