Al fin y al cabo eres madre, sin más. Madre con todas las letras, con sus responsabilidades y preocupaciones. De pronto eres más que una mujer, una personita depende de ti, MA-DRE.

Con nuestras semejanzas y, por supuesto, con nuestras propias decisiones, emprendemos un camino que pretendemos recorrer en tranquilidad y sin juicios. Y a pesar de que en muchas ocasiones así es, no serán pocos los momentos en los que se nos etiquete sin conocernos.

Soy una mamá gorda, lo era antes de quedarme embarazada, incluso antes de que las ideas de maternidad rondaran por mi cabeza. Y soy una de esas mujeres a las que su sobrepeso muchas veces las posiciona.

No sería la primera vez que hablamos de gordofobia en las consultas de ginecología. Momentos en los que necesitamos sentirnos seguras y un facultativo decide menospreciarnos por nuestro aspecto o directamente tacharnos de imprudentes por quedarnos embarazadas con nuestros kilos de más.

Pero quizás todo se vuelve más visible una vez que nuestro churumbel ya ha nacido. Y es que opciones como el no dar el pecho o comenzar la alimentación complementaria antes de los seis meses pueden ser el inicio de las críticas, ¿y en qué basarse para apoyar esos juicios?… “Si es que si ella está así, ¿qué educación nutricional le va a dar a su bebé?”.

Probablemente llegado a este punto habrá quien insista en que no existe tal nivel de prejuicio. Que muchas nos sentimos menospreciadas por nuestros propios miedos, aunque, por desgracia, lo cierto es que en una época en la que la sociedad lucha por el empoderamiento femenino, no son pocos los grupos que juzgan sin más.

No hace muchos días, en uno de esos cientos de comunidades de maternidad que hay en la red, una mamá comentaba asustada la cantidad de niños que había visto en un conocido restaurante de comida rápida. Muchos comentarios hacían alusión a que lo que realmente atrae a los pequeños es la zona de juegos del establecimiento, pero no fueron pocas las que criticaron lo sencillo que se hace para un padre o una madre alimentar a sus hijos con una hamburguesa. Y aun así el tema no se quedaba únicamente en juzgar este hecho, sino que hubo quien subrayó que “solo hay que ver el sobrepeso de muchos padres que llevan a esos sitios a sus hijos”.

 

Es vergonzoso que en pleno siglo XXI sigamos considerándonos superiores (aunque sea moralmente) por cómo lucimos en nuestro exterior. Puede que sea necesario nombrar a algunos eruditos de la historia que gozaron en toda su vida de una tremenda inteligencia junto con sus kilos extra. ¿Soy menos que tú por llevar a mi hijo de vez en cuando a comer una hamburguesa con patatas?, ¿lo estoy educando peor?

Efectivamente, puede que para muchas familias el comer en un local de este tipo no entre en absoluto en sus planes, y es del todo respetable. Al igual que debería serlo en el caso contrario. Cuando ni siquiera sabes cuántas veces ha ido esa familia a merendar ese menú, y sencillamente basas tus palabras en el peso de los padres. Es un despropósito se mire por donde se mire, ¡y aún así hay quien todavía lo defiende!

Continuamos asociando el nivel social de las personas con su cuerpo, en un mundo en el que día a día solicitamos que no se nos encasille por nuestro aspecto. Sí, lo hacemos en este caso apoyándonos en la idea de que está en juego la salud y la educación nutricional de un niño, pero subestimamos nuevamente a una madre o a un padre que muy probablemente tenga muy en cuenta la alimentación de sus hijos.

NOTA: No se adjuntan capturas de los comentarios mencionados por motivos de privacidad y normativa de estos grupos.