Hazte tu propio book de fotos, ganarás autoestima. O cómo pasé de no querer hacerme fotos y solo me hacía selfies desde arriba, A ESTO.

 

Cuando mi pareja empezó a interesarse por la fotografía, jamás me imaginé que su espíritu artístico podría contagiárseme hasta tal punto.

Yo era una persona que huía de las cámaras, de las que cada vez que sacaban un móvil para hacernos una foto de grupo (o para hacérmela a mí sin nadie más), protestaba con voz lastimera y conseguía quitarles las ganas, ocultarme tras mis amigas o huir de la situación diciendo que yo sacaba la foto.

Solo me animaba a salir en fotos cuando me hacía selfies. Siempre desde arriba, con un ángulo estudiado para ocultar esa papada que yo siempre iba buscando encontrar cuando observaba con detenimiento el resultado del disparo. La gran mayoría de las veces usaba poses estudiadas, sin sonrisas o con una muy leve que no me marcase arrugas o hiciera que mis mejillas regordetas estuvieran aún más pronunciadas (aún me limité más las expresiones faciales cuando me puse el aparato). Nunca me hacía fotos de cuerpo entero, sólo de cara, porque siempre me decían el típico «con lo bonita que eres de cara, qué lástima que estés tan gorda», así que evitaba resaltar mi cuerpo y lo ocultaba tras otras personas, tras ropa holgada o, directamente, no sacaba mi cuerpo en las fotos desde el pecho para abajo.

Pero ya sabéis que las chicas hacemos lo que sea por amor… Y, cuando estás arrancando en el mundo de la fotografía y aún no conoces a suficientes personas que quieran posar para tus fotos, recurres a lo que está «más a mano».

Aún recuerdo el terror de mi expresión cuando Tom me pidió que posara para él y yo, que lo quiero tanto, sólo pude decir: «fotografíame como a una de tus chicas francesas» (aunque sin mucho convencimiento).

No os voy a mentir: los primeros intentos fueron un poco desastrosos; no por su falta de habilidades (aunque también un poco, porque al principio aún estaba aprendiendo), sino por mi rigidez facial y corporal.

Mi chico, con sus ansias de superación (y movido por su amor por mí), investigó sin cesar las poses que más se adecuaban a mi tipo de cuerpo y, en un principio, me guio para que las sesiones salieran lo mejor posible.

Cuando vi el resultado no me lo podía creer.

Sin pecar de ser una creída… ¡Estaba fantástica! Me veía más guapa que nunca.

Pero, a pesar de que todos los entornos naturales que elegíamos en Málaga eran preciosos y hacían que las fotos lucieran lo mejor posible, yo seguía notando en mi cara que no estaba saliendo todo lo bien que podía salir, así que ambos seguimos investigando la forma de hacerme sentir cómoda.

Quería más, quería seguir sintiéndome así de bien cuando me miraba… Así que empecé a aprender a maquillarme mejor y me puse a buscar modelitos de ropa que pudieran servir para futuras sesiones. Yo le enseñaba la ropa que había decidido ponerme y mi fotógrafo particular se encargaba de buscar los entornos naturales cercanos más acordes con el look.

Yo, la que siempre huía del momento fotografía, me había convertido en una «adicta» a las fotos. Y, no sólo eso, había aprendido a posar a mi manera, cosa que él, como fotógrafo, era lo que iba persiguiendo desde un principio. Porque las poses básicas están muy bien para empezar, pero cuando dejamos fluir nuestra propia esencia es cuando salen los mejores resultados.

Lo curioso es que, como cada vez me veía mejor en las sesiones, me sentía más a gusto a lo largo de todo el proceso, me animaba a querer hacer más, a arreglarme más… ¡Me estaba sirviendo de terapia! Ya no me hacía falta el momento foto para sentir que podía ser una diosa y, si algún día me encontraba un poco baja de autoestima, me dedicaba a deleitarme con fotos anteriores para recordarme lo bella que soy (aunque a veces se me olvide).

Desde que mi chico empezó en esta aventura (hace ya cuatro años), multitud de chicas malagueñas (y otras que han venido desde otras ciudades) han sabido apreciar aquello que hace especiales sus fotos y han querido ponerse en sus manos para sentirse como yo. Y, sin haber sido su intención en un primer momento, muchas de ellas han proclamado a Tom Owen Fotografía como  fotógrafo «body positive», dado que si ves su porfolio puedes encontrar una gran variedad de rostros y morfologías muy diversas. Si no me creéis, podéis echarle un vistazo a su perfil y a su página web donde, además de ver su arte, también podréis conocer cómo trabaja y la filosofía de su empresa:

 

https://instagram.com/tomowen.fotografia

https://www.tomowenfotografia.com/

Como podéis ver, sobre todo son chicas las que han decidido ponerse en sus manos (aunque él no rechaza cualquier reto fotográfico que se le presente) y, como resultado final, han obtenido un book digno de la diosa que llevan dentro.

Algunas de ellas eran modelos profesionales, otras, sin embargo, sólo querían tener un bonito recuerdo o algunas fotos profesionales para subir a sus redes sociales. Pero lo que todas han sacado en conclusión y han obtenido de esta experiencia (además de unas maravillosas fotos) ha sido el enorme chute de autoestima que han conseguido tras la sesión, resaltando lo cómodas que se han sentido al ponerse en sus manos.

Así que yo os animo a que os empoderéis, que saquéis a la vikinga que lleváis dentro y que os aventuréis a haceros vuestro propio book de fotos, porque no hace falta ser una súper modelo para haceros una preciosa sesión que podáis conservar para siempre.

No hace falta que sea un regalo para nadie, solo para vosotras mismas, porque os merecéis sentiros tan bien como he logrado sentirme yo conmigo misma y como tantas otras chicas nos han dicho que han logrado sentirse tras las sesiones (porque ahora, además de modelo ocasional, le acompaño como ayudante).

 

@caoticapaula