Conocí al amor de mi vida a través de Instagram

 

El otro día vi la entrada del foro de una chica que necesitaba leer historias de amor y me ha dado alas para escribiros.

Puede que la mía no sea la más grande y extravagante, pero es auténtica, bonita y… es la mía, qué os voy a decir.

Nunca creí que diría lo que os anuncio en el título, pues yo pensaba que una podía enamorarse en clase, el trabajo, la carnicería o incluso en una app para ligar.

Pero nunca pensé que me iba a enamorar por medio de interacciones en una red social.

Y es que yo conocí al amor de mi vida a través de Instagram.

Conocí al amor de mi vida a través de Instagram
Imagen de Cristian Dina en Pexels

‘Dios los cría y ellos se juntan’, decía siempre mi abuela, y nosotros dos nos criamos frikis y, como buenos frikis, nos fuimos a juntar en el perfil de una cuenta de la temática que se convertiría en nuestra primera cosa en común.

Hace más de cuatro años de aquellos tímidos inicios y todavía bromeamos de cuando en cuando con que a nosotros nos crio Tolkien y nos juntó Zuckerberg.

El tema es que nuestro primer contacto fue un like suyo en un comentario que había hecho yo en una publicación.

Yo era bastante activa en Insta y llevaba tiempo siguiendo esa cuenta, por lo que ya me consideraba de casa y solía interactuar bastante con ese perfil.

No era la primera vez que otro usuario le daba ‘me gusta’ a mis interacciones y normalmente tenía fichados a quienes lo hacían porque por allí ya nos conocíamos.

Aquel no era el caso y el nombre no me decía nada, así que recuerdo que me pasé por el perfil por simple curiosidad.

De modo que, al siguiente like, ya sabía quién era cuando vi la notificación.

A esos dos primeros le siguieron otros pocos. Unas semanas después, respondió a mi comentario con un chascarrillo a la altura del mío.

Y la verdad es que me hizo mucha gracia.

Imagen de Ivan Babydov en Pexels

Pronto me descubrí más pendiente de ‘quién’ se pasaba por las publicaciones de aquella cuenta, que de lo que publicaba en sí.

Me pasaba un buen rato meditando lo que ponía por mi parte y me quedaba a la espera de que cierta persona se pasase por allí a darme la réplica.

Un buen día amanecí con la notificación de un nuevo seguidor.

En efecto, se trataba de mi colegui, el ilustrador especializado en fantasía oscura que no tenía ni una puñetera foto suya en todo su feed.

Yo ahí, toda expuesta con mis selfis a tope de filtros y mis fotos con mi perro, y él oculto tras sus ilustraciones.

En fin, no importaba, seguro que la suya era la típica estrategia para conseguir seguidores.

Pues no le iba a dar el gusto. Me mataba la curiosidad, pero no iba a caer.

Me hice la interesante y seguí limitándome a responder a sus vaciles temáticos en las cuentas que teníamos en común.

Hasta el día en que subí una foto de mi pueblo, él lo reconoció porque veraneaba en él de niño y, no contento con comentar… me envió un mensajito.

Y unos días y muuuuuuchos mensajes más tarde, empezó a seguirme con su cuenta personal y ya no volvimos a hablar por medio de la profesional.

Por fin pude verle la cara, aunque fuese en una foto de perfil que era mitad foto real, mitad ilustración.

Pero que fue suficiente para hacerme una idea de cómo era. Y era una idea muy guay.

Conocí al amor de mi vida a través de Instagram
Imagen de Tofroscom en Pexels

Lo de que me siguiera con su cuenta personal, dejando a un lado la que tenía para hacerse con posibles clientes, derribó las resistencias cada vez más débiles que mantenía con respecto a él.

Me vine arriba y me abrí a nuevas y lucrativas posibilidades.

Nos pasábamos el día enganchados a Instagram.

Escuchaba la notificación y se me ponía cara de tonta porque ya sabía que era él.

El resto del mundo se comunicaba conmigo por los cauces habituales.

 

Total, que el entorno virtual se nos quedó pequeño y decidimos quedar en ese pueblo al que yo iba una o dos veces al año, y al que él no había vuelto desde que era un niño.

Le pedí las llaves de la vieja casita de mis abuelos a mi tía y él pagó una habitación de hotel que no llegó a usar.

Llovía, hacía frío y había conducido un porrón de horas… no me pareció considerado echarlo de la casa de mi familia cuando terminamos de recoger los cacharros de la cena y las copas posteriores.

 

Y, bueno, más o menos este es el resumen de cómo conocí al amor de mi vida a través de Instagram.

Ya veis que nunca se sabe dónde nos lo podemos encontrar.

 

Anónimo

 

 

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