Confesé una infidelidad porque me diagnosticaron una ETS y resultó ser un error
Una compañera me dijo una vez que, si te encontraban algo malo en la revisión médica de la empresa, te quedaban tres días de vida.
Recuerdo haber reído con el comentario y haber pensado que, si a ella le valía como excusa para no hacerlo, pues bien, pero que tampoco podía ser tan exagerado y siempre estaba bien saber cómo anda uno de colesterol y triglicéridos.
Firmé los consentimientos y esa semana me sometí a los análisis y pruebas del dichoso reconocimiento médico anual.
A los quince días recibí el preceptivo sobre con los resultados.
No me habían encontrado nada excesivamente grave, pero sí que me jodieron la vida.
En el sobre venían los resultados de las pruebas físicas, los de las analíticas y, además, el informe del médico que suele constar de una o dos frases en las que indican que voy un poco teniente del oído derecho, que tengo sobrepeso y un leve astigmatismo.
Sin embargo, en esta ocasión, además de todo eso había otro párrafo informando que debía acudir a consulta, ya que había dado positivo en sífilis.
¡Sífilis!
Yo no sabía que en las revisiones de ese tipo se buscasen posibles ETS. No sabía que pudiera padecer una. Ni siquiera sabía muy bien qué era eso de la sífilis.
Sabía lo justo para ser consciente de que tenía que hablar con mi novio.
Y no porque sospechase que él me hubiera sido infiel, sino por la certeza de que yo lo había sido.
Fue en los inicios de nuestra relación.
Durante aquellos primeros meses en los que todavía no sabíamos a dónde iba lo nuestro ni le habíamos puesto etiqueta a lo que teníamos.
Por un tiempo tuve relaciones con él y con un par de chicos más.
En cuanto me di cuenta de que íbamos en serio, dejé de lado esos escarceos y no volví a tocar a otro.
De eso hacía ya más de un año, estábamos completamente enamorados el uno del otro y acabábamos de irnos a vivir juntos.
Admito que valoré muy seriamente ocultárselo. Ir a mi gine, tratarme yo sola y hacer como si nunca hubiera pasado nada.
Pero después de ir al médico, pedirme nuevas analíticas y escuchar las implicaciones de padecer sífilis, aunque esta no se manifestase en nuestros cuerpos, entendí que hacerme la loca no era opción.
Me armé de valor y esa misma noche nos sentamos a hablar.
Confesé una infidelidad porque me diagnosticaron una ETS y resultó ser un error
Le dije a mi novio que me habían detectado una ETS y, sí, no pude evitar tantear su reacción para ver si quizá me había engañado.
Puedo parecer ingenua, pero supe con total claridad que jamás lo había hecho.
Así que se lo conté. Le hablé de aquellos líos, de que no significaron nada para mí y de lo mucho que me arrepentía de haberlos tenido. Sobre todo, ahora que era consciente de que había puesto en riesgo su salud por cuatro polvos tontos de los que ya apenas si me acordaba.
Mi novio se quedó en una especie de shock. No se mostró enfadado, no me gritó ni me llamó nada… Solo me dijo que necesitaba un tiempo para asimilarlo y ver cómo se sentía.
Nos hicimos las pruebas y fuimos juntos a buscar los resultados.
El alivio que sentí cuando el médico nos dijo que el resultado de él era negativo no lo puedo ni describir.
Sin embargo, la sensación fue breve, porque lo siguiente que nos dijo fue que los dos habíamos dado negativo.
Me planté en la clínica donde se hacen los reconocimientos médicos de mi empresa hecha una furia. Me desahogué con la mujer de la recepción y otro hombre al que llamó después y que no sé a qué se dedicaba.
Lejos de asumir que algo había ocurrido, lo que hicieron fue repetirme los análisis y, dos días más tarde, llamarme para informarme que ya habían averiguado lo que había ocurrido.
En efecto, no había ningún error en las analíticas en sí, lo que había sucedido es que las habían intercambiado con las de otro paciente.
Bueno, una equivocación la tiene cualquiera. Pero yo creo que hay cosas con la que se deben extremar las precauciones.
Porque yo confesé una infidelidad por haber sido diagnosticada de una ETS que resultó ser un error y que igualmente se cargó mi relación.
Ya que, aunque mi novio estaba sano y yo estaba sana, la infidelidad que en realidad no era estrictamente una infidelidad quedó ahí, flotando sobre nosotros como un fantasma del pasado retorcido y cabrón.
Y mi novio, pese a que lo intentó, no lo superó.
No pudo volver a confiar en mí como lo hacía antes de aquella mierda de conversación que me vi obligada a tener con él porque alguien traspapeló unos resultados.
Anónimo
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