[Texto reescrito por una colaboradora a partir de un testimonio real, envíanos los tuyos a [email protected] y nosotras nos encargamos de ponerlos bonitos]

Tan cutre como suena, sí, así fue. Esto pasa mucho de los niveles de esa amiga que te racanea céntimos en cada encuentro, o de la que siempre te pide ropa que luego le cuesta devolver. Lo que pasa es que a ellas las quieres, luego las toleras. A los chupópteros que llegan de nuevas, mantenedlos tan lejos como sea posible. Y, por si necesitáis convenceros, os cuento.

Lo encandilé con ¿mi personalidad magnética?

Mi casa siempre ha sido un punto de encuentro para botellón, fiestas, comidas o planes relajados con series o pelis. Vivo sola, me encantan las visitas y, afortunadamente, a mis amigos les gusta mucho venir. De cuando en cuando, previo aviso, se traen a algún ligue o compañero de trabajo con el que han desarrollado afinidad. Fue el caso de este chico, nuevo compañero de un amigo que suele frecuentar mi casa. Duró una semana en aquel empleo, pero esa es otra historia.

Vino y me pidió la clave del wi-fi el primer día, “que no tengo megas, tía, y hay mensajes importantes que querría leer”. No era el primero que me la pedía, así que no le di importancia y me olvidé de ello enseguida.

En aquel primer encuentro, le noté interés. Hacía por hablar conmigo, reía por cualquier chorrada que yo hubiera dicho y me piropeó en un par de ocasiones. Que qué maja era, decía. Así que no me extrañó cuando el amigo común me escribió para decirme que el tal le había pedido mi número, que si podía dárselo. Y yo le dije que sí.

Me anduvo escribiendo un par de días y, al tercero, me propuso pasarse por casa para tomar café conmigo, con la excusa de que le pillaba de camino hacia algún sitio. Esa fue la primera vez de muchas que vino solo.

“Me gusta tu casa”

No es que el tipo me volviera loca, ni mucho menos, pero me gustaba. Si me proponía venir y yo estaba disponible, accedía. Si no, tampoco es que yo hiciera huecos imposibles en mi agenda para verlo un rato. Era como un amigo, solo que alguna vez nos enrollamos y terminamos follando.

Siempre quería quedar en mi casa, decía que le gustaba estar allí. De hecho, alguna vez que se quiso pasar a verme y yo le propuse algún lugar cercano, se negó. “Es que en tu casa es donde estoy más cómodo”.

Ya me estaba rayando la idea de que el tío se estuviera pillando mucho, porque no quería tener una relación seria y en exclusiva con él. La realidad era otra, porque aprovechó las distancias que marqué para lo que de verdad quería. En las siguientes ocasiones, como yo no lo desterré por completo de mi casa, aprovechó que yo andaba áspera para hacer lo que de verdad quería, que era pasarse la tarde en el móvil.

Su cuerpo por un par de capítulos

Poco a poco, me fui cansando de sus visitas continuas. Como digo, me incomodaba la idea de que él se estuviera pillando, pero, además, las últimas veces ya ni siquiera me aportó nada. Llegaba, se sentaba y se pasaba la tarde en el móvil, sin más. Ni una conversación mínimamente estimulante ni nada. Me daba la misma compañía que da una iguana.

La última vez que me propuso venir, le dije que no. Insistió tanto que acabé cabreándome y preguntándole por qué tanto interés, que si me veía como algo más que una amiga. Y que, si era así, cómo era que luego no desviaba la mirada ni un instante de la pantalla de su móvil.

Terminó confesándome que las “tiesuras” que llevaba encima le impedían dar de alta servicios de Internet en casa, ni tampoco aumentar el número de megas a consumir o ponerlos ilimitados. Así que (muy fuerte) solo venía a casa para descargarse los capítulos que le diera tiempo de la serie que estuviera viendo en aquel momento.

Le dije que era un aprovechado y un sinvergüenza y lo bloqueé de todas mis redes. Podéis pensar que me había herido el ego de mujer encantadora capaz de conquistarlo, pero no. Es que, joder, ¡eso es aprovecharse de una!

¿Qué clase de ética tiene alguien dispuesto a tener relaciones íntimas con una tía que ni le va ni le viene, solo por un par de capítulos? ¿Puedo considerar que se prostituyó? Cada uno hace con su cuerpo y con su vida lo que quiera, no vengo yo a juzgar a nadie. Lo que me apena es que escasee tanto la honestidad últimamente.

Anónimo