Yo no tenía ni idea de qué narices era ‘ser un feeder’ hasta que me topé totalmente involucrada en esta situación y tuve que buscar en Google porque algo no cuadraba.

Bueno, mejor os cuento mi historia desde el principio.

Conocí a Jaime (nombre cambiado) en POF (Plenty of Fish, una app de ligoteo vaya). Llevaba una temporada en la que solo me topaba con imbéciles que me trataban fatal y conocerle a él fue un soplo de aire fresco. Tras unos cuantos gandules que me escondían avergonzados o que incluso me decían abiertamente cosas como ‘si adelgazases serías tan guapa…’. a el pareció no importarle mi tamaño, más bien lo contrario. Decía sentirse abiertamente atraído por las mujeres de talla grande y eso me hizo sentir confiada desde el minuto uno.

Él también era gordito, y bueno, la cosa fluyó desde el principio, así que quedamos en seguida. En persona me gustó todavía más, me trataba como una reina y además era muy divertido, así que las citas empezaron a sucederse una detrás de otra y sin darme cuenta estábamos metidos de lleno en una relación estable.

Durante los primeros meses lo de salir a comer y a cenar fue un no parar. Pero claro, eso es bastante habitual cuando empiezas una relación así que no le di importancia. El problema es que empecé a subir de peso de forma alarmante (unos 15kg en los dos primeros meses de conocernos) y además de los comentarios de la gente, yo también empecé a sentirme incómoda con mi propio cuerpo. Digamos que estoy acostumbrada a un ‘máximo de gorda’ y aquello sobrepasaba a lo que yo estaba acostumbrada y me sentía agotada constantemente.

Así que le dije a Jaime que me quería poner a dieta para al menos bajar esos 15kg que empezaban a notarse hasta en mis rodillas. Él me dijo que genial, que me apoyaría, pero hizo todo lo contrario.

Desde ese día empezó un claro boikot a mi dieta que se basaba en aparecer siempre con mis comidas favoritas. Traerme chuches al trabajo, churros para desayunar, pedir pizza sin consultármelo o cosas así, sin parar. Cuando le enfrentaba y le pedía comprensión se hacía la víctima diciendo que para él esa era una forma de demostrarme su amor, y que yo era una desconsiderada por no apreciarlo. Que si estaba haciendo la dieta bien, unas pocas chucherías no iban a afectarme.

A pesar de todo fui muy fuerte, al fin y al cabo la que quería perder peso era yo, así que rechazaba la mayor parte de la comida basura que me traía y bajé algo de peso. Empezaba a sentirme mejor conmigo misma cuando una noche él me dijo:

  • ‘Desde que estás adelgazando no eres la mujer de la que me enamoré, me estás defraudando. Tienes otra actitud y rechazas todos mis regalos’.

Me quedé en shock, no entendía de donde venía algo así. Se supone que tu pareja tiene que querer tu felicidad y a él parecía que solo le importaba que yo estuviera más gorda.

Le dije que yo le quería igual y que mi peso no debería afectar a nuestra relación. Él no parecía muy convencido pero lo dejamos ahí.

A las pocas semanas me dejó su portátil para hacer unos documentos ya que el mío estaba roto, y yo no sé si lo hizo de forma consciente o qué, pero no borró el historial y con lo que vi entendí muchas cosas.

Visitaba asiduamente foros de los conocidos como ‘feeders’. Se trata de hombres obsesionados con hacer engordar a sus parejas hasta el punto de que estén inmovilizadas. Lo que ansían es cebar a la mujer hasta convertirla en dependiente, algo que les resulta muy excitante.

A mi este tipo de fetiche me sonaba de algo pero hasta que no leí alguno de los foros no entendí la dimensión de todo aquello. Mi pareja pedía ayuda a otros foreros porque yo me resistía a seguir comiendo en exceso y eso a él le frustraba. Decía que yo no colaboraba y que se planteaba si realmente sería la persona ideal para él por ello.

No os imagináis lo duro que fue todo esto para mi. Por más que sepas que hay algo raro en sus intenciones nunca crees que estás ante alguien que pretenda hacerte daño. A veces pienso que fue él mismo el que dejó a mano toda la información para que yo la leyera por mi misma y de alguna manera decidiera si entraba ‘al juego’ con él o me alejaba.

Obviamente elegí la segunda opción. No quise entrar en el tema, sencillamente le dije que no buscábamos lo mismo y que era mejor que lo dejásemos. Tampoco se opuso.

Y hasta aquí mi historia. De la que no me arrepiento porque en ese tiempo tuvimos momentos preciosos, pero que necesitaba contar por si alguna chica está en una situación similar y detecta señales de alarma. Ojo con estos tíos, que existen y si no estás en un buen momento de autoestima y fortaleza mental, pueden arrastrarte a su mundo oscuro.

 

Shara

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