Nunca me he considerado una persona muy fina, para que nos vamos a engañar, y tampoco tengo pudores a la hora de hablar de fluidos corporales y temas escatológicos. Sin embargo, jamás de los jamases se me había ocurrido sacar a la luz estos temitas con un tío potencialmente follable… ¡Hasta este fin de semana!

Mis amigos y yo nos fuimos a una casa rural por una despedida de soltero mixta (es decir, con chicos y chicas). Aunque conocía a la mayoría de los asistentes, había tres personas a las que no había visto en mi vida porque vivían en Barcelona. Sólo había hablado con ellos vía WhatsApp así que no sabía ni qué cara tenían ni cómo serían físicamente.

Al llegar a la casa rural, ese grupito ya estaba allí. Abrieron la verja de la casa y le vi: el tío más buenorro que he visto en mi vida. En serio, no hay palabras para describir el flechazo que sentí. No os voy a hablar de amor, sino de excitación pura y dura.

En lo que llegó todo el mundo, los que ya estábamos abrimos una cerveza y nos sentamos en el porche para hablar. No sé muy bien cómo, pero la conversación derivó en mi tema favorito: la caca.

Muchas os llevaréis las manos a la cabeza, pero hablamos de la frecuencia con la que íbamos al baño, la hora buena para cagar, anécdotas graciosas con caca. Sí, visto desde fuera no resulta demasiado agradable, pero en ese momento el buenorro y yo estábamos despollados de la risa.

Durante todo el fin de semana hablamos de burradas varias y para más inri, yo tenía unas pintas de despojo humano importantes. Lo último que me apetecía era maquillarme y como la casa tenía piscina, me pasé la mayor parte del tiempo con una camiseta gigante, un moño y en bañador.

El último día me enrollé con el buenorro, el tío perfecto, el hombre más guapo que he conocido en mi vida. Sí, pese a mis pintas de yonki y mis temas de conversación sobre caca, le gusté, y llevamos hablando toda la semana como adolescentes.

¿Y a mí qué me importa?, os preguntaréis algunas.

No escribo este post para presumir de haberme acostado con la perfección hecha persona, sino para decir que no tenemos que fingir ser algo que no somos para gustar a un tío. Yo soy la primera que disfruta maquillándose o poniéndose unos tacones, pero joder, qué subidón de autoestima me ha dado ligar mostrando mi faceta más chabacana.

Si alguien os mira mal, os juzga u os desprecia por ser tal y como sois, es que no merece la pena. Y esto es aplicable tanto si disfrutáis hablando de caca, como si disfrutáis hablando de la colección otoño-invierno de Zara. Me da igual, vuestra forma de ser es perfecta, porque es vuestra, así que no la ocultéis.

Qué bonito es encontrar a personas que disfrutan con tu caos, tu turbiedad y tu sentido del humor, y qué bonito es echar un buen polvo, todo sea dicho.

 

Anónimo

 

Envíanos tus historias a [email protected]