2019 me ha hecho perder la noción del tiempo. Echo la vista atrás y confundo fechas, momentos y recuerdos. Lo que sí sé con seguridad es que en pleno mayo acabó la relación de mi vida. Le conocí con 18 años, una cría inexperta que se creía mucho más madura de lo que era. Él era mayor e interesante. Empezamos a hablar y acabamos siendo pareja.

La primera vez que le dije ‘te quiero’ se asustó. Después me lo dijo él. Durante siete años nos amamos locamente, o al menos eso pensaba.

Desde el principio tuvimos problemas con el sexo; más concretamente con la falta de él. La frase “es que yo soy así, poco sexual” se quedó grabada en mi memoria.

Ojalá el sexo hubiese sido el único problema, pero no. Cuando discutíamos se quedaba de piedra. No decía nada. Yo hablaba por los codos e intentaba sacar con rascador una mísera palabra, pero él me castigaba con su silencio. Daba igual si yo lloraba o sufría, él me miraba impasible.

En febrero me di cuenta de que no quería seguir con él, pero llevábamos tanto tiempo juntos que me daba más miedo la soledad que una vida de decepción. Me convencí de que había algo mal en mí. ¿Cómo podía haber dejado de querer a una persona que no me había hecho nada malo al uso? No había cuernos, no había insultos, no había gritos, y aun así yo ya no estaba enamorada. Me sentía desagradecida, egoísta y mala persona.

Un día le propuse una relación abierta, cosa que rechazó. También hablamos de ir a un terapeuta de parejas, cosa que quedó en el aire. Habría sido un parche temporal para una relación rota.

Finalmente encontré valor y lo dejé con él.

Resultado de imagen de new girl jess sad

Después de la ruptura yo comencé a quedar con un amigo, y digo amigo porque al principio lo último que quería era tener un rollo con él. Tras siete años de noviazgo me daban náuseas al pensar en hombres. Mi ex sospechaba que la ruptura era culpa de este amigo. Esta fue mi primera enseñanza: es más fácil culpar a otra persona que admitir que la cagaste en tu relación.

Al final acabé sintiendo cosas por este amigo. Me hacía reír y me excitaba. Llevaba tanto tiempo sin echar un buen polvo que había olvidado lo que era un orgasmo en pareja. Nos acostamos y el miedo que tenía a no recordar cómo se follaba se esfumó. Fue increíble. Tras el placer llegó la culpa. Esta fue mi segunda enseñanza: tras una ruptura, te sientes culpable por ser feliz y seguir con tu vida.

Mi ex empezó a contar su versión de los hechos. No quise ni quiero saber los detalles, pero imagino que fue algo tipo “me puso los cuerpos, me mintió, me dejó por otro”. Algunos amigos en común se lo creyeron y otros no. Esta fue mi tercera enseñanza: las personas que te quieren no te van a pedir explicaciones.

Intenté ser amiga de mi ex. Eran siete años de relación. Siete años de risas, abrazos, confesiones, convivencia. ¿De verdad íbamos a tirar todo eso a la basura? Pues parece ser que sí, porque él no quiso -ni quiere- saber nada de mí. Esta fue mi cuarta enseñanza: no puedes obligar a tu ex a ser tu amigo, y tampoco puedes culparle ni enfadarte por ello.

Ahora estamos en un momento más tenso que la situación política del país. Él apenas me habla. En realidad preferiría que no me hablase, porque cada vez que lo hace es con un tono de bordería, odio y desdén que me duele como mil cuchillos. Mientras tanto él sigue con su vida, saliendo de fiesta todos los fines de semana por los bares a los que yo también iba y disfrutando de la vida. Yo llevo meses sin apenas salir de noche por no cruzármelo, porque dentro de mí permanece esa sensación de “fuiste tú quién le dejaste, debes dejarle ser feliz”. Quinta y última enseñanza: debo vivir mi vida de una puta vez y no pedir perdón por ello.

 

Anónimo