Hay una cosa que me encanta de cuando tienes mucha confianza con alguien y es compartir las miserias personales: traumas, gustos raros, manías… Sobre todo, cuando has llegado a ese nivel de confianza en que sientes que no te van a juzgar o que, aun así, te la sopla y confiesas esas cosas que, a priori, te cuestan admitir.

La que haya salido cotilla de nacimiento sabe de lo que hablo cuando digo que me da una especial satisfacción asomarme a la mirilla y pegar la oreja a la puerta.

De verdad que, si he tenido un día de mierda y, de repente, alguien se para en el rellano a contarle su vida a otro ser humano se me enciende una alarma, porque debo tener un radar o es que siempre me pilla cerca de la puerta, no sé. El caso es que mi sentido arácnido-cotilla se activa y me pego como una lapa a la puerta para intentar cogerle el hilo a la conversación.

Algo parecido me ocurre cuando las vecinas se hablan por el patio interior y yo estoy tan ricamente cocinando y se empiezan a contar sus cosas a gritos. O a veces ni eso, a veces basta con que una tenga la ventana abierta para que te enteres de su vida, dependiendo de los decibelios a los que se hable en esa casa, que también puede pasar.

Mi límite está en asomarme a mirar a esas personas despreocupadas por los cotillas potenciales como yo. Una cosa es reírte con sus movidas y otra es que salgan de la ducha sin preocuparse de que tienen todo abierto y le vea el culo a mi vecino de 80 años. Lamento comunicar que me ha pasado en reiteradas ocasiones. Será el karma. 

El cotilleo también trasciende a otros niveles más físicos, por ejemplo, cuando voy a casa ajena.

¿Quién no ha registrado los armarios del baño de otro mientras mea? Es un clásico, quien diga que no lo hace es porque aún no siente la confianza suficiente para admitirlo, pero le da el mismo gustito que a ti o más.

Hablando de los límites de lo ajeno y lo propio, otra cosa que me da mucha satisfacción es reventarle espinillas y puntos negros a otra persona. Esto no es ninguna novedad, porque si buscas en internet verás un gran despliegue de material entorno a este tema, la gente sube vídeos muy detallados estallando granos ajenos, es flipante.

Igual aquí sí se suele admitir más que te guste hacerlo, pero que busque contenido en la red… ya es otro cantar.

También me pasa con los pellejitos que te salen después de quemarte en la playa.

Odio quemarme, tengo la piel muy sensible, pero al menos sé que la recompensa es quitarme los pellejos a tiras cuando se renueva la piel (siempre que no duela, ojo). De igual manera, se lo hago a quien se me ponga a huevo, así que ojo con cruzarte conmigo en verano si te has quemado, porque voy a ir a por ti como los monos estos de los documentales que salen despiojándose, pues igual.

Hay gente a la que les da esa misma satisfacción lo de arrancarse los pellejitos de los labios, a mí eso me da grima, pero no juzgo. Es lo mismo que el tema de las uñas y alrededores.

Conozco gente que se las come hasta que les asoma chopped, que se ve toda la carne rosa e inflamada, que dices tú “no sé si le compensa, lo habrá gozado.” A veces este prototipo también tiende a arrancarse todos los padrastros hasta dejarlos en carne viva, incluso con infección que dices tú: “Aquí ya se te fue la mano, Mari Carmen, vamos a por un poquito de agua oxigenada.” 

Apartando a un lado lo escatológico, también da mucho gustito dejar a alguien en visto después de que te haya puteado o, como no, durante el clásico tonteo.

De esos que te habla y tú ni mú y al cabo de los días te vuelva a escribir proponiendo ya algo más jugoso incluso sin haber tenido una respuesta por tu parte. Esto produce un grado de satisfacción casi orgásmico.

Que ahora que lo menciono, no es que dé gustito, da gustazo acostarte con alguien y correrte a la primera. En estos casos no es que no quieras admitir que te dé gusto correrte, sino que te da vergüenza que sepan que no pasa siempre, vamos que te han dejado a medias y les ha importado un pepino.

Hablando de pepinos, también da muchísimo gustito experimentar con juguetes sexuales y todavía hay quien no se atreve a admitirlo por miedo al qué dirán. Quien dice juguetes, dice fantasías eróticas o prácticas menos visibilizadas tipo intercambio de parejas.

En fin, que este tema da para mucho y yo me enrollo y me enrollo a confesar cositas porque con vosotras me siento entre amigas.

Ele Mandarina