Cuando empecé con la que fue mi pareja durante más de 3 años no sabía lo que me esperaba. Ahora, que lo veo desde lejos, y sin nostalgia alguna, creo que debí de haberlo visto venir desde los comienzos. Pero no fue así, y eso ya es otro tema.

Como toda relación cuando empieza, quedábamos a menudo, y si no podíamos vernos, hablábamos por teléfono, o nos mandábamos mensajes.

Él estudiaba en una facultad y yo en otra, pero yo me había matriculado en una asignatura en dónde él estudiaba, aunque eso no le había hecho mucha gracia. Casualidades de la vida, que cursando esa asignatura descubrí que me había enamorado de esa facultad, y que  podía estudiar allí lo que yo realmente quería aunque nunca nadie me había hablado de esa opción.

Y así lo hice. Pedí lo que por entonces se llamaba la simultaneidad de estudios y me matriculé en otra carrera cuando acaba de empezar la primera.

En esta nueva facultad conocí gente que casualmente él también conocía, pero nunca antes me había hablado de ella, sobre todo, no me había hablado nunca de una en concreto, que casualmente era de su misma ciudad y se llamaba igual que yo.

Fue ella la que, un día tomando café, me habló de mi pareja y me contó que ya hacía muchos años que lo conocía y que habían coincidido en el instituto. Fue ella también la que me habló de otra chica, que al parecer había estado con él. No supo decirme si solo estuvieran liados o también habían tenido algo serio. Tampoco me aseguró nada porque según ella era todo un poco raro, demasiado secreto.

Con toda esta nueva información y sin entender muy bien qué podía tener de raro esa relación y por qué no me había querido hablar nunca de ella, me fui a mi casa y allí nos vimos.

Mientras comíamos saqué el tema y le dije que había estado hablando con esta chica y todo lo que me había contado, que se conocían del instituto y que había tenido una medio novia de la que nadie sabía muy bien qué había pasado, ni qué les había pasado.

Su cara lo dijo todo, solo con mirarlo me di cuenta de que no le hacía nada de gracia hablar del tema, pero insistí un poco y le dije que no entendía por qué se ponía así. Me retiró la palabra ese día y parte del siguiente.

No sé qué hizo click en su cabeza para que esa noche se acercara a mí y me contara más sobre todo esto. Hablamos de su época en el instituto, de lo mal que lo había pasado ya que había tenido muchos problemas de salud y había tenido que faltar mucho a clases. Me habló de esta chica y también de un chico. Nunca me había hablado así de nadie, hablaba de respeto, de cariño, decía que nunca nadie se había portado tan bien con él, que les debía mucho y que nunca habría podido devolvérselo todo.

Me quedé con el nombre de esas dos personas grabado en mi mente para siempre. Llamémoles Sonia y Cristian.

Esta relación de la que os hablo, fue la más tormentosa que tuve en mi vida. Para nada era ese chico frágil que yo vi esa noche hablando de gratitud. Ni se le parecía, así que como era de esperar esa relación terminó ya hace mucho y a mi me costó mucho volver a creer en el amor.

Pero volví a creer, conocí a un chico maravilloso que estaba siempre pendiente de mí, se preocupaba y me hacía sentir bien con cada cosa que hacía. Con el tiempo me hizo descubrir cuánto y cómo me quería. Ya no era un amor de esos que dañan, había venido a curar tantas heridas como me había abierto mi anterior pareja y cada vez que yo le contaba cosas de aquella relación, se enfadaba muchísimo. No entendía por qué alguien podía tratar así a otra persona.

Un día hablando con una amiga (justamente la que me presentó a este chico), me dijo que había encontrado unas fotos y las envió a un grupo en el que estábamos los 3.

En cuanto las abrió mi pareja me miró y dijo:

“Ostras, ¿de qué conoces tú a este chico?»

Lo miré, pensando que estaba bromeando y le respondí con la misma pregunta. Me contestó que había coincidido con él en el instituto un par de años, que fuera  poco a clase porque tenía problemas de salud pero que no volvieran a tener más relación, que perdieran el contacto al acabar el instituto.

En ese momento, no sé cuantas conexiones cerebrales se pusieron en marcha en mi cabeza pero solo acerté a decir:

TÚ ERES CRISTIAN!!!

El pobre se me quedó mirando como si estuviera loca… no entendía nada. Y yo lo entendí todo.

Él tenía razón, Cristian era maravilloso, tanto que ahora llevamos el mismo anillo, compartimos cama y tenemos un hijo en común. No se equivocaba, por una vez, no. Ojalá algún día sepa que admiro a la misma persona que él, aunque eso sea lo único que tengamos en común.

 

Kerasi