Supongo que todos en algún momento de nuestra vida hemos ido un paso más allá y hemos dicho mentirijillas como “sí, he estudiado muchísimo para ese examen”, “ya tengo el regalo comprado” o “yo no fui”. En mi caso, (y supongo que el de millones de personas), mentí en el curriculum. Cositas tontas, pero entre ellas estaba el idioma. Aún recuerdo el día cuando dije que hablaba inglés y casi me meto en un buen lío.

He estado casi toda mi juventud trabajando de azafata de imagen y congresos y, aunque los últimos años fueron estupendos, conociendo a gente importante de otros países, hablando idiomas con soltura como si fuera bilingüe y viendo sitios nuevos, lo cierto es que empezar en ese mundo es muy difícil, y más si no tienes idiomas. Pensadlo bien: sin inglés, sin contactos y sin experiencia. Apenas me cogían. Así que decidí cambiar eso y comencé a poner que había trabajado en varios sitios de azafata de imagen, que tenía varios títulos y que hablaba inglés e italiano. MAL, MUY MAL, NO HAGÁIS ESO NUNCA.

 

En mi mente todo iba bien porque comenzaron a contratarme y comencé a borrar las experiencias faltas del currículum y a sustituirlas por las verdaderas, pero en la mayoría de ellas, por mucho que me habían preguntado en la entrevista si sabía hablar inglés y decía que sí, o eran clientes españoles o no había tenido oportunidad de practicar el idioma. Hasta que llegó el día en el que dije que hablaba inglés y casi me meto en un buen lío.

Estábamos en el Palacio de Congresos de Sevilla, en un evento en donde venía el rey Felipe a presentar un congreso de San Telmo no sé qué más… sólo contrataron a las mejores, y yo me sentí orgullosa. Sabía que mi trabajo lo hacía bien y era profesional. Chapurreaba inglés (y algo de italiano y siempre que podía intentaba practicarlo para mejorar). Pero hubo un problema con una azafata que debía estar en la sala vip del rey. Se puso mala y se fue a casa, por lo que tuvieron que buscar una sustituta… Ya os iréis imaginando. Me miraron y me dijeron “¿sabes hablar inglés verdad?”, obviamente dije que sí, sino no debería de estar allí. Así que me metieron en la sala vip rezando porque no hablasen inglés, pero no fue mi suerte.

Uno de los invitados del rey era de Reino Unido y vino hacia mí muy cabreado y haciendo aspavientos. Cuando le decía que se calmase en inglés, se cabreaba más, pero no sé si porque no lo decía bien o porque no quería escuchar eso. Avisé a mi coordinadora y le dije que viniera, que había intentado solucionar el problema hablando un rato con el señor (mentira) pero no había manera. 


Al final, fue ella y le preguntó. Le contó que le habían perdido su maleta y que eso no podía ser así. Le dije que ya lo sabía pero que no quería hacerme caso y que le había comentado que se la encontraríamos. En fin, mentira tras mentira. No sabía donde meterme… Si ese hombre hablase español y escuchase todas las patrañas que le estaba contando me hubieran despedido… y es que siempre lo recordaré como el día que dije que hablaba inglés y casi me meto en un buen lío.