No querer ir a la playa es una dura realidad a la que he tenido que enfrentarme durante muchos años.

¿Por qué? Porque tengo sobrepeso, celulitis, estrías y soy buena señora de pechos poderosos. Y mira, que quieres que te diga, el peso y la gravedad, cuando se unen pues tiran las cosas hacia abajo.

Aunque parezca mentira y sea triste de imaginar, somos muchas las mujeres que no hemos querido ir a la playa por complejos físicos. Complejos físicos, muchas veces creados por nuestro entorno y por la sociedad en la que vivimos.

El proceso de acostumbrarte a ir a la playa es complejo y duro en muchos casos. Aquí tenéis un artículo si necesitáis ayudita para lanzaros a ir a la playa.

Pero lo jodido de todo esto, es que tenemos tantas ideas podridas en la mente, que muchas veces nos resulta completamente imposible.

Seguro que al igual que yo, has pasado años pensando que tu cuerpo debe estar escondido, que las mujeres delgadas son las que pueden permitirse ir a la playa y disfrutar. Incluso puede que hayas pensado que tu cuerpo provoca asco en otras personas y por eso no quieres enseñarlo.

Puedo intuir que es probable que tu cuerpo te parezca horroroso, que no deseas molestar a las demás personas de la playa con tu presencia. Seguramente pienses que si vas a la playa verás cómo la gente te dedica miradas de asco y suficiente tienes tú, como para exponerte a una situación como esa ¿Verdad?

Si has pasado por el tipo de pensamientos por los que he pasado yo, sé que has tenido o tendrás una batalla dura con tu cuerpo y que no es nada fácil aceptarse a una misma y mucho menos darse libertades, como ir a la playa.

Pero hay algo muy importante en lo que te estás equivocando.

Yo estaba consumiendo mi energía en una batalla entre mi mente y mi cuerpo cuando la batalla siempre debería haber sido entre mi mente y el mundo de mierda en el que vivimos.

No sé cuantas veces tuve que repetirme ciertas cosas hasta que entraron en la mollera. Para mí fue imprescindible decirme lo siguiente: Todos las personas tienen el mismo derecho a ir a la playa.

Mi cuerpo no da asco. Mi mente y mi cuerpo forman parte de la misma persona y necesito eliminar esa disociación entre mi físico y mis pensamientos.

Este mundo de mierda intenta objetivar a las mujeres, convirtiéndolas en muñecas del deseo bajo las absurdas expectativas del género masculino más depravado y capitalista.

Pero yo puedo y quiero estar fuera de todo ese circo. Soy diferente y tengo la oportunidad de demostrar que las mujeres somos más que lo que pretenden que seamos. No ser parte de ese circo no da asco, da poder.

Así que elegí ser yo, María.

Y María está formada por muchas cosas, una mente, un cuerpo, muchos sueños, algunas inquietudes y mil cosas más.

Toda esa energía que consumía a diario combatiendo conmigo misma, la invertí en liberar mi mente. La invertí en detener los pensamientos negativos dentro de mi mente y cuestionarme cada una de las palabras que oía respecto a mi físico. Palabras que venían desde fuera y desde dentro.

Empecé a ir a la playa. El tercer día lo disfruté como hacía años que no disfrutaba y entonces me di cuenta de que no iba a volver a renunciar a mi libertad nunca más.

Me ha llevado años sentirme cómoda en bikini. Pero a día de hoy, lo primero que hago al llegar a la playa es ponerme en topless. ¿Por qué? Porque casi tengo la obligación de decirle al mundo que una mujer puede ser mujer de muchas maneras distintas.

No es sencillo, pero a mí es algo que me ha servido. Muchas veces pienso en qué podría hacer, a nivel personal, para evitar que una niña gordita (como lo fui yo en su día) crezca de una manera más sana y más libre. Y ese pensamiento es poderoso.

Es muy complicado sentirse completamente libre para mostrar sin inseguridades un cuerpo que el 80% del mundo te dice que deberías esconder. Si has conseguido llegar a ese nivel de libertad, por favor, tómate un café conmigo y dime cómo lo has hecho.

A mí, lo que me ha servido, es tener una razón para ser libre, un propósito para disfrutar de mi cuerpo como el resto de seres humanos. Y tener este propósito me hace llevar la cabeza muy alta cada vez que me paseo en tetas por una playa.

Tenemos la obligación de que las generaciones que vienen crezcan en un mundo con mujeres gordas en tetas en la playa.

Tenemos la obligación de sacar a la playa un escenario con diversidad de cuerpos. De la misma manera que empieza a pasar en los anuncios, en las series y en el cine.

Yo casi me siento en la obligación social de pasearme en tetas por la playa, porque alguien tiene que normalizar que existimos, que vivimos, que somos libres y que no tenemos porque escondernos más.

M.Arbinaga