Lo de hablarle a tu ex o escribirle mensajes a tu madre creyendo que hablas con una amiga está ya muy visto, y seguramente es lo que esperabas que te contara, ¿verdad?

Pues no, yo soy la «rarita». Siempre lo he sido y siempre lo seré, así que esta no iba a ser la excepción.

Lo que sí que hago mucho es coger el teléfono y hablarles a mis amigas, y doy gracias a todo lo habido y por haber de no haberme equivocado nunca de chat hasta la fecha (aunque eso no significa que no me arrepienta de alguna que otra cosa que les haya enviado).

Así que, sin más dilación, os enumero algunas de las cosas más graciosas que he hecho estando borracha:

– Aquellas veces en las que le enviamos vídeos a nuestra mejor amiga.

Mi chico y yo compartimos mejores amigas. Digamos que yo le «robé» a su mejor amiga y él hizo lo propio con la mía. Pero, cuando estamos borrachos siempre nos acordamos de Carol (la suya) dado que, en cuanto a personalidad, ella y yo nos parecemos mucho, tenemos el mismo tipo de humor y somos igual de chabacanas (en momentos puntuales).

Así que, casi siempre que bebemos, se suceden una serie de acontecimientos: bebemos demasiado, vemos pelis chorra, seguimos bebiendo, nos ponemos cachondos, follamos y (antes más a menudo que ahora) le enviamos un vídeo a Carol al WhatsApp.

Estos vídeos, en su mayoría, contienen un alto contenido de risas borrachas, varias escenas de morreos subiditos de tono que incomodarían a cualquiera, brindis derramando las copas sobre múltiples superficies del salón y confesiones. Entre estas confesiones, nuestra preferida es la de «acabamos de follar» entre risas, aunque también solemos decirle varias veces cuánto la queremos y le proponemos en alguna que otra ocasión montarnos un cuarteto con ella y con su novio (obviamente, todo de broma).

Lo peor de estos vídeos es que se han convertido en armas arrojadizas y ella nos tiene advertidos que, en el momento menos oportuno posible, los sacará a la luz para avergonzarnos delante de nuestra familia.

Yo no digo nada, pero alguna que otra vez nos ha amenazado con hacer una proyección de ellos el día de nuestra boda…

– Esa vez que me puse a escribir uno de los textos para WLS mientras me quedaba dormida en el váter después de una cogorza.

Yo debo creerme Stephen King o algún escritor famoso de estos de los que han escrito novelas completas bajo los efectos del alcohol o algún otro tipo de estupefaciente porque, si no, no me explico qué se me pasó por la cabeza al pensar que podría salirme un buen artículo borracha como una cuba.

Ríete tú del lenguaje taquigráfico… Eso es comprensible en comparación al lenguaje «cogorgráfico».

Además de que me sale la vena de mala leche y me pongo en «modo nazi» con la humanidad en general, mis dedos se convierten en salchichas y escribo cosas como: «si. Acarrear ese tipo de preocjpacjone a sud espalda y, encima, qijandoE» (fragmento literal extraído del texto en cuestión).

Luego, como voy de guay, les envío los textos a mis amigas para que me den su opinión antes de enviarlos a la redacción de WLS, así que me encuentro a las nueve de la mañana un montón de «jajajás» en múltiples conversaciones de WhatsApp.

Por lo menos he de agradecer que, aun estando como una cuba, no he llegado a perder mi filtro personal de necesidad de aprobación por parte de mis amigas porque, aunque las redactoras de WLS son súper apañadas, no me quiero ni imaginar cuál hubiera sido su reacción ante semejante bazofia si llego a haber pulsado el botón de «enviar correo».


– Esa noche en la que le escribí a una influencer.

No os pongáis a ver historias de Instagram bajo los efectos del alcohol, por favor…

Y, ni mucho menos, penséis que es buena idea contestar a una cajita de pregunta de nadie (aún menos si es un/a influencer).

La chica en cuestión preguntaba en sus historias sobre un asunto bastante serio, después de una parrafada bastante larga de la cual me enteré a medias porque los gintonics me solapaban una frase con la otra, pedía opiniones sobre la situación que había expuesto.

Yo, ni corta ni perezosa, vi la cajita de respuesta y me tiré de cabeza a por ella, poniéndole algo así como «Ahora mismo estoy borracha y no me he enterado de nada. Si eso mañana te contesto» (obviamente con una redacción mucho menos cuidada).

No suelo olvidarme de las cosas que hago bajo los efectos del alcohol, porque nunca he llegado al punto de la amnesia total, así que a la mañana siguiente me metí en Instagram, con manos temblorosas, para revisar el qué y a quién le había escrito.

La chica había compartido mi respuesta (por suerte no me había etiquetado) y me había contestado dándome las gracias porque le había alegrado la noche.

Al menos, dentro de lo malo, no había sido tan desastroso.

– Me puse a cantar a pleno pulmón por mitad de la calle.

Esta es una de esas cosas que solo hacemos cuando somos jóvenes y la poca vergüenza que nos queda se nos evapora en el momento en el que nos tomamos alguna copa de más.

Si esto se da en medio de un botellón o una multitud de gente que está igual de ciega que tú, ni tan mal… El problema es cuando aún es temprano para andar tan bebida, sois solo tres personas paseando y vives en un pueblo (donde todos se conocen).

Si esto aún no fuera lo suficientemente humillante, añado la canción en cuestión que íbamos cantando los tres a voz en grito: «Sexo en la calle» de Los de Marras.

Si no conoces la canción (cosa que sería lo más normal del mundo porque está lejos de ser uno de los grandes éxitos del verano), te dejo la frase con la que comienza: «Quiero que me ahorques con tus bragas, quiero atragantarme con tus flujos vaginales».

Si quieres conocer el resto de esta estupenda letra, te animo a que la busques en Youtube y te imagines cómo nos miraban las viejecitas que pasaban por nuestro lado.

– Mi amiga y yo nos pusimos a llorar mientras paseábamos por el centro.

Si estás mal, psicológicamente hablando, mi recomendación es que no bebas. Siempre se dice lo de «ahogar las penas» con alcohol pero permíteme decirte que, en realidad, el alcohol es un depresor y si ya de por sí no te encuentras bien, te vas a encontrar aún peor después de dos o tres copas.

Eso fue lo que nos pasó a mi amiga y a mí cuando salimos a cenar a un mexicano con nuestros respectivos churris. Pedimos dos jarras de frozen margarita para acompañar nuestra cena y, por si fuera poco, nos pareció buena idea tomarnos un mojito de postre.

Todo eran «jijís» y «jajás» hasta que salimos del restaurante mareadas como una peonza y con ganas de potar. El problema es que yo estaba en terapia por un TCA y no quería vomitar porque no sabía si mis ganas de vomitar eran «reales»; así que lloré, lloré a mares. Y mi amiga, no sé si por solidaridad o por sus propias movidas mentales, me acompañó en el llanto ante la atónita mirada de nuestras parejas.

Lo que había empezado como una cena de parejas había terminado en drama.

– Aquella vez que envolví en film transparente a un amigo.

Era la primera vez que bebía (o, al menos, la primera vez que bebía en grandes cantidades) y yo era la más jovencita de la fiesta.

Esa noche pasaron muchas cosas, entre ellas, que viniera la policía tocando al timbre para llamarnos la atención por el escándalo que estábamos montando y que todos pensaran que la mejor opción era que una cría de dieciséis años y borracha era la que debía hablar con los agentes porque era la que menos había bebido… Pero creo que el momento más gracioso fue cuando vino uno de mis amigos con un rollo de film transparente enorme preguntando quién quería envolverlo y, obviamente, yo quise.

Mi ex terminó enfadándose mucho conmigo por gastarle el rollo de film a su madre, pero… ¿y lo bien que nos lo pasamos?

Seguro que hay muchas otras anécdotas de las que ahora mismo no me acuerdo y puede que las haya mucho más graciosas que estas. Pero, ahora mismo, lo que me gustaría conocer son las vuestras, así que: ¿Qué habéis hecho vosotros/as estando borrachos y pensando que estabais bien?

Anónimo.