(María RM)

A veces nuestro cuerpo nos envía señales y, por desgracia, solemos dejarlo “en visto” como haríamos con el mensaje de WhatsApp de tu último ex. Nuestras emociones reprimidas explotan como la Coca-Cola con Mentos y se dejan ver de la manera menos esperada. Quizá te duele la cabeza como si tuvieses sufriendo la resaca de tu vida o amaneces vomitando como una embarazada en el primer trimestre. Todo sin causa justificada. Tienes mil síntomas y ninguno corresponde a ninguna enfermedad. Pasas a ser ‘La loca del coño’, la hipocondriaca quejica de tu entorno.

Y es que te has hecho mil pruebas. Visitas al médico más que lo que viste a Fernando Simón durante la pandemia por coronavirus. Nada. Sientes claustrofobia en el tubo de la resonancia y tienes tu primera experiencia anal con una cámara, pero nada. No encuentran nada. Nada justifica tu terrible malestar. Entonces es cuando empiezan a catalogarlo de “estrés”: “Eso es estrés”; de solo escucharlo, sí que te estresas. Eres ‘La loca del coño’, recuerda. Histérica, que estás histérica.

¿Qué es lo que puede estar pasando? Sin darte cuenta, ya que es un acto totalmente involuntario, puede que estés somatizando las emociones; es decir, canalizando lo que no has podido liberar en forma de molestia física. Mi psicóloga lo describía así: “El órgano está bien, pero funciona mal”.

Más síntomas de los que imaginas

Somatizar las emociones puede conllevar toda clase de sintomatología: de la cabeza a los pies. Pueden ser de tipo neurológico, tan diferentes como una cefalea o bruxismo; o cardíacos (taquicardias), respiratorios (sensación de ahogo). Son comunes los síntomas gastrointestinales, como diarreas, dolor abdominal; y dermatológicos, dermatitis y eczemas. Y, aunque ni lo sospeches, también pueden evidenciarse a través de dificultades de tipo sexual: impotencia, falta de apetito e incluso irregularidad en el ciclo menstrual.

Las personas con más tendencia a somatizar las emociones son… (redoble de tambores)

Cualquier persona, hombre o mujer, de cualquier edad, puede somatizar sus emociones en algún momento de su vida; peeero… sí que es verdad que si cumples ciertas características tienes más papeletas de llevarte el Premio Gordo. Si eres pesimista, negativa y catastrófica… ¡Bingo! Estás jodida. Individuos con tendencias depresivas o tóxicos, que guardan rencor o están constantemente de mal humor. Se suman, además, las que llevan un mal control de sus emociones, en especial, del enfado.

¿Y qué podemos hacer?

Aunque suene cliché, lo principal es aceptar que tenemos un problema que va más allá de lo puramente físico. No es un tobillo doblado durante un partido de fútbol, sino una herida del alma que sangra en forma de contractura muscular (por ejemplo). Una vez somos conscientes, la meditación o la realización de actividades placenteras ayudan muchísimo a mejorar el estado de ánimo y, por consecuencia, evita el acúmulo de sentimientos negativos en nuestro interior. Es muy positivo, además, mejorar nuestros hábitos de alimentación, sueño y actividad deportiva, así como “aprender a respirar”.

Mi experiencia personal: cómo me ayudó el mindfulness 

Sé que suena a secta de hippies y parece que en cualquier momento te voy a vender unas hierbitas milagrosas, pero te prometo que no, que solo te lo cuento por si te puede ayudar en el momento de mierda que estés atravesando. He sufrido violencia en casa desde que tengo uso de razón, he sido víctima de abuso sexual, he visitado psicólogos y psiquiatras desde que era inocente niña de 8 años, me he pasado media adolescencia medicada y he explotado con mil síntomas que me han hecho sentirme como un trapo poco antes de cumplir los 20 años.

Ahora, con ya bien metidita en los 30, y tras probar más de dos docenas de psicólogos, llegó UNA y me dijo: ¿qué tal si le das oportunidad al mindfulness? Ya, sin nada que perder, empecé a ponerlo en práctica. Joder, ¡qué cambio! Vivo, aquí y ahora, dejándome llevar y sin pretender controlar lo que sucede. No tomo medicación de ningún tipo y soy otra persona. Quizá sigo siendo “La loca del coño”, pero por otras razones. Que fluya, que salga.

¿Y tú? ¿También somatizas emociones? ¿Cómo trabajar para evitarlo? ¡Comparte, comparte!