De celebrar el amor al puro postureo, ¿en qué se han convertido las bodas?

 

Llevo más de 20 años organizando bodas. He visto mil cosas: desde extravagancias que os he ido compartiendo por aquí hasta la evolución de las modas en vestuario, tipo de celebración y banquete. Nada permanece en el tiempo, todo cambia y es parte del camino. Un día estamos hablando de sillas forradas con lazada y, al siguiente, debemos elegir entre una silla Tiffany o una Napoleón. Lo que no entiendo es quien se casa por la foto en Instagram, sin sentimiento. 

Cuando el motivo es “posturear”

A ver, sinceramente, a mí me importa un pimiento los motivos que lleven a mis parejas a contraer matrimonio. Ellos sabrán lo que hacen y cómo lo hacen, mi trabajo es guiarlos e intentar hacer realidad la boda de sus sueños. Fin. Sé cuál es mi sitio, pero me preocupa que a nivel social lo único que nos esté llevando al altar sea crear contenido para redes sociales. El amor ha pasado a un segundo o incluso tercer plano. De esta manera, lo mismo este fin de semana celebro una boda que tiene el divorcio asegurado antes de que acabe el año. 

No se quieren, lo notas en las reuniones previas. Percibes cómo lo único que preocupa es el ego propio de cada miembro de la pareja. Nadie cede, todo se impone. “Yo quiero esto”; “Yo lo otro”. No hay consenso ni en la elección de las flores del centro de mesa. Discuten hasta por la música, pero luego se dejan la piel en la pista porque en el vídeo tiene que parecer que nos divertimos. 

 

El pique por ser los más guays

En mi gremio se dice que “de una boda, sale otra boda”. Lo tengo confirmado. He llegado a casar hasta a seis parejas que han partido de un único enlace y con el consecuente efecto dominó en cada una de ellas. Y lo que he notado es una rivalidad constante porque “mi boda sea mejor que la Fulano con Mengana”. Nadie puede quedar por debajo, ¡qué va! Si tú tenías flores en el techo, yo sumo luces. Si otros pusieron un Photocall, yo quiero un Photo Booth. “Yo más, yo mejor” es la premisa. 

 

Pocos se acuerdan de lo importante

Como confesión de abuela cebolleta, he de reconocer que el mejor recuerdo que tengo de mi boda es el vídeo. En él puedo ver a mis abuelos y a mis padres, vivos por un momento. Los escucho, los veo moverse, bailar, sonreírme. Con el vídeo “revivo” a mis ausentes, que tanta falta me hacen. Sé que no somos iguales y que mis clientes no tienen por qué priorizar este tipo de recuerdos, pero es que me entristece que no sean capaces de valorar la presencia y el acompañamiento de sus invitados. He tenido parejas que solo se han preocupado por grabar un reels tras otro de coreografías ensayadas con sus amistades, olvidando a sus mayores en una silla sin tomarse ni una triste foto; los que se la sacan, solo se acercan a su abuelo o abuela para la foto, subir el post a Instagram con el mensaje filosófico de turno y, al segundo, vuelven a abandonarlos. De verdad, me duele tanto… 

Hazlo por ti, no por los followers  

Recuerdo una boda que organicé con 13 invitados. 13. Sin superstición, pero es que tampoco con fantasías ni derroche. Fue elegante, sencilla, pero preciosa. Una de las bodas más bonitas a las que he asistido porque había cariño, amor, respeto, agradecimiento… Era puro sentimiento. Los novios tenían tiempo para ellos, pero también para dedicar a sus familiares. No había mil mesas repletas de compromisos ni miles de euros invertidos en decoración. Eran ellos con sus seres queridos, celebrando el amor. Sin más. 

A día de hoy, no hay una boda que baje de 150 invitados, donde la fiesta parece ser lo único importante. Con un mínimo de 6 horas de barra libre con DJ, solo interesa “divertirse” o fingir que es divertido. Sombreros locos, pulseras luminosas, cambios de vestuario… Que está muy bien, que está de coña. ¡Hay que divertirse! ¡Por supuesto! Pero… no lo hagas por ser más que nadie, por tener una foto chulísima con la que aumentar seguidores. Hazla por crear un recuerdo inolvidable con los tuyos. 

¿Tú qué piensas? ¿Eres de “pura fiesta” o también te gustaría que hubiese “algo más”? 

Anónimo