Yo tengo una cosa favorita de hacer en vacaciones y es fijarme en la gente. El pasado junio, en Denia, el premio se lo llevaron dos familias de holandeses que tenían alquilado un apartamento al lado del que teníamos mi novio y yo. Nos llamaron la atención, primero porque estaban mega buenos todos, los dos tíos y las dos tías. Jóvenes, altos, rubios, ojos azules, un bronceado dorado estupendo, muy en forma y todo eso.

En total había cinco chiquillos correteando por ahí, y me costó un poco saber de quién era cada crío, porque estaban todo el día desperdigados, pero la verdad es que se ocupaban muy bien de disciplinarlos, cosa que se agradece cuando compartes alojamiento vacacional, todo hay que decirlo. Los niños me saludaban en español al pasar, sonreían, y los padres también, súper sonrientes y súper educados. Mientras nosotros salíamos a la piscina o a la playa con cervezas, ellos siempre llevaban botellas de agua, lo cual avivaba el debate entre mi novio y yo sobre si las vacaciones sanas (y abstemias) son necesarias cuando tienes hijos, o simplemente un coñazo… En cualquier caso, en todo momento teníamos en la cabeza que el ocio de los padres estaba totalmente al servicio del de los hijos, porque por las noches no se les veía en ningún chiringuito de la zona, ni cenando por ahí (no a una hora española, al menos). Nos los imaginábamos de vacaciones a las 9 en la cama y nos daban un poco de pena, la verdad, sintiéndonos nosotros súper libres y súper jóvenes, a pesar de ser clara y visiblemente mayores y más feos que ellos. 

Y a la tercera o cuarta noche, cuando yo ya tenía mi esquema de las familias holandesas perfectamente claro, estaba yo en nuestra terraza echándome un piti y veo que en uno de los jardines de los holandeses se están dando el lotazo el tío de una de las parejas con otra tía. A ver, se parecían mucho todos, pero el pelo lo llevaban distinto, y yo sabía que esa no era la mujer de ese y viceversa.

Le llamé a mi novio para que saliera, pero él no los tenía tan fichados como yo y decía que no, que tenía que ser una de las parejas y que me estaba montando yo la película. Pero yo estaba convencidísima de que a los dos que estábamos viendo comerse los morros no eran pareja, y toda la noche dándole vueltas y con muchas ganas de salir a la terraza a ver si veía algo, pero me daba miedo que mi novio se despertara y se pensara que era una psicópata.

Al día siguiente, en la piscina, comprobé que tenía yo razón: los dos del día anterior ¡no estaban juntos! Le mandé una foto por whatsapp a mi novio y, efectivamente, me dijo que estaba colgada, pero no me hizo ni puto caso al asunto. Así que decidí seguir con la investigación yo sola. Esa noche, cuando mi novio se quedó dormido, bajé a la piscina para ver el jardín de cerca, y no vi una mierda porque no había nadie en ninguna de las dos casas, así que me quedé echando un piti en un banco. De repente aparece el tío de la noche anterior y me pide un piti, se me sienta al lado, y empieza a hablarme en inglés. He de decir que de cerca era de locos lo guapo que era, y yo iba respondiendo como podía, en mi inglés macarrónico. Pero no me hizo falta saber mucho inglés para entenderle que me decía a ver si quería entrar a tomar algo a su casa. Solo le entendí drink y friends, y yo pensando “qué poco se imagina este tío que llevo días espiando a sus friends, y a su mujer y a sus críos”, pero bueno, me pudo el morbo y fui. 

Cuando entré dentro flipé porque había mucha más gente guiri, todos en bikinis o bañadores, vasos de bebida por todos los lados y la música a tope. Al segundo 1 me arrepentí de haber ido. Si hubiera estado ahí sola o con mis colegas, vale, ok, pero mi novio durmiendo y yo ahí en una fiesta en la que nadie hablaba mi idioma, no me apetecía. Le dije al que me había invitado que me piraba, pero me dijo con la mano que esperara y me la agarró hasta que me llevó a una habitación. Yo ya me estaba cagando pensando que me iba a hacer algo y no se iba a enterar ni Blas con tanto ruido, pero cuando abrió la puerta, dentro había un grupo de cinco o seis en la cama, comiéndoselo todo y dándose por todos los lados, vamos, que ni llegué a descifrar la masa de carne que vi desde la puerta, pero me quedé loca.

Me di la vuelta y salí por patas, mientras le oía al cabrón del guiri descojonándose. Desperté a mi novio y le conté todo, al borde del infarto, y bueno, el mosqueo le duró un par de días, pero al final se le pasó. ¡Y nosotros pensando que estaban todas las noches a las 9 en la cama!

Yo no volví a bajar a la piscina para evitar encontrarme con ellos, y lo conseguí; nos fuimos sin volver a verlos. Eso sí, de todas las incógnitas que se me quedaron sin resolver, hay una especialmente seria: ¿dónde coño habían metido a los hijos?

 

Relato escrito por una colaboradora basado en una historia REAL