Vas al psicólogo. Psicólogo o psicóloga. Da igual. Un profesional acreditado de la psicología, vamos. Acabas de empezar con las sesiones, o llevas ya unas cuantas, o bastantes. Y algo te chirría. Algo no te cuadra. Incluso puede que ya hayas pensado en dejar la terapia. Puede que tengas claro qué es eso que te mosquea de tu psicólogo. Quizás has llegado a pensar que la culpa es tuya, que el psicólogo sabe perfectamente lo que se hace contigo y que “el problema” eres tú. Que eres tú la que no te adaptas a tu terapeuta o a la terapia. O a ambas cosas. What? Ni de coña. Esto funciona así: si la terapia psicológica no te hace sentir mejor, aunque sea muy poco a poco (despacito y con calma), manda a tu psicólogo a tomar por saco. Si sales de la consulta igual o peor de lo que entraste, recomiéndote que no vuelvas.

   Es cierto que, al principio, sí que hay un periodo de adaptación en toda terapia que nos puede hacer sentir incómodas, inseguras, dudosas de si la cosa va a funcionar o no. Es cierto, que al mismo tiempo, necesitamos también conocer a la persona que nos habla desde la otra parte de la mesa de la consulta. “Conocer a la persona” es un decir, porque no te va a dar muchos datos de su vida personal (y mejor así: traspasar la línea de la relación psicólog@-paciente más allá de la relación profesional puede ser really chungo para la terapia). Tu psicólog@ no debe ser tu amig@, pero sí que tiene que ser esa persona con la que te sientes tranquila y cómoda y con la que, tal vez, hasta te  eches unas risas de vez en cuando, siempre dentro de la consulta, obvio. Un psicólogo sin sentido del humor, pues como que probablemente ya estés lo suficientemente jodida como para que no te sepa sacar una sonrisa (o risa) cuando estás demasiado bloqueada. El humor lo aligera todo. Y créeme: un psicólogo sin sentido del humor, no merece ni tu tiempo, ni tu dinero.

   Pero el más gordo, el más grande, el más claro motivo por el que tienes que hacerle “la cobra” como paciente a tu psicólogo porque segurísimo y con súper-certeza que vas a encontrar otr@ mejor es el siguiente: la terapia no funciona. Punto pelota. Y que no, que no es culpa tuya. Si la terapia no te funciona, que le cambie el enfoque, o que cambie el tipo de terapia que está utilizando contigo (hay psicólogos que utilizan más de una) ¿Que te dice que no haces lo que te dice y que por eso no avanzas? Pues a lo mejor (llámame loca), es que el señor o señora no tiene la capacidad de despertar en ti la motivación suficiente para que hagas lo que te aconseja. Porque, ante todo, tu psicólogo no te puede obligar a hacer algo.

El hacerlo o no, depende de ti (aunque sepas que probablemente hacerlo te sirva para progresar). Pero si la motivación para seguir las indicaciones de tu terapeuta no está…pues que no, que no es culpa tuya. Y si la cosa se repite y se repite…no dejes que la situación se eternice. Para. Cierra. Busca. Prueba. Prueba otro con otro profesional.

Tu tiempo es súper valioso y más cuando se trata de tu salud. Encontrarás otro terapeuta, otro psicólog@ con el que tengas más feeling, más buen rollo, más…más…más que sea el adecuado para ti, vaya. Psicólog@s hay tropecientos (pero tú eres única, amore) Larga vida a las mujeres que deciden qué es bueno para ellas y qué no lo es.

Irene V. Santacruz