¿Cómo dejé de contar kilos? Supongo que este tipo de cambios nunca pasan de un día para otro. Es un proceso de descubrimiento y valoración personal que lleva meses o incluso años.

Como muchas otras mujeres, siempre tuve problemas para conectar con mi propio cuerpo. Tener sobrepeso y salirme por todas las esquinas de lo normativo, en este mundo de mierder, a veces, puede derivar en una mala relación contigo misma. Vamos, que no os estoy contando nada nuevo.

La verdad, es que echando la vista atrás aún me recuerdo llena de complejos, obsesionada por contar los kilos de mi báscula cada mañana y darme razones a mí misma para sentirme miserable día tras día.

Sentirme así respecto a mí misma, me llevaba querer agradar a todo el mundo, a querer ser una más, a hacer cosas que no casaban conmigo solo por ser aceptada.

Aun recuerdo que con una talla 115 G, me metía en sujetadores de encaje con tiras y formas imposibles. Las pasaba putas para escurrirme en sujetadores pensados para chicas de una 90 B. Por más que pareciera un chorizo mal cortado o por más incómodo que fuera, en mi mente, aquello me hacía sexy.

No puedo explicarte lo jodido que es llevar tiras alrededor del cuerpo que se te meten en los pliegues de la carne para encima, no sujetarme las tetas una mierda.

Por no hablar de los tangas del infierno. Mira, yo no entiendo en qué momento he intentado con tantas ganas intentar meter mi mochi en tangas minúsculos. ¿A alguien más se le queda la mitad del mochi fuera? Pero vamos a ver ¿en qué momento pensaba yo que llevar un tanga incrustado en mi coñín era una buena idea? ¡Pues no lo sé señoras! Han habido momentos en los que mi sapín gritaba de desesperación. Pero supongo que en aquellos momentos si no llevabas tanga eras una vieja y una rancia.

Mi baja autoestima y mi rutina diaria de contar kilos también me llevaron a ser una pelota de mierda con las personas de mi entorno. Pensaba que era muy complicado que yo le gustara a alguien y claro, eso hizo que hiciera todo lo posible por ser el match perfecto para los chicos que en aquella época me gustaron.

No te exagero si te digo que en un periodo de 5 años, fui heavy, pija y surfera. Cuando ni me gusta la música heavy, ni me planteo hacer surf. Hola ¿Qué tal? Me tropiezo andando en asfalto llano. Vamos, que lo del surf mejor lo dejamos para otra vida.

Todo era motivado por encajar, por querer estar a la altura y por demostrar a los demás que yo también valía la pena. Ponía todo a disposición de los demás y eso se veía hasta en cómo recibía a la gente cuando venían a mi casa. No les dejaba traer nada y lo pagaba yo todo, como si pensara que necesitaba comprar la amistad o la compañía.

¿Y qué pasó? Que dejé de contar kilos y empecé a contar orgasmos.

El proceso ha sido largo y seguro que alguien con más cabeza que yo, puede explicarte cómo recuperar la autoestima.

Lo que yo sé es que a día de hoy, todas las mañanas cuando me levanto ya no me subo a la báscula. He elegido sentirme bien conmigo misma y eso ha hecho que en mis mañanas haya un buen tazón de avena con yogur y un par de corridas en mi ducha mañanera. Y puede parecer mentira, pero una llega al trabajo de otra manera.

Ahora me dedico a contar los buenos momentos del día. Me he acostumbrado a conectar con mi cuerpo  y mi mente, sé lo que me hace feliz y para mí es importante suministrarme a mí misma esa felicidad.

¿Qué a veces viene en forma de orgasmo? Sí. Pero también hablo de cuidar de mí, de dejar de contar kilos y buscar tiempo para ver una peli que me gusta, de invertir en una buena sesión de belleza, de sentarme en mi sofá con una copa de vino blanco y sentirme PLENA.

Valorar mi bienestar y comodidad ha hecho que pase de sujetadores de tiras imposibles que me hacían parecer un zancarrón, a sujetadores cómodos que me sujetan todo el pecho. ¿Que las tiras de mis sujetadores parecen las tiras de una mochila? ¡Puede ser! ¿Y qué?

Llevaba años peleándome con tangas que me dejaban un trozo del mochi fuera y ahora voy la leche de feliz con mis bragas con pata. Los muslos ya no se me irritan por el roce y además llevo la tripita bien recogida y protegida de la frialdad de este mundo.

Pero más allá de todos estos cambios más superficiales como contar kilos, lo más guay de todo es ver y sentir cómo una cambia por dentro.

Lo que te cambia la vida cuando por fin te sientes libre. La relación conmigo misma ha cambiado tanto que a día de hoy, deseo y busco pasar tiempo conmigo misma.

Hace años vivía ansiosa por tener más y más amistades o más y más compañeros sexuales, porque eso me hacía sentir valorada. Ahora valoro mi vida, mi entorno y soy cuidadosa con quién meto a mi mundo porque me gusta cómo lo he construido.

Y también te digo, que si alguien se va a meter en mi mundo POR LO MENOS, que traiga hummus y fuet para picar.

M.Arbinaga