Durante este último año, he dedicado el tiempo que he estado encerrada en casa a pensar mucho (a veces, demasiado) y, como es normal, me he llegado a plantear ciertas cosas de mi vida. En este caso, lo poquito que me he querido en las 26 primaveras que tengo. 

Un día acostada en el sofá (sí, en pijama… Porque fue y es el outfit de tendencia), en mi infinito aburrimiento, empecé a pensar en lo poquito que he disfrutado por “el qué dirán”. Muchos dirán “¡Ah, pero haz lo que te de la real gana ¿Qué más da lo que piensen?” 

¡Ay… qué facilito es decirlo…! 

El caso es que hice una lista con la cantidad de cosas que dejé de hacer por las miradas, por los cuchicheos y por los comentarios que recibía. Me dolían, sí. Pero, después de darle vueltas y tomarme enserio eso de que la vida es solo una, me coloqué los ovarios en su sitio y retomé (algunas) de las cosas que aplazaba o que había dejado en el olvido. 

Por ejemplo…

 

Ir en patines. Puede que vaya cual pato mareado pero, bien orgullosa porque los piños siguen en su sitio. Aunque nunca descarto tener el móvil preparado con número de mi dentista (por si las moscas). Digamos que Phoebe me representa tanto en técnica como en felicidad cuando me pongo los patines. 

Ir sin sujetador. Cuando era (no tan) pequeña, un comentario desafortunado comparando mis tetas con unas mandarinas, hicieron que estuviera acomplejada durante muchos años. Después de esa catastrófica noche, empecé a usar sujetadores con relleno. Harta de la prisión de aros y tiras que te marcan hasta el mismísimo alma, estuve dos meses sin usarlos y chiquis… el placer que se siente dejando las lolillas a su libre albedrío no puede compararse a mi mejor amigo, el satisfyer. Desde entonces, mis mandarinas y yo somos de lo más felices. 

 

Usar pantalón corto. Mis muslos han sido otro de los grandes quebraderos de cabeza pero, en cuanto comprendí que estas piernecitas son las que me permiten hacer mil y un planes, les perdoné la piel caída, las venitas y la celulitis y las dejé tomar el rayito de sol que tanto se merecen yendo en short. Eso sí, el roce entre muslamen y muslamen no pasa desapercibido para nadie y… ¡Santa envidia, a mí nadie me ha rozado tanto en la vida!

Ir al gym. Aunque la situación de ahora no nos lo permite, hubo un día en que dejé de ir al gimnasio porque entraba en pánico en cuanto mi mirada se cruzaba con la de otro ser vivo. Me obsesioné con eso de “me están mirando. Seguro que se fijan en el poco peso que levanto…”, “Pensarán que, con la de tiempo que llevo aquí, los cambios son inexistentes” y mil cosas así. 

¡Ahora, estoy deseando volver! Me da igual lo que puedan pensar, la cuota la pago yo y, mi salud va primero. 

 

Estos son solo algunos ejemplos, tengo muchos más pero, creo que la idea está clara: ¡AMOR! ¡AMOR PROPIO, AMIGXS! 

Bastantes planes y experiencias hemos dejado pasar o no hemos podido cumplir por “el qué dirán”.

¡Vamos a vivir como queremos, como nos merecemos!

Nuria Medina (@yuyamhdez)