Sí señoras, olvídense del Santo Grial, la piedra filosofal, lanzarse a una marmita de cabeza o meter el brazo en un terrareo de arañas venenosas. Nada de eso es comparable con quedar un viernes con tus amigas y descorchar un buen vino (el azul del Mercadona es baratísimo y rico, rico) con el que rellenar las copas a rebosar y de paso colmar también vuestra autoestima.

Como si de los caballeros de la mesa redonda se tratara os sentáis unas frente a otras y ahí se desprende tanta energía que podríais invocar a todos los capullos que la palmaron desde el Paleolítico con solo daros las manos. Así está el tema.

Quedar con tus amigas y el vino es sinónimo de una noche de confesiones, chismorreo y probablemente la antesala a salir de fiesta y vivir una noche memorable. No importa lo triste que estuvieses horas antes, si discutiste con el churri o si aún te escuece la lengua de todo lo que te la mordiste en el trabajo, ahora todo eso ha quedado atrás y llega el mejor momento de la semana. Hace décadas la gente utilizaba los confesionarios para liberarse de sus pecados, ahora el cura son tus amigas y probablemente sean benévolas con la penitencia (borrar un número de móvil, hacerte prometer que buscarás un trabajo nuevo, instalarte Tinder…). Amén.

 

El mundo parece más fácil cuando todas giráis en torno a la botella y brindáis por todas las cosas malas que estáis superando y que gracias a ellas habéis comprobado los obstáculos tan grandes que vuestras piernas son capaces de saltar. También por las buenas, claro. Las alegrías compartidas cuentan el doble y el querer bien implica ser feliz también por los logros ajenos. Y cómo no, brindar también por las cosas normales, las que nos pasan cada día, compartimos por el grupo de chat y que te hacen volver a tener 15 años, al parque y a una bolsa de pipas que apurar sin que pase nada más que el tiempo en buena compañía.

Acabe como acabe la noche sabes que saldrás de allí mirando hacia atrás para no pisarte la capa de Wonder woman que te han cosido sorbo a sorbo, caminando más ligera que el último día de la operación bikini y sabiendo que tu kryptonita está a salvo, en las guardianas del universo adecuadas.

Nota: Este post no pretende fomentar el consumo de alcohol, es una excusa como cualquier otra porque el verdadero elixir que te hace sentir una súper heroína no es beber vino, es la amistad.