Me encanta ser madre y adoro a mis niños, son lo más.

Pero antes de ser madre era persona y, aunque a veces me cuesta creerlo, estoy bastante segura de que sigo siendo una persona que, entre otras cosas, es madre. No solo madre al 100% y las veinticuatro horas del día.

Menudo trabalenguas me ha quedado ¿eh?

Mis disculpas, es que hoy mis hijos me levantaron escandalosamente temprano y me está costando remontar.

 

A lo que iba, que soy una mamá feliz y realizada la mayor parte del tiempo, pero hay momentos en los que echo de menos mi independencia, intimidad e incluso mi propia individualidad.

De modo que tiro de alguna que otra válvula de escape como estas cosas que hago a veces y que no me convierten en peor madre que otras:

 

  • Horario estricto para ir a dormir. Hemos establecido unos horarios y soy inflexible con ellos, a la hora convenida los niños se van a la cama. Bueno, esto no es algo que haga solo a veces, es impepinable de lunes a viernes durante el curso escolar. Me permito relajar relativamente los horarios las vísperas de festivo y en vacaciones, a un alto coste personal. Esas tres horas — o un poco más — que aguanto despierta desde que los niños duermen en sus camas es el único momento del día de que disponemos su padre y yo para hablar sin interrupciones y hacer vida de pareja. Venga… casi me lo creo. En realidad, solemos invertir ese rato en cotillear Instagram y quedarnos dormidos mientras se supone que vemos una serie de Netflix. Pero ese tiempo es nuestro y hacemos con él lo que queremos (o podemos).
¿Qué serie dormimos hoy, cari?
  • Ausentarme de algunas salidas familiares. Tenemos la gran suerte de poder hacer vida familiar durante toda la semana, pues nuestros horarios de trabajo nos permiten estar con los niños todas las tardes y el fin de semana completo. Así que, de cuando en cuando, me tomo mis licencias. Les digo adiós con la mano desde la puerta y dedico el rato que se van con su padre a andar en bici, a recoger conchas a la playa, o lo que sea, a hacer lo que me apetezca. Aprovecho para leer, escribir, o simplemente vegetar un poco mientras escucho música. ¡La música que me gusta a mí! Alucinante.

 

  • Hacer planes con mis amigas (sin incluir a los niños). Y eso que la mayoría son madres también, por lo que es una tarea harto complicada, aunque no imposible. Me parece muy sano salir cada cierto tiempo de la esfera familiar para ampliar horizontes, liberar la mente y regresar con energías renovadas. Es muy probable que nos pasemos media cena hablando de nuestros retoños, pero bueno, es que estamos muy orgullosas de ellos y al menos estaremos charlando con tranquilidad. Y sin tener que levantarnos a cambiar un pañal o a pasar la fregona para limpiar un zumo derramado.

  • Conseguir momentos para la pareja. Mi hermano y mi cuñada han cogido la costumbre de regalarnos vales canguro por Navidad. Al principio solían incluir entradas para el cine o algún tipo de evento, pero ya les hemos dicho que pasen. El vale canguro a secas es más que suficiente. Y taaaaan necesario. Me dan a escoger entre eso y un Lamborghini y que le den por saco al coche, que yo ya tengo un Toyota Yaris de 2014 que va estupendamente. Nos cuesta usarlos, no creáis, pero cuando lo hacemos los disfrutamos un montón. Estoy deseando que se terminen las restricciones para poder darnos unos cuantos homenajes, que se me están acumulando los vales y ya me han advertido que caducan.

 

  • Desahogarme con quien me entienda. A mí me resulta terapéutico, qué le voy a hacer. Me alivia expulsar en forma de palabras — y palabrotas — las tensiones, cansancio, hastío y desesperación que voy acumulando en el día a día. Según voy despotricando sobre lo harta que estoy de que no me hagan caso, o lo agotada que me tienen con su exceso de energía, voy haciendo hueco para acomodar y disfrutar del resto de vivencias y sentimientos que me proporciona la maternidad. Es decir, dejando salir lo malo, me quedo dentro solo lo bueno. Y me parece algo muy saludable.

Porque la maternidad tiene mil caras y no todas son amables. Pero la parte positiva supera con creces la negativa y cada una tiene sus truquitos para sobrellevar lo malo y disfrutar plenamente de todo lo demás.