Actualmente, estoy felizmente casada  y tengo una niña pequeña con mi marido, pero tengo que confesar que solo dos años antes de mi boda, iba a casarme con otro.

Sí sí, así como me leéis. Tenía el sitio, la fianza del catering, el DJ y hasta el vestido de novia el cual sigue intacto y con su etiqueta en su caja. Pero solo unos meses antes, me eché atrás, decidí que no sería una novia a la fuga el mismo día de la boda, porque entre más lo pensaba, menos me veía. 

Con este chico en cuestión vivía en Inglaterra, pero él era húngaro. Nos pegamos casi tres años de relación y en un viaje a Hungría para la boda de su primo, allí, en medio de la celebración, sonó mi canción favorita y la novia en vez de tirar el ramo, me lo dio a mí. Detrás vino él, con un anillo y preguntándome si quería casarme con él. Quizás fue la naturaleza del momento, el estar rodeada solamente de su familia y amigos o el no haberme querido dar cuenta antes, pero dije que sí. ¿Cuál es el problema entonces? Os estaréis preguntando. El problema es que no iba a consumir mi vida por un momento idílico. Porque solo fue un momento, el resto fue un auténtico calvario. 

Ese tío, parecía muy buena persona. De hecho, a veces aún pienso que quizás lo era, pero que pagó todo su problema de alcoholismo y drogas conmigo y eso se tradujo en maltrato psicológico a lo bestia. Empezó con comentarios “sutiles” tipo “no creo que debas comer eso, estás engordando mucho últimamente” (cuando él estaba mucho más gordo que yo y jamás se lo mencioné porque jamás me importó). Luego empezó a acusarme de que no llegaba a fin de mes por mi culpa. Yo trabajaba, pagaba mi parte de alquiler, de las facturas y prácticamente compraba toda la comida, pero lo que me sobraba lo guardaba para poder escaparme a España a ver a mi familia y amigos cada vez que podía; él, se gastaba su parte restante en alcohol, tabaco, marihuana y éxtasis. Y por lo visto, no llegaba a final de mes porque yo no contribuía a sus vicios, sino que me venía a España, repito con MIS AHORROS. 

Después, su sola vuelta a casa me daba escalofríos. Jamás me llegó a poner una mano encima, pero nadie me ha hecho sentir tan insignificante y atemorizada de ser yo como lo hizo él: yo trabajaba de 8 de la mañana a 6 de la tarde y él, de 12 de la mañana a 8 de la tarde. Cuando yo terminaba de trabajar, tenía que ir a comprar (la nevera era muy pequeña y no teníamos congelador, así que la compra era casi diaria), al llegar a casa tenía que recoger sus doce o trece latas de cerveza (en Inglaterra son más grandes porque son pintas), limpiar y adecentar todo (a veces incluía sus corridas de su noche anterior viendo porno que no se molestaba en recoger), cocinar la cena y los almuerzos del día siguiente y ducharme. Cuando por fin conseguía terminar todo, me sentaba en el sofá a descansar y a ver un poco de tele para luego cenar y acostarme. Pues bien, cuando él llegaba y me veía en el sofá, se ponía histérico porque no entendía qué hacía ahí sentada en vez de encontrar algún “hobby” productivo. Jamás conseguí que me entendiera por mucho que le explicase. 

Los últimos meses fueron lo peor: me chantajeaba para que le comprase cosas MUY caras de mi bolsillo (como una tarjeta gráfica nueva para SU ordenador), me ninguneaba, apenas estaba presente cuando venían mis amigos o mi familia a verme, si le preguntaba algo para entablar conversación me contestaba que lo buscase en Google, me hacía sentir tonta. Hacía comentarios sobre mi peso y mi ropa, y hasta le encontré un coño de goma guardado entre el sofá y la pared porque prefería quedarse tarde fumando, bebiendo y viendo porno a acostarse conmigo a una hora decente. Esto último aclaro que no me hubiera causado ningún problema si me lo hubiese contado o si no le hubiese suplicado mil veces que, si se acostaba conmigo y por la mañana recogía un poco la casa, al día siguiente tendríamos más tiempo para nosotros. No funcionó.

Intenté ayudarlo, intenté que buscara ayuda externa si no quería la mía, intenté que reconociera su problema, le presté más dinero porque me prometió hacerlo, y simplemente, me estafó. AGAIN. 

Pero volviendo al principio, después de todo esto, aún así, le dije que sí. Quizás creía que el matrimonio lo cambiaría, no sé. Hasta que la vida misma me salvó.

Me contrataron en España, en un sitio cerca de donde vivo y me ofrecieron casa y trabajo para él también, pero no quiso. Aquí no conocía camellos y el horario le haría vivir más y consumir menos, y él no estaba por la labor. Al principio lo intentamos a distancia, volvió a chantajearme emocionalmente para que lo dejase todo de nuevo y volviese con él a Inglaterra, pero mis padres, mis amigas y el que es hoy mi marido me sacaron del agujero tan negro y tóxico en el que estaba metida. Le eché valor y lo mandé a tomar por culo, cortando cada conexión existente entre nosotros.

Así que, creo que lo mejor que he hecho en mi vida ha sido convertirme en una novia a la fuga temprana. Por cierto, como he dicho, aún tengo el vestido metido en su caja, tal y como salió de la tienda, ¿alguna lo queréis?

MilaMilano