Durante los primeros años de mi vida, y a causa de la profesión de mi padre, nos mudamos mucho. Me cambiaba tanto de colegio que no llegué a ir dos cursos seguidos al mismo. No tengo ningún trauma ni mucho menos, pero es cierto que esto dificultó mis relaciones sociales. Es complicado mantener amistades en la distancia cuando eres un niño. Por más que mis padres los intentaran, a esa edad lo de hablar a menudo por teléfono no es suficiente.

Para cuando me pude estabilizar y vivir en el mismo domicilio sin más mudanzas a la vista, yo ya estaba terminando mis estudios y era casi una mujer. A pesar de las circunstancias y de que soy bastante introvertida, siempre he tenido amigos. En mis tiempos universitarios pertenecí incluso a una pandilla, lo cual fue todo un hito en mi historia.

Sin embargo, con la vida adulta el grupo se fue diluyendo y, poco a poco, se fue quedando en nada. Sigo teniendo contacto más o menos habitual con algunos de los miembros, pero no sé si a eso se le podría llamar amistad con todas las letras. En general es lo que me ha pasado toda la vida, que nunca he sentido que tuviera amigos de verdad. Me pasé la juventud viendo esas pelis y series estadounidenses en las que la prota tiene una Best Friend Forever con la que puede contar para todo y yo deseaba saber cómo sería esa sensación.

Me preguntaba por qué yo no tenía una Bestie de esas. Si sería por mi carácter o por mis circunstancias o qué. Reconozco que anhelaba tener ese tipo de relación. El tener a alguien que me conociera y me quisiera como soy, en quien confiar sin fisuras y que me hiciera sentir que apreciada. He tenido algo parecido en mis parejas, aunque no creo que la sensación sea la misma cuando hay amor romántico de por medio.

 

Bueno, ya no lo creo. Ahora por fin sé fehacientemente que no es lo mismo. Y lo sé porque conocí a mi mejor amiga a los 45 años. Cuando ya pensaba que me moriría sin tenerla, conocí a esta mujer de la que puedo decir sin miedo a equivocarme que es mi mejor amiga. No me cabe la menor duda. En ella he encontrado todo lo que creía que era una mejor amiga, aunque también mucho más. Un montón de cosas que desconocía que compartían las amigas de verdad.

Tenemos una complicidad como no había conocido jamás. Y casi desde aquel primer día en el rellano al que ambas salimos a fumar en el descanso del trabajo. Porque a aquel cigarro le siguieron muchos más durante el tiempo que trabajó en el mismo edificio. Y, aunque eso no fueron más que unos meses, para cuando terminó su contrato allí ya éramos uña y carne.

Con ella he experimentado esa conexión que las personas tienen con sus amigos del alma. Con ella entiendo a qué se refiere la gente con eso de la familia escogida. Porque, hoy por hoy, con mis 50 años cumplidos, ella es mi hermana de otra madre. Es la persona a la que acudo cuando estoy mal, a la que corro para contarle lo que me ha salido bien. Está ahí siempre para mí, yo estoy siempre para ella.

 

Compartimos secretos, confidencias, alegrías y penas. Ya no puedo imaginar la vida sin ella. Pero, aunque sucediera algo que nos separara, nunca dejaría de agradecerle lo que ha supuesto para mí su amistad, ya sea por 20 o solo por estos 5 maravillosos años a su lado.

 

Minia

 

Envíanos tu historia a [email protected]

 

Imagen destacada