Cosas que hacía por gorda hasta que descubrí que no era la única

 

Seguramente muchas veces habéis vivido situaciones o hacíais cosas que creíais que a nadie más que a vosotras os pasaban y que encima solo os pasaban por estar gordas. Durante mucho tiempo creí que había cosas que solo podían pasarme a mí, porque claro, mírame, tan gorda como estoy como va a pasarle eso a nadie más. Hasta que descubres que no solo te pasa a ti sino a muchas personas más, gordas o no. Entonces, te explota la cabeza y muchas de las creencias que tenías sobre ti y tu cuerpo van cayendo una a una.

No ponerme vestidos: creo que la última vez que me puse un vestido antes de caer en la cuenta de que estaba gorda fue en una boda y obligada, allá cuando tendría unos 10-12 años. Eso sí el vestido anchito para que no se note nada, vaya alguien a darse cuenta de que tengo barriga, que seguro que no han visto lo grande que soy y claro si no se ve, no existe. A partir de ahí cada vez que mi mente decía ponte un vestido y mandarlo todo a la mierda, salía el típico “Es que te hace muy grande” “Se te ve enorme”, o sea ¿Hello?, soy enorme.

Menos mal que con el tiempo las cosas te van dando más igual o es que yo maduré y empecé a disfrutar de los vestidos como nunca y de lo cómodos que son.

Los pantalones cortos debajo de los vestidos: si sois de pierna ancha como yo, primero mi más sentido pésame, porque seguro que descubristeis de la manera más dolorosa que a vuestros muslos les gustaba más el froti froti que a vosotras. Yo no sé vosotras, pero la primera vez que se me ocurrió que podría llevar pantalones tipo leggins debajo del vestido para que no me rozaran los muslos, no sabía si llorar o reír de la emoción, gracias a eso ahora los vestidos son un continuo en mi armario.

 

Sentarme en una silla calladita: como todos sabemos hay tantos cuerpos como personas pero por lo visto, los fabricantes de sillas de restaurantes no. Entonces es cuando te encuentras en una de esas situaciones en las que llegas a un restaurante, ves la silla y piensas, ahí tengo que meter mi culo y todo el resto.

Y en ese momento tienes dos opciones: pedir una silla distinta o más grande, o callarte y embutirte dentro de la mini silla que puede que aguante o no, y que además sabes que se te va a clavar en todos los rincones de tu cuerpo. Y si sois como yo que la vergüenza os puede muchas veces, aguantáis la tortura antes de decir ni mu.

 “Anda creía que eso solo me pasaba a mí” cuántas veces habré oído esa frase…

Ponerme ropa de vieja: sí, esto es así, si eres de la generación de los 80 en adelante, gorda, y para más inri alta, lo tenías muy complicado para comprarte ropa a la moda. Con deciros que hasta hace relativamente poco no he podido ir vestida a la moda o de manera más “normal” no os exagero. Porque antes, las personas gordas solo eran viejas, por lo visto, a partir de cierta edad sí se podía ser gorda. Cuantas veces me habrán comprado ropa en el mercado o en la sección de señoras del Corte inglés porque allí sí había mi talla, y eso no era lo peor. 

Lo peor venía cuando querías parecer mínimamente tú, y tenías que ir vestida con los estampados típicos de señora mayor, con florecitas, pájaros (no se qué les pasa con los pájaros, de verdad, la obsesión) o era todo de un color neutro, beige, negro, marrón, etc. Total seguro que la mayoría habéis pasado por ahí y que cuando la gente que no tenía vuestro cuerpo se quejaba de que no tenía ropa, lo mínimo que queríais hacerles era tirarles por un puente.

 

Como podéis ver, todas estas cosas seguro que también os han pasado a vosotras o tristemente son muy familiares para la mayoría. Muchas veces nos toca resignarnos, aprender a sobrevivir y adaptarse con aquello que tenemos. Pero otras podemos luchar para cambiar aquello que no nos gusta, o ayudar a aquellas personas que dan la cara para que algo cambie.

 

Vecky