En diciembre hay dos tipos de personas: aquellas que se declaran fans incondicionales de la Navidad y aquellas que bien podríamos llamar “Grinch” porque odian todas y cada una de las tradiciones que tienen lugar en estos días.

Independientemente de esto, en diciembre todo se llena de luces. El frío se vuelve menos frío cuando lo acompañamos de chocolate caliente un domingo, tras haber paseado por las plazas de nuestra ciudad que de repente se han convertido en un anuncio de Suchard y comienzan los reencuentros con esas magníficas excusas de “cena de navidad” y los maravillosos “ vuelta a casa».

 

Y con todo lo bonito llega lo que puede no serlo tanto. Porque en esas mesas  largas en las que antes os juntabais abuelos, hermanos, cuñados, primos, sobrinos… puede que disminuya el número de sillas y ya no veas las mismas caras.

Porque faltará una silla presidiendo la mesa en la que nunca volverá a sentarse esa persona que llenaba cada parte de la casa con su risa.

Porque ya no podrás ponerte improvisados disfraces  para interpretar esa surrealista obra de teatro junto a tus primos- dedicándosela a él, que lo era todo para vosotros. Y es que, ya no serán las mismas  manos las que te pondrán esas gotas en la frente del vino derramado en el mantel por cualquiera.

Porque ya no probarás cada tipo de postre que ella cocinaba empeñándose en que todos y cada uno de nosotros fuéramos felices. Y ya no escucharás ese “mis tesoros” ni tampoco te sentirás nunca como cuando ella te lo decía.Porque ya no jugarás con tus primos a construir grandes imperios con dos tristes mantas , un sofá y unos cuantos cojines. Ni sentirás que llega uno de los mejores días del año porque tus padres te dejen irte muy tarde a la cama, la cual compartirías con otras tres personas (que bien parecía eso el tetris más divertido de todos los juegos).

Y es que, en diciembre,echarás de menos juntarte con ese grupo de amigos que por circunstancias de la vida has ido dejando en el camino.  Echarás de menos ver cogidos de la mano a esa pareja en la que de mayor querías convertirte y esa cadena de oro que echabas en la copa del champán para brindar por el nuevo año junto a todos (sin saber que sería el último).

Los abrazos de un año quizá se conviertan en lágrimas recordándolo el año siguiente. Y es que echarás de menos  ser ese niño que creía que tres reyes acudirían una noche a su casa a dejarle regalos y pensarás que el único regalo que realmente quieres es que esos reyes se queden contigo. Porque no había nada tan feliz como eso.  Y puede que llegue un poco de culpabilidad en aquel momento en el que te das cuenta de que has dejado de pensar en ellos porque estabas ocupando tus pensamientos con los que tenías delante. Pero nunca te olvides, a ellos les llevas y les llevarás siempre muy dentro.

familia en navidad

Diciembre es un mes de echar de menos, de saber que cada momento de alegría llevará un pequeño halo de tristeza pero no porque te falte algo sino porque recordarás lo plenamente feliz que eras cuando ese alguien estaba a tu lado y compartía esos momentos contigo.

Pero no nos olvidemos que cuanto más echemos de menos será porque más quisimos. Que cuando queremos llorar por alguien que no está, lo haremos porque alguna vez lo tuvimos en nuestra vida y le sentimos tan profundamente que necesitamos recordarle de alguna manera. Porque tuvimos suerte de poder sentarnos junto a ellos en esas mesas de diferentes alturas formando una muy larga donde nada malo tenía permitido ocupar las sillas. Fuimos afortunados de brindar por el año que nos esperaba junto a ellos y almacenar ese pequeño y bonito recuerdo en nuestra mente para toda la vida. Porque somos realmente afortunados por haber querido tanto como para echar tanto de menos en este mes.

Porque quien te falta es porque alguna vez estuvo contigo y eso es algo que nunca, nadie ni nada te va a poder quitar.