Descubrí que era alérgica al aceite de coco follando

Podría decirse que esta historia tiene dos partes en realidad. Más que nada porque yo ya sospechaba que algo tenía el aceite de coco que no me iba bien, pero era una de esas cosas que decides obviar porque te da pereza afrontar un inconveniente en ese momento. 

Lo de echarme aceite de coco en el chichi fue bastante fortuito. Estaba probando por primera vez la copa menstrual y me estaba costando sudor y sangre (nunca mejor dicho) quitármela. Para ponérmela no tuve problemas, se deslizó y quedé satisfecha con el resultado. No me la notaba apenas, de hecho, creo que lo que notaba debía ser algo psicológico, porque estaba bien colocada, había hecho POP que yo lo oí. 

Todo genial hasta que pasaron más de seis horas y vi que era el momento de vaciarla. Me había encerrado en el baño para tener toda la intimidad que se puede tener estando de vacaciones con más gente. Oía voces, la tele de fondo, mucho jaleo y aquello me desconcentraba, pero sobre todo me estaba matando lo cerradísimo y seco que tenía aquello, que era incapaz de meter un dedo para romper el vacío. Necesitaba lubricarlo como fuera y no tenía nada con lo que hacerlo… hasta que me fijé en la estantería y vi que alguien había traído aceite de coco. 

Yo nunca lo había usado con fines estéticos, más bien para cocinar, así que se me hizo un poco raro untarme la mano y meterme el dedo con olor a Malibú. Después de forcejear un rato acabó saliendo la puñetera. Cuando hacía pop sí había stop. Era de esas en forma de vasija al estilo Grecia Antigua, no la típica que forma un embudo, que yo creo que es más chunga de sacar que otras, o al menos eso me pareció. 

Del forcejo y toquetear tanto se me quedó la zona muy irritada y escocida, cosa que no me sorprendió. Me duché, me puse cómoda y guardé la copa hasta más ver. Incluso por la noche seguía notando molestias, pero como la regla produce toda clase de incomodidades lo ignoré y al día siguiente se me pasó.

Pues bien, meses después estaba con mi novio y, nuevamente, necesitaba algo con lo que lubricar la zona, pero no teníamos lubricante ni cremas ni nada. Entonces me acordé del experimento con el aceite de coco y se lo dije. Le pareció buena idea porque le gusta el coco y pensó en echármelo para hacerme sexo oral. Y luego se lo eché yo a él para hacerle sexo oral también. Y después acabamos follando. Y todo pringado de aceite que parecía aquello un puesto de churros. Y justo cuando acabamos empezó el drama:

“Me escuece el chichi, me escuece mucho.” Me fui corriendo al baño a hacer pis y a lavarme la zona. Le dije: “Míramelo a ver si está raro, que me escuece mucho.” “Está rojito, pero normal.” Esas fueron sus declaraciones. Decidí coger un espejo de mano y con la linterna del móvil me alumbré en busca de algún detalle que justificara esa mezcla de picazón e irritación que me estaba desquiciando. Intenté no darle mucha importancia, porque es una zona muy delicada y a veces de “andurrear” por ahí se te pone tonto como yo digo. Pero las horas pasaban y yo tenía el chichi como una coliflor y rojo rojo clavel. 

Las molestias no iban a más, pero tampoco se apaciguaban. No quería sobredimensionarlo y, además, en plena pandemia, tampoco era plan de irme a urgencias por eso. Pensé en ir a una farmacia de guardia y preguntar si me recomendaban alguna pomada, pero claro, me daba un palo… Al final lo hablé con una amiga enfermera y me dijo que sí, que podía ser perfectamente una reacción alérgica, que con la fricción y todo el meneo que se le había dado se habría irritado más de lo normal. Me dijo que me lavara solo agua tibia, tirando a fría y lo dejara estar unos días. Si empeoraba, pues ya me planteaba ir al médico.

Al final no hizo falta, menos mal, pero ya le he cogido manía al aceite de coco. En mi caso me da igual porque lo mismo me da usar otra cosa, pero a mi novio le tendré que buscar un lubricante sabor tropical porque el coco resultó ser bastante afrodisíaco.

Ele Mandarina