A comienzos de verano me eché un follamigo estupendo con el que tenía un sexo guay y las cosas muy claras. Éramos súper diferentes por lo que una relación formal estaba fuera de la conversación, pero nos llevábamos estupendamente y nos lo pasábamos bien cada vez que nos veíamos. Todo fabuloso.

EXCEPTO QUE OLÍA MAL

Antes de que me saltéis encima, Febreeze en mano, gritando «Pero cóooooomo pudiste estar con un tío que olía maaaaal» dejadme explicaros. Cuando lo conocí no olía mal. Fue a partir de la segunda o tercera cita que noté que su ropa tenía un olor… raro. Yo que no tengo el mejor olfato del mundo tardé bastante en darme cuenta a qué olía: a humedad. A lo que huele la ropa cuando la dejas un día entero después de que ha terminado el ciclo de la lavadora: rancia, muy rancia humedad. Si alguna vez os ha pasado estoy segura de que habéis devuelto la ropa a la lavadora a tope de detergente y suavizante y la habéis lavado de nuevo: pues se conoce que este tío la secaba y se la ponía tan feliz.

Las primeras dos veces no le dije nada pensando que sería una mala casualidad o algo. PERO LA COSA FUE A PEOR. El olor a ranciedad húmeda se fue intensificando, pero lo curioso también fue que se intensificó la calidad de nuestro sexo: yo estaba tan desesperada por deshacerme del olor de su ropa (ya que él, su piel, pelo y demás, no olían a nada) que a los dos segundos de entrar en casa yo ya le había quitado la camiseta y tenía los pantalones por los tobillos. Mis desodorizantes acciones fueron interpretadas como un ataque máximo de fogosidad, así que además de librarme de los olores, me llevé unos polvos wenos, wenos.

Todo hubiese estado controlado si no hubiese sido porque me empezó a insistir en quedar en su casa. Me resistí unas cuantas veces pero al final ya no tuve más excusas: su casa, dentro de todo, nos pillaba mejor al salir ambos de nuestros trabajos. PERO MADRE MÍA CUANDO ENTRÉ. Era como si una piscina olímpica hubiese decidido irse a morir ahí, porque JODER LA HUMEDAD. Entendí perfectamente de dónde venía el olor de su ropa: DE TODAS PARTES, y entendí que él debía ducharse seguido porque si no, no entiendo cómo no le olía a humedad hasta la punta del pelo. No se dio por aludido cuando le dije que sentía el ambiente la mar de húmedo (¿lo pilláis? LA MAR. JOJOJÓ) por lo que intuí que su olfato era aún peor que el mío y el tío no se enteraba.

ALGO TENÍA QUE HACER, E INMEDIATAMENTE. 

Primero cancelé para siempre los encuentros en su casa, aterrada de que el olor se me pudiese pegar a mí. Luego, empecé a programar las lavadoras justo para cuando él viniese. Él venía, plis plas ropa fuera, «OYE ESTOY PONIENDO UNA LAVADORA, APROVECHAMOS Y TE LAVO ESTOOOO?» y se lo lavaba y tendía al sol del verano, por lo que en un máximo de cuatro horas la ropa le olía a Mimosín y ya no a ciénaga. Me compré un perfume de hombre y se lo echaba para luego hundir mi cara en su cuello y deshacerme en halagos de lo bien que olía. Mi estrategia era una especie de condicionamiento a lo Pavlov: Que el tío viese que ropa lavada en mi casa = qué bien hueles tío, ropa lavada en su casa = quítatela ya querido, lavémosla enseguida con todo el Mercadona encima, y que en ese condicionamiento se diese cuenta de que olía a lo que deben oler las pesadillas. Me daba mucho palo decirle: tío, me caes de puta madre, pero hueles de puta pena. 

Pero he aprendido que, quizá, ser directa debió ser mi estrategia desde el día uno. El tío ya no es mi follamigo. Con toda su cara me mandó unos whatsapps diciéndome que lo dejamos porque soy una tía controladora: sólo quiero quedar en mi casa, le lavo la ropa sin preguntarle y a veces no ha terminado de secarse cuando se tiene que pirar a casa, que ni siquiera le gusta el perfume que le echo. En un arranque de rabia le contesté: TODO HA SIDO PORQUE HUELES FATAL!!!!! Pero cuando se lo envié ya me había bloqueado, por lo que mi mensaje se quedó con un sólo check. Querido follamigo: si me lees, que sepas que todo lo hice por tu bien y el de todas las personas que te rodeamos. Ya que no me quieres contestar en privado, te lo digo en público: HUELES A MUERTO.

Anónima Humedad.