La mayoría de mis amigas han tenido una vida, por así decirlo, lineal: estudiaron, encontraron trabajo, se fueron a vivir con sus novios, se casaron y tuvieron hijos. Ha habido algún obstáculo de por medio, como relaciones de pareja fallidas o desempleo temporal. Pero, en general, se han ido plegando con gusto a los estilos de vida mayoritarios.

Las que nos salimos del patrón somos minoría y, pasados los 35, estamos sin pareja, y/o sin casa propia y/o sin hijos. Bien, cada cual vive su vida como puede y quiere. Sin embargo, el grupo de casadas y madres, empieza a tener cierto tufillo a sensación de superioridad. Alguna hay que demuestra con cada comentario una creencia: ella ha conseguido antes que otras todas las metas de la vida dignas de aspiración y mención. Tener otros objetivos es algo irrisorio y testimonial.

Una de esas que digo que se creen superiores se coronó el otro día con un comentario. Estábamos hablando de otra amiga, perteneciente a esa minoría no convencional. Ella sí tenía intención de formar familia, pero se dio cuenta de que su novio no era un compañero apto por motivos que no vienen al caso, y no contempla ser madre soltera. Así que se ha ido a vivir sola, pagando un alquiler, trabajando e intentando ampliar círculos con personas que tuvieran un estilo de vida similar al suyo.

El comentario de mi amiga fue: “Pues a mí me da lástima, parece que se esfuerza por salir sin querer, cuando todas sabemos que ella quería ser madre. Debe de ser duro para ella ver que todas las queríamos lo hemos sido y el grupo ya está en otras cosas, no en el punto en el que ella está”.

Ella es felicísima son su niño de un añito, su marido, su trabajo y su casa, y se permite asumir que las demás no lo son, o no tanto como ella.

Cuando dices que alguien te da lástima, solo se puede hablar desde la superioridad. Una persona te puede provocar empatía, incluso puedes compartir su dolor. Pero que te provoque lástima no es algo bonito. Es un sentimiento que nace de arriba hacia abajo. No disimules, la ves por debajo de ti.

Como nos pongamos a hablar…

Mi amiga, la recién separada sin hijos, se ha sincerado mucho conmigo últimamente. Cree que yo, por mi contexto y situación, la voy a entender mucho mejor que otras. O, al menos, voy a evitar hacerle comentarios de mierda. Y resulta que ella está muy bien, se alegra de haber dado el paso de separarse de su novio, a pesar de los años de relación y convivencia.

Es más, creo que fue más valiente de lo que fueron muchas otras que ahora van de “mujeres con vida ejemplar”: convencerse de que con un cretino era mejor no asumir un proyecto de vida. Para muestra todas esas que forzaron relaciones por culpa del reloj biológico, y hoy viven a la gresca con maridos que NUNCA, JAMÁS les darán lo que ellas exigen y creen que merecen.

Aquel día me limité a decir: “No te preocupes por ella ni le tengas lástima, que ella está muy bien. Preocúpate de lo tuyo, que todas tenemos algo”. Fui beligerante al hacerlo y ella se quedó cortada y comenzó a reformular y hacer matices: “No, lo que yo quería decir es que ella quería ser madre y que… [blablabla]”. La verdad es que le hubiera dicho muchas más cosas.

Mira, mujer plena y hecha a sí misma. Podría entrar en lo personal y tirarte a la cara todas las cosas que has hecho o dicho contraviniendo tus principios, solo por tener esa vida convencional a la que aspirabas con tantas ansias.

Podría decirte que estás aburrida y que eres muy corta de miras. Que si crees que la felicidad pasa exclusivamente por casarte y tener hijos, es que eres una paleta y una ignorante con muy poco recorrido en la vida.

Podría rebotarte todas las quejas que tú emites y comparar tu día a día con el de ella. Al final del día, a ver quién se va a la cama con más paz mental y satisfacción.

Podría decirte que la maternidad no es una vía válida de desarrollo personal, ni una meta. Que una no tiene hijos para alcanzar un hito social, ni para ponerse a prueba, ni para crecer como persona. Eso vendrá después. El motivo válido para tenerlos es querer dar amor incondicional de un modo altruista.

Y podría decirte que, afortunadamente, hay gente valiente que no se ata a una idea ni a un objetivo, cueste lo que cueste. Se va reinventando, asume sus circunstancias y vive en paz con ello de manera resiliente, buscando la felicidad dentro de lo que le ha tocado. Ni se comparan, ni se plantean la vida como una carrera ni quieren ganarle a nadie ni quedar por encima de nadie. Desean vivir sus vidas sin intención de generar envidias, como haces tú.

Como no se lo dije, vengo aquí a desahogarme. Una elige sus batallas diarias y querer cambiar la perspectiva de una mujer tan básica y presumida no es la mía. Fui escueta. Me reservé las hostias sin manos. La vida se las dará.