Como en la escena de Juego de Tronos, donde Cersei camina desnuda por el Paseo de la Vergüenza, bajo los gritos de “vergüenza, vergüenza…” y las miradas inquisidoras de todo Desembarco del Rey, así se podría decir que nos sentimos las gordas cuando nos sentamos en una terraza a comer, o comemos con la familia, en un evento del trabajo. Y ya no te cuento si el sitio donde estés comiendo, encima, sea de comida rápida, helados, dulces, …

Ese momento, cuando vas a la mesa del picoteo y coges la primera croqueta y un compañero te mira con ese aire mezcla de desprecio y acusación y tú solo aciertas a decir “¿Quieres una?”. Y ese compañero responde como si le hubieses acercado un plato de insectos repugnantes “¡No, no,… Yo no como fritos!” Haciéndose el sano y el digno, que sabes que en ese momento está pensando “yo no soy un gordo, no me quiero poner como tú” …Lo sabes tan bien, como él sabe que te está haciendo sentir mal y en cambio se siente bien por darte indirectamente un consejo (de mierda, que no le has pedido).

O sea ¿Qué tú te pimplas cuatro cervezas y dos copas y sales a gatas, pero, la que pone en juego su salud soy yo comiéndome dos croquetas?…Not bad

Cuando vas a una boda o cualquier reunión en sí, y estáis hablando en la mesa de cualquier tema y de repente salta tu tía, sin venir ni a cuento “Pues mi vecina está haciendo una dieta,…” y te mira directamente mientras suelta toda su retahíla (la de siempre). Sabes perfectamente que no estaba ni atenta a la conversación, que mientras hablabais entre los componentes de la mesa de lo que sea, ella solo prestaba atención a lo que tú estabas comiendo, probablemente lo contabilizaba para luego comentarlo con unos y otros.

Tú empiezas a sentirte juzgada, pero ella no para. Aunque te haya cambiado la cara y se te note que te estás sintiendo mal, aunque se te haya hecho un nudo en la garganta y ya no estés comiendo a gusto, ella no para. Porque a ti te sobran kilos pero a ella le sobran opiniones (de mierda, que nadie le ha pedido) y aún nadie se lo ha dicho en su cara, así que no va a parar.

Ese día en el que te “saltas” la dieta después de meses a hierba y agua, y vas a tu heladería, pizzería, restaurante, pastelería o hamburguesería favorita y te pides un helado, o una pizza, unas patatas …

Donde, por cierto, muy probablemente la gente sin sobrepeso que te acompaña a la mesa, comerá el doble que tú con la diferencia que mañana no le marcará la báscula casi dos kilos más.

  Tú, prudentemente, ya llevas pensada de casa la dosis justa que te vas a comer “Solo dos trozos de pizza”o “El helado de cono pequeño”o “La hamburguesa, pero, sin postre, ni patatas y de beber, agua” …

 Entonces empieza a pasar gente por tu lado y a mirarte, o desde la mesa del al lado escuchas a alguien decir “¡Por Dios, no para!” o cosas así.

El resumen es sencillo, la próxima vez que te sientas como Cersei en el Paseo de la Vergüenza o directamente estés siendo juzgada por ser gorda y comer (¿Lo próximo qué será? ¿Juzgar por respirar?): levanta la cabeza y come tranquila. Piensa que toooooooodo el mundo a veces come comida rápida, bebe en exceso, se pasa con las grasas…Nadie es mejor que nadie por los kilos que pueda pesar, y, sobre todo, nadie tiene derecho a juzgarte.

Herse H