Estoy en mi coche haciendo el tiempo y leyendo los nuevos posts de la web. No quiero resultar friki, pero tampoco dejar de deciros que os sigo desde hace años y que me encantáis. Tanto que hoy me he dicho ‘oye ¿y si les mando mi propio Dramamá?’ Y aquí me hallo, escribiendo este correo y desahogando mi pena con vosotras.

Bueno, pena, lo que se dice pena, no es. Pero tampoco puedo negar que el tema me aflige un poco.

Y es que, veréis, con lo de calle que yo soy, me ha salido un Cayetano.

Sí. Mi único hijo, mi pequeño hombrecito, ahora se peina de lado con el flequillo cuidadosamente colocado encima de un ojo, viste polos con pantalones chinos y me ha pedido que le apunte a clases de golf. Lo juro por dios.

El año pasado nos mudamos y empezó el curso (tercero de E.S.O.) en un nuevo centro escolar. Al principio le costó un poco adaptarse, pero a las pocas semanas ya empezó a ir más contento. Entonces una mañana me preguntó si podíamos ir de compras, que estaba cansado de ir siempre en chándal. Yo aluciné bastante porque, hasta ese momento, preferiría un examen de matemáticas que perder quince minutos probándose la ropa que yo hubiera seleccionado, ya que él solía pasar de todo y ni siquiera se molestaba en buscar algo que le gustase.

Debí sospechar cuando añadió que nada de ir al Carrefour, pero con la emoción de verlo entrar voluntariamente en una tienda de ropa, el detalle me pasó desapercibido.

Así que accedí y con ganas, imaginando que volveríamos a casa con unos vaqueros y un par de camisetas chulas o algo similar.

Loca me quedé cuando empezó a hablar de marcas y no conseguí que nada de Primark le entrara por el ojo. ¿Perdona?

Los polos fueron la primera señal. Pensé que mi hijo simplemente estaba buscando su estilo, y a mí, que pasé por muchas y diferentes etapas estilísticas durante mi adolescencia, no se me ocurrió hacerle más comentario que alabar lo bien que le quedaban.

Pero después se negó a cortarse el pelo.

Luego dejó de bajar a las canchas con el balón.

Un día comentó que su prima vestía demasiado choni.

Ya no queda con sus antiguos compañeros en la plaza, ahora va con sus nuevos amigos a tomar tortitas a un Vips del centro.

Y la semana pasada nos pidió a su padre y a mí que le apuntáramos a las clases de golf como regalo de cumpleaños, ya que nos habíamos negado a comprarle el iPhone que se había pedido inicialmente.

Ah, y también nos ha venido con que quiere hacer una carrera universitaria, derecho o empresariales. Esa idea no nos parece mal, claro que no. Lo que nos ha tocado la moral ha sido su comentario sobre que nos quitemos de la cabeza que termine trabajando con su padre en el negocio familiar. ‘Ni de coña me voy a dejar los ojos y las manos en la carpintería como papá’, nos soltó con todo su papo adolescente y como si no doliera.

Nosotros no entendemos quién es y de dónde ha salido este señorito que dice ser nuestro hijo. Mi marido y yo crecimos en el mismo barrio obrero del extrarradio y pasamos las fiestas y los veranos en nuestros pueblos sin mar.

Que ni Cayetano ni Borjamari ni apellidos compuestos, leñe, Manuel se llama el chaval. Igual que su padre, su abuelo y su bisabuelo. Todos trabajadores humildes que en su vida han pisado un campo de golf.

Hasta hoy, que tengo a mi Manu dentro de las instalaciones del club donde recibirá las clases más económicas que encontramos en nuestra zona. Aunque esté a casi una hora de camino y yo le tenga que esperar dentro del coche porque no puedes acceder a la cafetería si no eres socio o alumno de uno de sus cursos.

El regalito de cumple ya se lo ha llevado, pero su presupuesto para trapitos no va a variar. Él decide si se compra una sudadera de marca o cuatro mudas completas del Primark.

Y ojalá sea buen estudiante y se pueda sacar la carrera que quiera, pero mientras no termine sus estudios se va a pasar las vacaciones ayudando en la carpintería.

En fin, tal vez todo esto sea solo una fase o un intento de encajar mejor con sus compañeros actuales. O lo mismo tenemos en casa una promesa del golf y nunca lo hubiéramos sabido.

En cualquier caso, pijo, cani, golfista o carpintero, este niño es lo mejor que tengo y le quiero lo más grande, así que supongo que acabaré por acostumbrarme a sus refinados gustos y novedosas opiniones.

Anónimo

Envía tus vivencias a [email protected]

Imagen destacada de www.elcorteinglés.es – Ralph Lauren