Hola, me gusta sentarme en la cara de mi chico. Así: clara y llanamente. ¿Cómo perdí el miedo a sentarme en su cara? Pues ahora te lo cuento, pero te adelanto algo: dejándome de gilipolleces.

¿Qué pasa? Que cuando tienes sobrepeso y dos muslos más jugosos que dos bollitos de canela, pues una no quiere asesinar a su pareja (por que la quiere y esas cosas).

Yo me declaro fan del sexo oral ¡MUY FAN!

Me encanta dar placer a mi pareja, tenerle tumbado, relajado y a pito duro disfrutando como una nutria. Por consecuente, también me encanta que me coman, me besen, me escupan, me froten, me mordisqueen, me succionen y me relaman el coñete.

Lo disfruto mucho, me encanta. No sé como explicártelo: Prefiero que me coman la merienda a cenar. Punto. Quien quiera entender que entienda.

Yo nunca me había sentado en la cara de nadie. ¿Por qué? Pues porque soy muslona, tengo sobrepeso y siempre había pensado que iba a ahogar a mi pareja y que le iba a meter mi coño gordito hasta la garganta.

Lo de sentarme en la cara alguien y que me unten bien el almendro siempre ha sido una de mis fantasías más top.

En una ocasión, le propuse probarlo a una expareja. También tenía miedo a sentarme en su cara pero oye, los miedos están para superarlos. Su respuesta (poco acertada) fue «¿Sentarte para qué? ¿Qué quieres? ¿Leer una novela sentada en mi cara?»

Intenté explicárselo pero no le gustó la idea y bueno, lo fui posponiendo. Lo fui posponiendo sobre todo porque el simple hecho de decirle a un chico que quiero sentarme en su cara, teniendo en cuenta mi sobrepeso y lo mucho que tendrá que hundir su cara para poder comer algo, hacía que me muriese de la puta vergüenza.

¡Hasta que conocí a mi pareja actual!

Nos conocimos y desde los primeros encuentros pude intuir que era un cerdo de los buenos. Un cochino empotrador escupidor de manos y agarrador de coletas. Y no me equivoqué ni un poco, así que me casé con él. (Estoy frivolizando tampoco nos escandalicemos)

Al de algunos meses de conocernos, en plena faena, mi chico se tumbó en la cama boca arriba y me pidió que me sentara en su cara.

¿Qué pasó? Que se me cortó todo el rollo.

Llevaba años queriendo hacerlo, pero me sentía incapaz de meter la cara del chico que me gustaba entre mis muslones, hacerle oler coño, tragar coño y encima dejarle sin aire. Tenía mucho miedo a sentarme en su cara.

Le dije claramente que tenía mucha vergüenza respecto a este tema y aunque me moría por probarlo me sentía totalmente incapaz.

El se mostró comprensivo y me pidió que hiciéramos un 69. Yo me puse encima tumbada sobre él y el comenzó a comerme el coño.

Claro, un 69 es distinto, no te pones encima de la cara de nadie, a la persona que te está comiendo el asunto no le viola la cara nada ni nadie.

Al de poco tiempo mi chico me dijo que apoyara mis manos en sus rodillas y levantara mi tronco. Le hice caso y conseguí incorporarme. Tenía mi coño delante de su cara (que no encima) y eso me hacía sentir bastante cómoda y tranquila.

Cuando me relajé en esa postura mi chico me dijo que subiera mis manos a su cadera. Cuando lo hice me incorporé aun más, adoptando una postura más vertical.

El siguió comiéndome el coño y yo… para que mentir, tenía ya el coño hinchado de ganas, babas y temblores. Me sentí muy cómoda en esa postura y estaba disfrutando un montón.

Después mi chico me pidió que me incorporara del todo y me colocara encima de su cara. A lo cual me negué por el puto miedo que nos mantiene alejadas de las mejores cosas de esta vida. Si señoras si, tenía miedo a sentarme en su cara.

Si él me lo pide, los dos disfrutamos y nadie está resultando herido ¿Por qué no pude hacerlo? ¡Porque tenemos mucha gilipollez metida en la azotea señoras!

Yo me incorporé, me senté en su cara pero puse un pie sobre la cama y mantuve el culete en todo momento encima de la cara mi chico sin apoyar peso sobre él.

Él me agarró de las caderas haciendo fuerza hacia él, pidiéndome que me acercara más a su cara, pero mira, no pude.

Manteniendo un pie sobre la cama mi chico podía comerme el coño y yo me sentía muy cómoda así que lo hicimos así en varias ocasiones hasta que un día, después de una buena fiesta y unas copas de más, me armé de valor y me puse de rodillas sobre su cara y le dije «Destrózame el coño»

Mi chico se marcó una empalmada muy interesante y como a cualquier otra persona, eso me hizo confiar en que tanto él como yo le veíamos el erotismo a la situación.

Me sentí muy segura y empoderada, como una mamá ciervo o una yegua frotando mis feromonas en el morro de mi macho.

Desde entonces no he vuelto a mirar atrás y me he dejado de gilipolleces.

Mientras los dos estemos cómodos y disfrutemos, no pienso volver a preocuparme de mis muslos, de mi peso o de tonterías que sólo sirven para no disfrutar de la vida.
PUNTO PELOTA.

Foto de @trophywifebarbie

 

Anónimo