Hay un día en tu vida en que te parece una idea extraordinaria ser madre. De un perro. Alguien te dice que su perra ha tenido cachorritos, te manda vídeos de peluches vivientes en busca de un hogar y se te encienden las hormonas tontas. Cuando llegas, da igual cuál te guste a ti, porque es el animal quien elige. Se tumba en tus piernas, te mira con sus ojitos de ternura redonda y ya no hay retorno.

A partir de ese minuto el caos va a envolverte como un remolino de cuatro patas constantemente pegado a las tuyas. O te resignas a ir descalza por la Gran Vía o el suelo es el último sitio donde se te ocurre dejar las zapatillas porque no va a sobrevivir ninguna. Todos tus muebles empiezan a tener un puntillismo curioso del tamaño de sus dientes de alfiler porque, aunque cuando le pillas finge que los lame, en realidad los está mordiendo. Rodapies incluidos. Una noche al mando de la televisión le falta el botón de play y no has sido tú la que se lo ha tragado. Tu piso empieza a oler a calle en fiestas, es decir, a meados, y tus horarios de repente se convierten en los de un calendario escolar. Vas a ir a más parques que cuando tenías seis años. Te sientes culpable cada vez que lo encierras en el cuarto o le dejas solo, de hecho, a veces te preocupa volver y que no te hable. Sí, empiezas a creer que tiene la capacidad de rencor y de habla que una persona adolescente.

El veterinario se va a llevar más presupuesto de tus ahorros que lo que te has dejado en todo el grupo Inditex en el último año. Y, si además, has sido tan valiente de adoptar un bebé de raza indeterminada, vas a pasar los siguientes meses con un huevo Kinder en forma de perro, sin saber qué saldrá, si va a ser más grande que tu frigorífico o te valdrá de pony para ir a por el pan. Empiezas a mirar a esas parejas que pasean con sus mascotas y sus carritos de niños con más admiración que a Lola Índigo. ¿De dónde sacan las energías? ¿Cómo de duro tiene que ser criar humanos si te tiene rendida una criatura a la que se le puede poner correa? ¿Cómo lo hacen para que los recién nacidos no lloren? ¿Valdrá ese método para que el tuyo no ladre? ¿Cuál es ese método, por Dios? 

Y, sin embargo, como dijo el genio, se mueve. Se te mueve una ternura desconocida hasta ahora cuando apoya su cabecita en tu pie y se duerme. Nadie se alegra tanto como él de verte, aunque simplemente vuelvas del baño. Te hace reír minutos enteros, te hace reír a otros decibelios. Soledad es una palabra que ya no te pertenece. Amor es una que ya no va a faltarte. El cariño es in. Infinito, incondicional, interminable. Hay un día en tu vida que te parece una idea extraordinaria ser madre. De un perro. Y es la mejor idea que nunca podrías haber tenido.

 

Amaia Barrena