La que más y la que menos, todas tenemos conocimientos sobre métodos anticonceptivos, pero hoy vengo a hacer una masterclass. Siéntate, que esto te interesa.

Ante todo quiero aclarar que no soy una profesional; yo hablo sobre todo desde mi experiencia personal, y aunque me haya documentado, antes de tomar una decisión respecto a tu opción anticonceptiva debes consultar con tu ginecólogo/a. 

Vamos a obviar el tema del condón, porque creo que esa asignatura la tenemos bien aprendida. Un recordatorio en modo madre: el condón es lo único que te protege frente a las ETS, así que nunca desprecies el poder del látex. Pero chica, a todas nos pasa que llegado un punto de la relación, cuando ya hay confianza, ansiamos un contacto más… piel con piel. Así que un día lo hablas con tu pareja y decides que el condón ya es cosa del pasado. Y de pronto se abre ante ti un maravilloso mundo de posibilidades.

Recuerdo que en el colegio nos llevaron al centro de planificación familiar y nos hablaron de diversos métodos anticonceptivos, pero a la hora de la verdad siempre veía a las mujeres de mi entorno utilizar la píldora. Así que cuando me llegó la hora, casi de forma natural, esa fue mi primera opción. Hay un buen motivo para que la píldora sea el método anticonceptivo más popular: su eficacia. Si se utiliza correctamente, su porcentaje de eficacia es del 91%. ¿Nada mal, eh? Sobre todo teniendo en cuenta que el condón masculino tiene una eficacia media del 82%. ¡Cómo lo oyes, nena! ¡El 82%! Que casi es más fiable ir a ponerle una velita a la Virgen del Carmen… En fin, que me voy del tema.

La píldora tiene un gran pero: las tomas diarias. Puede parecer muy fácil, una pastillita al día, siempre a la misma hora; pero, chica, te pilla uno de esos días locos que no sabes ni donde tienes la cabeza y ¡pum! se te olvida. Además, está más o menos contraindicada en caso de que sufras sobrepeso u otras condiciones cardiovasculares, porque puede producir coágulos sanguíneos, ataques cardíacos y apoplejía. A parte de eso puede provocar aumento de peso, fuertes dolores de cabeza, náuseas y cambios de estado de ánimo. Al fin y al cabo, es un chute de hormonas. Que si, te regulan el periodo y te ayudan a reducir el dichoso acné… pero al fin y al cabo, el cuerpo lo sufre.

En mi caso, la ginecóloga me las desaconsejo por el peso. Y la verdad, mejor, porque soy súper olvidadiza. Estuve investigando y valoré la opción del parche. Por si no tienes muy claro cómo va el tema, el parche es una especie de tirita cuadrada que se aplica directamente sobre la piel en la parte baja del abdomen, las nalgas, la parte superior del brazo o la espalda. Cada semana se reemplaza por un nuevo parche, así durante 3 semanas, 21 días en total. Cada cuarta semana te quedas sin parche y te viene la regla. Es fácil de usar, es cómodo y tiene una efectividad del 91%, igual que la píldora. Lo malo es que, sobre todo en verano con el sudor, la playa, la piscina, etcétera, se ensucia mucho y es relativamente fácil que se caiga sin darte siquiera cuenta. Huelga decir que en ese caso, la efectividad se reduce y tienes que cuidarte durante unos días, al igual que si olvidaras una toma de la píldora. A parte de eso hay casos en que causa reacciones atópicas en la zona en que se aplica. Así que si, como yo, eres de piel sensible… no es buena opción. Por otra parte, el parche libera también una gran cantidad de hormonas que llegan al torrente sanguíneo a través de la piel, así que puede causar los mismos efectos adversos que la píldora.

Finalmente decidí probar el anillo anticonceptivo, más comúnmente conocido como “el aro”. Si no lo has usado nunca, es una especie de pulsera de plástico transparente muy maleable que se pliega y se inserta en la vagina. El aro se queda ahí, pegadito a la pared vaginal sin molestar, durante 3 semanas y a la cuarta, lo retiras para que te venga la regla. Es súper cómodo porque no requiere ninguna atención, excepto el día – y la hora, ¡atención! – en que tienes que ponértelo/quitártelo y tiene la misma efectividad que los métodos que hemos visto antes, el 91%. Es prácticamente imposible que se te salga al ir al baño, pero los fabricantes te recomiendan que vayas haciendo controles cada pocos días para verificar que sigue ahí. Puede llegar a molestar al hombre durante el sexo en alguna que otra postura, pero si te pasa eso puedes retirártelo y no pierde efectividad; siempre y cuando te lo vuelvas a colocar en un máximo de 2h. De nuevo, es un tratamiento hormonal, aunque menos agresivo, así que puede causar aumento de peso, jaquecas y cambios de estados de ánimo. También produce un flujo vaginal muy espeso que huele un poco fuerte.

En contra de lo que diga la sabiduría popular, no pasa nada por usar métodos anticonceptivos durante mucho tiempo seguido. De hecho, hacer “descansos” aumenta el riesgo de trombosis y complicaciones vasculares. Aún así, tras unos cuantos años con el aro, empecé a sufrir unas jaquecas horribles; así que lo retiré. Por un tiempo me vi obligada a volver a nuestro viejo amigo el látex y la “marcha atrás”, que sí, está considerada un método anticonceptivo, aunque no debería. No quiero caer en tópicos, pero es que es verdad que antes de llover chispea. Así que, ¡ándate con ojo! Porque luego pasa lo que pasa… 

Al final, después de darle muchas vueltas, hace poco decidí probar con un DIU (Dispositivo Intrauterino). Y resulta que esto también es todo un mundo.

El más conocido es el “Paragard”. No es otra cosa que un pequeño dispositivo en forma de T recubierto con un hilo o cilindros de cobre que libera iones de cobre que inmovilizan a los espermatozoides – ¡pobreticos! – y les hace difícil moverse dentro de la matriz. Tiene la desventaja de que tienes que ir al médico para ponértelo/quitártelo y el precio no es moco de pavo, pero las ventajas compensan con creces. La efectividad de este método es, ojo al dato, ¡¡del 99%!! No libera hormonas, así que no hay aumentos de peso, ni cambios de humor, ni riesgo de trombos… nada de eso. No te tienes que preocupar de incompatibilidades con otros medicamentos que estés tomando. No se nota, ni haciendo el kamasutra. Y cuando lo retiras, recuperas de inmediato tus niveles normales de fertilidad, que también mola si ya estás por traer peques al mundo. Además, puedes llevarlo hasta 5 ó 10 años, casi nada.

Los dispositivos intrauterinos Mirena, Kyleena, Liletta, y Skyla tienen la misma forma pero en lugar de cobre, usan la hormona progestina. Tienen una efectividad de 3, 5 o 7 años, dependiendo del modelo. Estos DIU proporcionan mucha comodidad, porque no requieren mantenimiento ni control, pero pueden causar algún efecto adverso debido a las hormonas, que también espesan el moco cervical, así que el flujo es más “pegajoso” y oloroso, y a menudo provocan fuertes sangrados y dolor abdominal o incluso cólicos.

Existen, además, algunos DIU que liberan cantidades mínimas de levonorgestrel, un gestágeno con el que se elaboran otros medicamentos de uso ginecológico, como la famosa píldora del día después, y que reduce o incluso anula del todo el sangrado menstrual durante un máximo de cinco años. ¿Cómo te quedas?

Con todos los DIU existe un pequeño riesgo de infección durante la colocación o extracción, y en casos raros, es posible que el cuerpo rechace el dispositivo, pero en general creo que son una muy buena opción. Además, por si no lo sabías, también se puede usar como anticonceptivo de emergencia si te lo colocas en los 5 días posteriores a haber tenido sexo sin protección.

 

Hay muchos más métodos anticonceptivos en el mercado que no he probado, claro está. El implante anticonceptivo, por ejemplo, es el más efectivo. Ni más ni menos que un 99,5% de eficacia.  Es un dispositivo más o menos del tamaño de una cerilla que se coloca con una jeringuilla debajo de la piel en el brazo, donde libera constantemente pequeñas dosis de progestina desde un depósito hacia tu circulación. La hormona evita que los ovarios liberen óvulos, y también vuelve más espeso el moco cervical, dificultando el movimiento de los espermatozoides dentro del útero. La aguja con que te inyectan el dispositivo da un poco de miedito, pero por suerte aplican anestesia local en la zona. Tiene una duración de 3 a 5 años, y para retirarlo te hacen un cortecito de nada.

La inyección anticonceptiva funciona con el mismo principio que el implante, pero hay que ir cada mes o cada tres meses – dependiendo de lo que tu cuerpo aguante, básicamente – para que te la pongan, como si fuera una vacuna. Al igual que el DIU mágico, puede anular el sangrado o reducirlo considerablemente. No es demasiado recomendable porque si te aplicas la inyección por más de 2 años seguidos puedes perder densidad ósea y además, al dejar de usarla tardas más o menos un año en recuperar la fertilidad.

También hay otros métodos menos populares como el diafragma, el capuchón cervical, la esponja o el condón femenino. Todos estos métodos tienen una efectividad de entre el 72% y el 88%, pero son menos cómodos de utilizar. Los repasamos muy por encima.

El diafragma parece un sombrero diminuto y lo que hace es bloquear el camino para que los espermatozoides no se acerquen a tu útero. Te lo pones justo antes de tener sexo, y después de las relaciones lo dejas ahí al menos 6h. Puedes llevarlo durante 24h en total, así que sin agobios. El diafragma no logra toda su efectividad por sí solo, se recomienda combinarlo con espermicida.

El capuchón cervical funciona exactamente igual que el diafragma pero va colocado más atrás, en la cérvix, así que provoca menos molestias durante el sexo, y puede estar introducido hasta 48h. De nuevo, se debe combinar con espermicida.

La esponja es exactamente lo mismo que el capuchón, pero con el espermicida ya incorporado. Antes de colocarla, tienes que mojar y apretar la esponja para activar el espermicida. Una vez introducida, ya no tienes que preocuparte de nada más y puedes esperar 24h hasta sacarla.

Los espermicidas no son efectivos por sí mismos, pero cuando se usan con un diafragma, un capuchón cervical o un condón, aumenta de golpe su efecto. Desgraciadamente pueden causar reacciones alérgicas o infecciones urinarias.

El condón femenino funciona exactamente igual que el masculino pero es menos efectivo que este. Para colocarlo dejas el extremo abierto fuera de la vagina, que sobresalga un poco; introduces el resto dentro como si te estuvieras colocando un tampón, y listo.

Por último, si ya tienes las cosas claras a largo plazo, existe la esterilización femenina, o ligadura de trompas, y la masculina, o vasectomía. Estos métodos, aunque son reversibles, son más definitivos y requieren de cirugía ambulatoria, pero por supuesto son los más cómodos y seguros.

 

Así que, como ves, tienes n montón de opciones para cuidarte. ¿Cuál es tu preferida?

 

Aran Az