Os voy a contar la historia de mis vecinos. Miguel y Karen llegaron a Valencia, desde Colombia para cambiar de vida y comenzar un proyecto en común recién casados.

Karen, es una niña muy mona con 23 años, muy trabajadora que encontró trabajo enseguida de interna con un matrimonio mayor que atendía de lunes a viernes. Miguel sin embargo no terminaba de encajar en ningún trabajo. Probó en los viveros, de camarero, incluso de encargado de las hamacas de la playa, pero nada le duraba mas de dos meses.

Así estuvieron los primeros dos años en Valencia, Karen con mucho trabajo y poco tiempo de estar en casa y Miguel mas horas en el bar que trabajando. Después de ese tiempo, cambiaron de piso de alquiler dos veces y encontraron uno mas grande en el mismo edificio que el mío. Karen ya tenía una estabilidad económica y empezaba a plantearse lo de ser mamá, que era algo que había querido siempre.

Empezaron a intentarlo, pero ella tenía los períodos muy irregulares. Pasaban los meses, los llantos y la frustración con cada test negativo y la relación de pareja se iba resintiendo, ella me contaba que esta situación la estaba superando.

Una mañana la madre de Karen que estaba muy pendiente de su hija, la llamó y le propuso que su hermana pequeña se fuera unos meses a España con ellos, porque por lo visto había dejado los estudios y se dedicaba a ir con malas compañías. Para Karen fue una alegría contar con un apoyo en estos momentos que lo estaba pasando tal mal. En unas semanas su hermana Mariana llegó a su casa. Se llevaban 6 años y Mariana no vino precisamente a reformarse ni cuanto menos a servir de apoyo a su hermana.

Karen seguía con su trabajo de interna y dejaba en casa a su marido que estaba muy pendiente de su hermana, demasiado pendiente al parecer.

Un día al salir del edificio, los vi paseando por la calle y la mano de él bajaba un poco de la cintura de ella.  Al verlos me acerqué porque me extrañó ver a Karen un jueves por la mañana. Mi sorpresa fue que no era Karen, era Marianita. Me dio tiempo a darme cuenta antes de saludar, cambiar a la otra acera y pasar disimulando, esto olía raro.

Entré en el súper y Marga la dueña me dice tú también te has dado cuenta verdad. Pobre chica con lo que trabaja y el marido y la hermana ya ves el plan que llevan.

Hasta que un día llegó lo inevitable. Karen llegó a casa por sorpresa porque había ingresado al hombre que cuidaba y venía de quedarse toda la noche en el hospital con él y la familia la turnaba por la mañana para hablar con los médicos. Volvió sobre las ocho de la mañana a casa con una bolsa de magdalenas recién salidas del horno de la calle de arriba.

Los gritos, insultos y demás se oyeron por toda la escalera y edificios vecinos. Karen no solo era valiente para trabajar, también para ponerse en su sitio. La imagen de llegar a su habitación y encontrárselos desnudos y abrazados, no debió ser muy agradable.

Miguel salió al momento a la calle y según me contó Marga después, por la tarde volvió y lo vio salir con una maleta y una bolsa de deporte. Entre lágrimas su hermana le pedía perdón mil veces. Karen no podía perdonar a dos de las personas que más quería en el mundo. Llamó inmediatamente a su madre para contarle el suceso entre rabia y sollozos.

Unos días más tarde, toqué a su puerta para ver cómo estaban. Al abrirme le noté la cara desencajada. Me dijo me he tenido que dejar el trabajo unos días porque no tengo fuerzas para salir a la calle. Mi hermana se fue hace dos días a Colombia con Miguel y están esperando un bebé.

 

Dani D