Como es bien sabido, la noche de fin de año, es una de las que más se bebe. Así que hace dos años, después de un año mediocre, me decidí a empezar el 2016 por todo lo alto.

Y es que si en la cena familiar ya apuntaba maneras, no podía ni imaginarme lo que acabaría pasando al final de la noche. Por esa época yo tenía un follamigo la mar de majo con el que me entendía de lujo en la cama. Por casualidades de la vida, los astros quisieron que esa noche coincidiéramos en la misma discoteca.

Yo ya iba más que contenta cuando llegué al local con mis amigas, y cuando por fin me encontré con él, no sé quién iba peor de los dos. Yo esa  noche había salido a matar.  Enfundada en un vestido negro entallado, unos taconazos de infarto y unos labios rojo pasión. Y sólo con ver su mirada cuando me vio aparecer, supe que esa noche no llegaríamos a casa. ¿Qué podía salir mal?

Cansados de comernos la boca y magrearnos por todos lados, decidimos salir fuera para “despejarnos” en el coche de un amigo suyo. Antes de salir decido ir al baño, y cuando llego…Tachán! Ahí está! Mi amiga la menstruación! ¡Feliz año 2016 cabrona!

En ese momento yo sólo pensaba en el polvazo que me iba a pegar mi follamigo, así que me dije a mi misma: Tía, con el pedo que lleváis no se va a dar ni cuenta, y si no, visitamos la puerta de atrás y tristrás.

Llegamos al coche todavía no sé cómo. Nos acomodamos en la parte de atrás y empezamos a magrearnos. En menos que canta un gallo ya estaban los cristales empañados y yo comiendo como si no hubiera un mañana. Decidimos empezar a darle al tema, y yo, en un alarde de responsabilidad, decido ir directa a la entrada trasera. Que el coche no era nuestro y no eran plan de dejar aquello como la matanza de Texas.

Eso que empezamos a lo nuestro y de repente noto que se para. Yo que estaba muy a tope, me giro medio cabreada del palo: Chico, no es el momento de jugar a hacerme sufrir. Pero lo veo a él, blanco como la cera y con cara de estar muriéndose. Ya iba a preguntarlo qué coño pasaba cuando lo noto. Empiezo a oler y se me pasa la borrachera de golpe. Ahí olía a MIERDAD, así, en mayúsculas. En ese momento empiezo a arrepentirme de haber comido como una cerda en la cena de noche vieja. Y en eso estaba cuando de repente, noto que me cae un jarro de agua fría. Aunque más que de agua, era toda la cena y alcohol de mi acompañante.

Y yo,  que soy un poco aprensiva con los olores, empiezo a convulsionar y ahí está, mi cena repartida en la tapicería del coche de su amigo.

Salimos despavoridos del coche. Yo empapada de vómito y medio desnuda, y él sin pantalones y la polla marrón. Como pudimos nos limpiamos e intentamos limpiar ese percal sin mediar palabra. A esas alturas, la cogorza y el calentón ya nos habían bajado hasta los pies. Nunca más supe de él, ni sé si el amigo que nos prestó el coche le desterró al mundo de nunca jamás.

Lo que sí sé es que esa noche, mis amigas se partieron cuando me vieron aparecer y  les dije que lo del chocolate con churros lo dejábamos para otro día, que yo ya iba servida para todo el año.