Cansada de leer artículos de Internet de gente que no había cogido un cigarro en su vida, decidí crear mi propio método para dejar de fumar. Yo llevaba dándole al tabaco desde que cumplí 17 años. Es decir, más de una década con nicotina en mi body. Tenía claro que no iba a ser fácil, pero quería intentarlo. 

Amiguis, fumar es una puta mierda. Te gastas un pastizal y por mucho que lo neguemos, nuestro cuerpo sufre. Recuerdo que fui a un Survival Zombi con unos amigos y a los 10 minutos corriendo estaba que me moría. Notaba como si mis pulmones estuviesen obstruidos, para que me entendáis. Me di cuenta de que tenía que ponerle freno. Además del tema de salud y la pastuqui, también es un coñazo estar con tus colegas en una cena y tener que salir al balcón o a la calle a fumar mientras ellos se lo pasan bomba. En resumen, era adicta y quería solucionarlo.

Esto fue el año pasado, en agosto para ser más exacta. Ahora han pasado 7 meses más o menos desde que no me fumo un solo cigarrillo y soy mil veces más feliz. Por eso he venido a contaros los truquitos que me sirvieron para mandar a freír espárragos a los cigarros.

No lo pospongas

Yo era de las que pensaba «venga, el 1 de enero lo dejo» o «sí, el lunes que viene ya no fumo más». MEEEEC. Error. Posponerlo no sirve para nada. No te pongas excusas, déjalo ya de ya. Es más, no hace falta ni que te fumes un cigarrito de despedida. El último es el último. Igual las primeras dos semanas quieres matar a toda la humanidad, pero ya verás como después casi no lo echas de menos.

Viva la tecnología

Hay miles de aplicaciones en la Google Store (y probablemente en la de Apple también) para dejar de fumar. Yo me descargué Flamy. Lo guay es que te dice el tiempo que llevas sin probar un cigarro, y eso motiva. Además te va explicando cómo ha mejorado tu nivel de vida, por ejemplo la tensión arterial, el oxígeno en sangre. Está muy bien si quieres recibir feedback y venirte arriba.

Tuve una larga charla con mis amigos fumadores

Yo tenía claro que no iba a prohibir a nadie fumar en mi presencia, cada uno es libre de hacer lo que le salga del bolo. Lo que sí que hice es pedirles a todos que no insistieran, porque me conozco eso de «veeenga, si solo es un cigarro…» y no quería tentaciones. Lo entendieron todos bien y jamás me presionaron para fumar. Además intentaron tener tacto cuando iban a fumar o incluso evitar hacerlo en mi presencia sin que yo les dijese nada. Alguno también se motivó y está dejando de fumar. Todo son ventajas.

Implementé más hábitos saludables

Aprovechando mi «nueva vida», decidí meter más hábitos sanos. Por ejemplo, beber más agua. Cuando tenía ganas de fumar bebía agua. Lo malo es que al principio me estaba meando cada dos por tres. Lo bueno es que me mejoró muchísimo la piel. También empecé a comer snacks sanos para quitarme las ganas de llevarme algo a la boca. Mis favoritos fueron las zanahorias baby y el edamame.

El truqui del almendruqui 

Pero sin duda alguna el truco que mejor me sirvió al principio, cuando de verdad tenía mono, era decirme a mi misma: «venga, va… Puedes fumarte un cigarro pero a las 9 de la mañana después de desayunar y lavarte los dientes». ¿Por qué hacía esto? Pues porque en los diez años que fumé, jamás lo hacía por la mañana y mucho menos después de lavarme los dientes (me daba ascazo el sabor de boca que se me quedaba). No me gustaba, así que de esa forma pasaba el mono pensando «venga tía, no pasa nada, mañana fumas un cigarrito al despertarte», pero cuando era la hora de fumar, no me apetecía.

Y por último un consejo gratis: no hagáis caso a la gente. Da igual cuantas veces hayáis fracasado intentándolo, nunca es tarde para dejarlo del todo.

Si tenéis algún truco que os haya sido útil, contádnoslo en los comentarios.